Éxodo 20:17 «No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.»
El último mandamiento nos obliga a echar un vistazo dentro de nosotros. Codiciar es cuando procuramos lo que nunca podremos satisfacer. Codiciar no es lo que hacemos, sino lo que planeamos hacer, lo que queremos, los que soñamos. Es un mandamiento que lo abarca todo, porque toda maldad surge de la codicia. Toda acción empieza en nuestras mentes. “Quiero, planeo, hago” es el orden invariable de la actividad humana.
El mejor remedio para evitar codiciar lo que pertenece a nuestro prójimo es el contentamiento. Si nos contentamos con lo propio, no codiciaremos lo que pertenece a otro. Pablo podía decir: “Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado.” ¿A qué se debía eso? Al contentamiento. “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación.” Fil 4:11