Juan 20:31
Estamos separados de Dios porque Él es santo y somos pecadores. Así que, ¿cómo podemos alcanzar a Dios? A través de Jesucristo, el Hijo de Dios, quien vino a morir por nuestros pecados. Cuando hablamos de la persona de Jesucristo, debemos afirmar con las Escrituras que Jesús es Dios encarnado (Juan 1:1, 14).
- Jesús tiene atributos que solo Dios tiene: existía antes de su nacimiento (Juan 8:57–58), es omnipresente (Mateo 28:20) y omnipotente (Lucas 6:8).
- Jesús realiza obras que solo Dios puede hacer: creó el mundo (Juan 1:3), echa fuera los demonios (Mateo 12:22), perdona los pecados (Mateo 9:2–6) y levanta a los muertos (Juan 11:43–44).
- Jesús tiene autoridad que solo Dios tiene: es el Señor del día de reposo (Mateo 12:8), tiene autoridad sobre la ley de Moisés (Mateo 5:33–34), tiene autoridad sobre todo el universo (Colosenses 1:16–17), es la cabeza de la iglesia (Colosenses 1:18–19) y tiene autoridad absoluta y universal (Mateo 28:18).
- Jesús recibe adoración que solo Dios merece: de demonios (Marcos 2:23–25), de Pedro (Mateo 16:16) y de Tomás (Juan 20:28).
- Jesús afirma que es Dios (Juan 10:30; 14:1; 17:5; Marcos 14:61–62; Colosenses 1:15; 2:9; Romanos 1:3–4).
Como Dios y hombre, Jesús cerró la brecha entre Dios y nosotros porque vino a morir por nuestros pecados. Por eso, debemos creer en Él (Juan 20:30–31; 3:36) y después obedecerle, yendo y haciendo discípulos de todas las naciones (Mateo 28:19–20). Con gozo doblamos la rodilla en el nombre de Jesús, confesando que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre (Filipenses 2:9–11).