Como discípulos de Jesucristo, reconocemos la autoridad de Jesús y obedecemos su Palabra. En asuntos de convicción, cuando hable la Palabra de Dios claramente y directamente, hay que obedecerla. En asuntos de la conciencia, cuando te advierta la conciencia, hay que obedecerla. En asuntos de sabiduría, cuando la Biblia no te dirija directamente, hay que aplicar principios bíblicos.
Pero en asuntos de conciencia, ¿qué hacemos cuando hermanos difieren? Pablo aborda este tema directamente en Romanos 14:1–15:7. La gloria del evangelio no es que todos nosotros tengan una conciencia igual ni las mismas preferencias, sino que nos amemos y nos recibamos los unos a los otros a pesar de nuestras diferencias de conciencia.