Orando los Salmos: Salmo 24

Dios, ¡Tú eres el Rey glorioso!

El Salmo 24 es un salmo del reinado divino; es decir, que se centra en el reinado de Dios como el Soberano de todo el universo. Bien recuerdan que los salmos reales pueden ser del reinado teocrático, hablando del rey ungido de Dios, el mesías, o del reinado divino, en que Dios está siendo alabado como el Rey. Podemos ver que este salmo se dirige a Dios, el Rey de gloria (v. 10).

En el Salmo 24 el rey David exalta a Dios como el Rey supremo, el Rey glorioso, porque su gloria se manifiesta como el Creador que formó todo (vv. 1–2), como el Santo que es perfectamente único (vv. 3–4), como el Salvador que bendice a los suyos (vv. 5–6) y como el Todopoderoso que vence sus enemigos (vv. 7–10). Hay tres estrofas que hablan de las glorias de Dios (vv. 1–6) y un refrán majestuoso que se repite dos veces (vv. 7–10). Al final, todos se suman al coro alabando a Dios, ¡Tú eres el Rey glorioso!

1 De Jehová es la tierra y su plenitud;
El mundo, y los que en él habitan.
Porque él la fundó sobre los mares,
Y la afirmó sobre los ríos.

La primera estrofa destaca las glorias de Dios en la creación. Porque es el Creador, toda la tierra y todos sus habitantes son de Él. Conforme a su gran poder creativo, ha hecho todo lo que vemos en el universo con su mano, y por eso, es el Señor de todo. ¿Quién es este Rey glorioso que rige sobre todo el orden creado? ¡Jehová nuestro Señor es el Rey glorioso!

¿Quién subirá al monte de Jehová?
¿Y quién estará en su lugar santo?
El limpio de manos y puro de corazón;
El que no ha elevado su alma a cosas vanas,
Ni jurado con engaño.

La segunda estrofa ensalza las glorias de la santidad de Dios. Cuando hablamos de su santidad, hay dos aspectos, y este salmo aborda los dos. En primer lugar, Dios es santo porque es el único, no hay otro Dios. No hay quien tenga el derecho de entrar en su presencia. No hay quien se pueda comparar con Dios. Es el único. En segundo lugar, Dios es santo porque está separado de todo mal. Dios es perfectamente limpio, puro y justo; por eso, está separado de todos los inmundos, impuros e injustos. ¿Quién es este Rey glorioso que es perfectamente santo y separado de todos los demás? ¡Jehová nuestro Señor es el Rey glorioso!

El recibirá bendición de Jehová,
Y justicia del Dios de salvación.
Tal es la generación de los que le buscan,
De los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob. 

La tercera estrofa alaba las glorias de la bondad de Dios. Dios siempre es bueno y siempre hace lo bueno. Bendice a los suyos y los salva. Por eso, el pueblo de Dios le busca, porque saben que es bueno y confían en su bondad. ¿Quién es este Rey glorioso que es bueno y siempre hace lo bueno? ¡Jehová nuestro Señor es el Rey glorioso!

Para finalizar, el rey David ha compuesto un gran refrán que se repite dos veces, tal vez con dos coros como un eco en el culto del tabernáculo.

Alzad, oh puertas, vuestras cabezas,
Y alzaos vosotras, puertas eternas,
Y entrará el Rey de gloria.

¿Quién es este Rey de gloria?
Jehová el fuerte y valiente,
Jehová el poderoso en batalla.

Alzad, oh puertas, vuestras cabezas,
Y alzaos vosotras, puertas eternas,
Y entrará el Rey de gloria.

10 ¿Quién es este Rey de gloria?
Jehová de los ejércitos,
El es el Rey de la gloria. 

La idea de “alzar las puertas” es que la entrada del tabernáculo, la morada de Jehová en la tierra no es tan grande para nuestro Dios, quien es infinitamente glorioso. El hijo de David, el rey Salomón, dijo lo mismo al inaugurar el templo: “He aquí que los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que yo he edificado?” (1º Reyes 8:27) Por eso, el refrán del Salmo 24 llama a todos los oyentes a adorar a nuestro Dios glorioso, haciendo la pregunta dos veces: ¿quién es este Rey de gloria? Es Jehová, el fuerte y valiente y poderoso en batalla. Es Jehová, el capitán de los ejércitos, el Rey glorioso.

Como la iglesia de Jesucristo, también adoramos al mismo Dios, el Rey glorioso. En todo culto, alabamos al nombre de nuestro Dios quien es el Rey glorioso. Reconocemos que nuestro Dios es el Rey glorioso que creó todo el universo, que es completamente separado de ese universo, que también bendice a sus hijos, y que es el Todopoderoso. Nosotros también podemos orar el Salmo 24 con esta frase sencilla, “Dios, ¡Tú eres el Rey glorioso!”

¿Cómo podemos aplicar el tema principal del Salmo 24 a nuestras vidas?

  1. En primer lugar, debemos alabar a Dios porque es el Rey glorioso de toda la creación. Como cristianos, somos los que reconocemos que nuestro mundo fue creado por Dios y que también nos creó. Podemos apreciar la belleza de los cielos, del mar, de los cerros, del desierto porque conocemos al Creador. Hay científicos que saben mucha más información sobre la creación, pero a la vez, como David dijo en el Salmo 14, si ellos no reconocen al Creador de la creación, se vuelven necios. Para nosotros, cuanto más el universo debe provocar nuestras alabanzas al Creador, nuestro Rey glorioso.
  2. En segundo lugar, debemos alabar a Dios porque es el santo Rey glorioso. La santidad de Dios es el atributo fundamental de Dios. Si Dios es el Creador, todo lo demás es la creación, y por eso, está separado de Él. No es posible conocer a Dios sin entender que Él es Dios y nosotros no lo somos, que Él es puro y justo y nosotros no somos así. La santidad provoca nuestra humildad al acercarnos a Dios, nuestro Rey glorioso.
  3. En tercer lugar, debemos alabar a Dios porque es el buen Rey glorioso. El Creador santo, separado de nosotros los pecadores, es impresionante, pero nos dejaría sin esperanza. Nuestro Dios demuestra su bondad al tener misericordia de nosotros, al escogernos, al llamarnos, al salvarnos—solo por gracia, porque no merecíamos nada. El gran motivo de nuestra alabanza a nuestro Dios glorioso es la salvación en Cristo. Como dice Pablo en Efesios 2:4–7, “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.” ¿Cómo no podemos alabar a nuestro Dios, el Rey glorioso?
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