El salmo treinta y dos es un salmo de acción de gracias. Los salmos de acción de gracia son expresiones de agradecimientos a Dios por una respuesta de oración o bendición específica. Y, en particular, el autor de este salmo, además de expresar la profunda y sincera gratitud que tiene hacía Dios por haberle perdonado su pecado y librado de la tribulación que vivía, aprovecha la oportunidad de compartir con todos sus lectores las enseñanzas que vivió antes y después de confesar sus faltas a Dios y experimentar el perdón divino. En una frase sencilla, el tema de este salmo se puede resumir en la siguiente oración: “Dios, gracias por perdonarme”.
EXPLICACIÓN
1Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado.
2Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad,
Y en cuyo espíritu no hay engaño.
El autor de este salmo comienza poniendo en completo relieve lo que para él se ha constituido en la fuente de la verdadera felicidad; a saber, el perdón de Dios y la liberación de la culpa del pecado. Algo que el salmista no pretende dejar para el final de su salmo o para después de contar cómo fue su experiencia mientras se mantuvo orgulloso e impenitente (vv. 3-5), sino que desde el principio del poema, y como dos certeras frases (vv. 1-2), el salmista hace saber a todos sus lectores que las personas verdaderamente bienaventuradas (o extremadamente felices) son aquellas que han sido totalmente perdonadas por Dios; éstas son los que han alcanzado la felicidad, éstas son los que, habiendo disfrutando del perdón divino, viven sin ser culpables de iniquidad; y esto, no porque hallan logrado algún tipo de “perfección moral” o “vida sin pecado” aquí en la tierra, sino porque tras haber buscado a Dios y reconocido sus pecados delante de Él, han hallado la misericordia del Señor, la restauración, y el perdón con el cual solo Dios puede purificar sus vidas.
3Mientras callé, se envejecieron mis huesos
En mi gemir todo el día.
4Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano;
Se volvió mi verdor en sequedades de verano. Selah
5Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad.
Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová;
Y tú perdonaste la maldad de mi pecado. Selah
A pesar de que el autor del salmo no menciona cuál fue el pecado que cometió contra Dios, el salmista comienza esta sección describiendo con expresiones muy gráficas cuáles fueron las consecuencias que trajo sobre su vida el callar y encubrir sus faltas delante de Dios, pretendiendo vivir cómo si no hubiera pecado. En este sentido, podemos decir que, mientras continuaba en pecado; viviendo como si éste no fuera ofensivo para Dios y resistiéndose la voluntad de Dios de manera orgullosa y sin arrepentimiento, el salmista solo encontraba más y más infelicidad, y su vida poco a poco se transformaba de verdor a sequedad, de salud a enfermedad, y de dicha a gemidos acompañados de dolores incesantes.
Sin embargo, el salmista nos cuenta que cuando declaró su pecado y confesó sus rebeliones al Señor, experimentó la preciosa misericordia de Dios y el perdón divino que trajo alivio y bienaventuranza a su vida. De modo que, así como fue escrito en el Proverbio 28:13 “el que encubre sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y se aparta de ellos alcanzará misericordia”, el salmista pasó del pecaminoso silencio que solo trajo dolor y angustias a su corazón, a la confesión humilde que Dios desea y que propició la misericordia del Señor y el perdón de sus pecados.
6Por esto orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado;
Ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él.
7Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia;
Con cánticos de liberación me rodearás. Selah
8Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar;
Sobre ti fijaré mis ojos.
9No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento,
Que han de ser sujetados con cabestro y con freno,
Porque si no, no se acercan a ti.
10Muchos dolores habrá para el impío;
Mas al que espera en Jehová, le rodea la misericordia.
11Alegraos en Jehová y gozaos, justos;
Y cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón.
Tal fue la experiencia del salmista, tanto la infelicidad del vivir en pecado como la bienaventuranza del perdón divino, que finaliza este poema con tres amonestaciones para sus lectores (o cantores). En primer lugar, el salmista anima a todos los santos que conocen al Señor a no extender innecesariamente sus dolores como consecuencia del pecado sino a buscar al Señor y seguir buscándole porque Él es refugio para el que busca Su misericordia (vv.6-7). En segundo lugar, el salmista se dirige a todos los que no quieren abandonar su pecado y les enseña diciendo que el camino del orgullo impenitente y de las ofensas contra Dios y su voluntad solo traerá “muchos dolores”. “No sean como los animales sin entendimiento”, les dice el salmista, antes bien, aprendan que la misericordia o el amor fiel del Señor (hesed) rodea a los que esperan y confían en Él (vv. 8-10). Y finalmente, el autor del salmo treinta y dos invita a todos los que obedecen a Dios y disfrutan de la misericordia del Señor a alegrarse en Jehová y cantar con júbilo porque han confesado sus faltas a Dios y Él los ha perdonado; razones que son más que suficientes para nuevamente decir: ¡Cuán bienaventurado es aquel cuya transgresión es perdonada, cuyo pecado es cubierto! ¡Cuán bienaventurado es el hombre a quien el Señor no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño! (vv. 1-2 LBLA).
RESUMEN Y APLICACIÓNES
Hermanos, los creyentes que leemos este salmo treinta y dos podemos (y debemos) afirman juntamente con el salmista cuán importante es el perdón y el arrepentimiento. Todo los que hemos pasado de muerte a vida por medio de la fe en Jesucristo, sabemos cuán importante es no encubrir el pecado sino que confesarlo rápidamente y apartarnos de él. Así mismos, los creyentes sabemos cuán difícil es la lucha contra nuestro pecado y cuán doloroso es vivir resistiéndonos a la voluntad de Dios. Sin embargo, los creyentes también sabemos cuán glorioso es disfrutar una y otra vez del perdón y la misericordia que hayamos en Jesucristo cuando acudimos a Él confesando nuestras faltas. Dicho de otro modo, los que hemos creído en Jesús, sabemos que la fuente de la verdadera felicidad es el perdón de Dios y la liberación de la culpa del pecado. Y por ello, hoy podemos cantar y gozarnos y decir con júbilo: Dios, gracias por perdonarme.
Hermano, ¿has creído en Jesucristo para salvación con arrepentimiento y fe? Alégrate en el Señor. Gózate en el perdón que tienes en Cristo Jesús, quien ha tomado tu culpa y llevado sobre sí el castigo que tú merecías para darte a cambio Su justicia perfecta por medio de la fe en Él.
Hermana, ¿estás pecando contra Dios, ocultando tus faltas al Señor y pretendiendo que estas cosas no ofenden a tu Salvador? No sigan por esa senda porque solo traerá tristeza y dolor a tu vida. No dejes que tu orgullo te ciegue y envanezca. Busca a Dios. Humíllate delante de Él. Hoy es el tiempo. Confiesa tus faltas a Dios con toda humildad porque Él es misericordioso y compasivo. Él nos ha prometido que “si confesamos nuestros pecados, Él es Fiel y Justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”; pero a la vez, recuerda que si decimos que “no tenemos pecado, le hacemos a Él mentiroso, y su palabra no está en nosotros” (1 Juan 1:9-10).
Hermanos, ciertamente todos los días vamos a pecar; todos los días vamos a ofender a Dios y de muchas maneras distintas. Pero a la vez, recuerden que la vida cristiana es una vida de fe y arrepentimiento. Y así como glorificamos a Dios luchando contra el pecado, también le glorificamos acudiendo a Él para confesar nuestras transgresiones creyendo en el perdón que tenemos en Jesús y alejándonos del mal. Por tanto, consideremos este salmo. Aprendamos de sus advertencias y de sus llamados y procuremos mantener una vida sana de confección y arrepentimiento delante de Dios. Si hemos pecado, no nos callemos. No encubramos nuestras faltas. Confesemos a Dios los pecados que cometemos a diarios. Digamos: “Dios, gracias por el perdón que me das en Jesucristo”. Y disfrutemos la gran verdad que hemos leído y vivido: “bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado, Bienaventurado el hombre a quien el Señor no inculpa de pecado…”

PREGUNTAS DE REPASO
- Según lo estudiado, salmo 32 es un salmo de acción de gracias, ¿qué evidencias vemos en el salmo para decir que esto es así?
- Según los vv. 1-2, ¿cuál es la fuente de la verdadera felicidad?
- Según los vv. 3-4, ¿es verdad que el pecado sin arrepentimiento no trajo ninguna consecuencia en la vida del salmista? ¿Por qué?
- Según el v. 5, ¿qué hizo el salmista para alcanzar el perdón del Señor?
- Según los versículos 6 al 11, ¿cuáles son las tres amonestaciones del salmista a sus oyentes?
- ¿Cuál es la frase sencilla que resume el tema del salmo 32?
- ¿Crees que es importante confesar diariamente nuestros pecados a Dios y arrepentirnos de ellos? ¿En qué consiste “confesar” y “arrepentirnos”?
- ¿Por qué los que creemos en Jesucristo, los que estamos en Él, tenemos la garantía de que Dios perdonará nuestros pecados cuando los confesamos a Él? ¿Cómo podemos estar seguros de ello?
- ¿Has vivido una experiencia similar a la del salmista en los vv. 3 y 4, ocultando tus faltas a Dios y viviendo sin arrepentimiento? ¿Qué consecuencias trajo esto en tu vida y la vida de otros?
- ¿Has vivido una experiencia similar a la del salmista en los vv. 5, 1, 2, 11? ¿Pudiste experimentar y disfrutar el gozo del perdón de Dios?