La epístola de Pablo a Tito para las iglesias cretenses se enfoca en la madurez de las iglesias locales. En Tito 1:5, encontramos el propósito de la epístola: “Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé”. Pablo había dejado a Tito en Creta para “corregir lo deficiente”, o sea, para ayudar a las iglesias cretenses a madurar. La epístola expone dos maneras en las cuales una iglesia local puede madurar: un liderazgo sólido (establecer ancianos) y la enseñanza sana (exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen).

En el primer capítulo encontramos las calificaciones para los ancianos que las iglesias deben establecer, y en los capítulos dos y tres tenemos la sana enseñanza que aquellos ancianos proclaman y defienden.
En el segundo capítulo, Pablo empieza a exponer la enseñanza que se proclama en una iglesia madura. El propósito de la enseñanza no es solamente amontonar informaciones, sino transformar la vida. La sana enseñanza debe cambiar las vidas de las cristianas jóvenes “para que la palabra de Dios no sea blasfemada” (2:5). La sana enseñanza debe transformar la vida y el ministerio de Tito mismo para que “el adversario se avergüence” (2:8). La sana enseñanza debe producir fidelidad en las vidas de los siervos cristianos “para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador” (2:10). El mensaje claro del Nuevo Testamento es que, si bien no somos salvos por las buenas obras, sí somos salvos para las buenas obras.

Tito y los ancianos de las iglesias cretenses deben enseñar a los hermanos a vivir así con toda la autoridad de Cristo mismo. Pablo manda a Tito, “Tú habla lo que esta de acuerdo con la sana doctrina” (2:1) y “Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad. Nadie te menosprecie” (2:15). Por eso, ni Tito ni los ancianos en Creta ni nosotros hoy en día tenemos la autoridad para dejar de insistir en las buenas obras.

La sana enseñanza que Pablo manda que Tito y los ancianos expongan en las iglesias cretenses se dirige a los hermanos ancianos, a las ancianas, a las jóvenes, a los jóvenes y a los siervos. Los hermanos ancianos deben ser disciplinados y serios, tener una fe viviente, amar a Dios y a los demás fervientemente y ser comprometidos en su perseverancia (2:2). Las hermanas ancianas deben ser apropiadas en su conducta, hablar con gracia, no ser esclavas del vino y enseñar lo que es bueno para capacitar a las hermanas jóvenes (2:3-4). Por medio de su enseñanza, las hermanas jóvenes deben aprender a amar a sus esposos y sus hijos, tener vidas y corazones disciplinados, ser puras, administrar bien sus hogares y seguir a sus esposos en sumisión respetuosa (2:4-5).
A los hermanos jóvenes (en que se incluye a Tito), deben enseñar y modelar a tener dominio propio, ser ejemplos de discípulos de Jesus, hablar con seriedad e integridad y conocer bien la Palabra de Dios (2:6-8). La sana ensenañza se dirige a los empleados también, instruyéndolos a ser obedientes, honrar los deseos de sus empleadores, ser administradores honestos del tiempo y los recursos de sus empleadores y adornar el conocimiento de Dios con sus vidas (2:9-10).
Podemos dudar que sea necesario enseñar las buenas obras a los que ya son discípulos de Jesús, pero Pablo insiste que sí, es necesario (2:11-15). La misma gracia de Dios que nos salva, también transforma nuestras vidas y nos da el deseo de obedecer a nuestro Señor Jesucristo. Aquella gracia exige un cambio en la forma en que vivimos. Por eso, no podemos afirmar haber recibido la gracia de Dios en la salvación sin evidenciarlo en la vida.
La iglesia madura cuando sus vidas adornan la belleza del evangelio.

