Una iglesia que madura: Tito 3

La epístola de Pablo a Tito para las iglesias cretenses se enfoca en la madurez de las iglesias locales. En Tito 1:5, encontramos el propósito de la epístola: “Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé”. Pablo había dejado a Tito en Creta para “corregir lo deficiente”, o sea, para ayudar a las iglesias cretenses a madurar. La epístola expone dos maneras en las cuales una iglesia local puede madurar: un liderazgo sólido (establecer ancianos) y la enseñanza sana (exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen).

En el primer capítulo encontramos las calificaciones para los ancianos que las iglesias deben establecer, y en los capítulos dos y tres tenemos la sana enseñanza que aquellos ancianos proclaman y defienden.

En el segundo capítulo, Pablo empieza a exponer la enseñanza que se proclama en una iglesia madura. El propósito de la enseñanza no es solamente amontonar informaciones, sino transformar la vida. Podemos dudar que sea necesario enseñar las buenas obras a los que ya son discípulos de Jesús, pero Pablo insiste que sí, es necesario (2:11-15). La misma gracia de Dios que nos salva, también transforma nuestras vidas y nos da el deseo de obedecer a nuestro Señor Jesucristo. Aquella gracia exige un cambio en la forma en que vivimos.

El tercer capítulo es un recordatorio a los creyentes en Creta de la necesidad de la gracia en sus vidas. En primer lugar, debemos vivir con gracia en el mundo, sometiéndonos a la autoridad debida, haciendo lo bueno, hablando con gracia y mostrando cortesía (3:1–2). Tenemos que recordar que antes vivíamos sin gracia (3:3), pero la gracia de Dios apareció en nuestras vidas y nos transformó. Cuando hemos recibido la gracia de Dios, mostramos gracia con los demás.

Dios ha derramado su gracia sobre nosotros (3:4–7), manifestando su bondad y amor, teniendo misericordia de nosotros, salvándonos y dándonos vida eterna, derramando su Espíritu en nosotros, justificándonos y adoptándonos. Por eso, la gracia de Dios que hemos recibido demanda que vivamos en obediencia a Dios (3:8).

Es cierto que hay muchos alrededor de nosotros que no muestran gracia, y Pablo recuerda a Tito de que no hay provecho en discutir sobre cuestiones necias (3:9). Los que se meten en estos debates y causan divisiones evidencian que no conocen la gracia de Dios (3:10–11). La instrucción final de Pablo para las iglesias cretenses es: “Y aprendan también los nuestros
a ocuparse en buenas obras para los casos de necesidad, para que no sean sin fruto”
(3:14).

La iglesia madura cuando siempre recuerda la gracia del evangelio.

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