Romanos 1:18–32: La condenación de los paganos delante de Dios

En el versículo 17, Pablo expresa su anhelo para anunciar el evangelio en Roma y más allá, diciendo que no se avergüenza del evangelio porque es el poder de Dios para salvación. En ello Dios ha revelado cómo ser justo delante de Él, y la única manera es por la fe en Jesucristo.

A continuación, en el versículo 18, dice que también Dios ha revelado en el evangelio su ira contra la injusticia de los hombres. No solamente no han logrado ser justos delante de Dios, han encendido su ira por su falta de justicia.

Esta segunda sección del primer capítulo no habla de la salvación de todas las naciones, sino su condenación. El escenario es del tribunal, un imputado delante del juez, esperando escuchar los cargos en su contra (1:18–21). Pablo profundiza en los cargos y da como evidencia tres ejemplos en que los hombres han cambiado la soberanía y la bondad de Dios en otra cosa y como consecuencia, Dios los entregó (1:22–31). Estos intercambios nos llevan a la sentencia final (1:32).

Los cargos contra los pecadores (1:18–21)
En el evangelio aprendemos el por qué estamos condenados delante de Dios (1:18). Se nota la cantidad de veces que el texto nos da las razones (“porque”, “pues”) de que estamos condenados delante de Dios. Somos culpables porque todos conocimos de Dios ya que se nos reveló a través de la creación (1:19–20), pero suprimimos esa verdad con nuestra injusticia. Nos acusa que conocimos a Dios, pero no le glorificamos ni le dimos gracias (1:21). Por eso, nadie puede alegar ignorancia ni ofrecer ninguna excusa.

Los intercambios de los pecadores (1:22–32)
Tres veces Pablo acusa que “cambiaron” la soberanía y la bondad de Dios en otra cosa. Como resultado, tres veces dice que “Dios los entregó” en castigo.

Los hombres seguían decayéndose en pecado, usando la creatividad que Dios les otorgó cuando los creó a su imagen para inventar todo tipo de maldad. Pablo hace una lista sin fin de manifestaciones de la rebeldía de corazón que caracteriza a los hombres pecaminosos.

La sentencia final contra los pecadores (1:32)
En fin, todos no tenemos excusa alguna, porque entendimos el decreto de Dios (su “juicio”) del castigo por el pecado, cometimos el mismo pecado de todos modos y nos complacimos con los que hicieron lo mismo (1:32). Conocimos a Dios, pero vivíamos en ignorancia voluntaria. Rechazamos la soberanía de Dios y deshonramos su bondad. Inventamos ofensas flagrantes para cometer contra Dios con pleno entendimiento del juicio. Por eso, en el evangelio, Dios nos dicta la sentencia: somos completamente culpables y dignos de muerte.

El evangelio revela la condenación de los paganos delante de Dios.

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