Romanos 2:1–3:8: La condenación de los religiosos delante de Dios

Hasta ahora, hemos visto que todos los gentiles están bajo la condenación de Dios por el pecado continuo que brota de sus corazones. Aunque tienen pleno conocimiento, practican todo tipo de injusticia y se complacen con otros que hacen lo mismo (1:32). En este momento, se para un judío para objetar, diciendo que no es un pagano, que es parte del pueblo de Dios, que vive según la ley que Dios dio a Israel.

Pablo introduce este oponente imaginario para aclarar sus puntos, planteando preguntas hipotéticas y respondiendo a ellas y estableciendo conclusiones falsas para luego refutarlas. Por eso, en el capítulo 2, se establece que el evangelio no solamente revela la condenación de los paganos delante de Dios, sino también la de los judíos. Pablo responde a la objeción de una persona religiosa que no cree que Dios castigue a su propio pueblo.

Dios es completamente justo (2:1–11)
Cuando estamos de acuerdo con la condenación de Dios contra los paganos, nos condenamos a nosotros mismos, porque todos hemos pecado igual (2:1–3). Dios es completamente justo, y recompensará a cada uno con lo que merezca, sea judío o gentil (2:4–10), porque no muestra favoritismo, es perfectamente justo (2:11).

La ley incumplida no vale nada (2:12–16)
Solamente tener la ley sin cumplirla no justifica, sino condena aún más (2:12–13). La ley de Dios no es un medio para justificarse, funciona como un estándar para demostrar la justicia que Dios exige y después para juzgar (2:14–16). Por eso, los judíos no escaparán del castigo por tener la ley de Dios, sino la misma ley será la base de su juicio. Dios juzgará a todos por medio de Jesucristo (cp. Juan 5:22), y todos tienen que enfrentar a Jesús, sea como salvador o juez.

Los judíos desobedecieron a Dios (2:17–24)
Aunque los judíos estaban orgullosos de su heredad religiosa, tampoco habían obedecido a Dios. Con una serie de preguntas, Pablo establece que no practican lo que predican. De hecho, como dice Isaías, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de su desobediencia (2:24; cp. Isaías 52:4).

La circuncisión sin obediencia no vale nada (2:25–29)
Una vez más, Pablo vuelve a enfatizar que solamente tener la circuncisión como señal del pacto sin cumplir la ley del pacto, es lo mismo que ser incircunciso (2:25). Es más importante someterse a la autoridad de Dios que vivir como hijo de Dios exteriormente (2:26–28). Lo más importante es el estado del corazón, no su estatus como judío físico (2:29).

Una duda: ¿qué valor tiene ser un judío? (3:1–8)
Vale mucho, en muchas maneras, sobre todo, tiene la bendición de la revelación de Dios (3:2). El conocimiento teológico no salva, pero es necesario para creer. Con otra serie de preguntas hipotéticas, Pablo contrasta la incredulidad de Israel y la fidelidad de Dios (3:3–8).

  • ¿La incredulidad de Israel anulará la fidelidad de Dios? (2:3)
  • ¿Será injusto Dios para castigarlos si la injusticia de Israel pone al relieve la justicia de Dios? (2:5)
  • ¿Por qué aún soy juzgado como pecador si mi mentira destaca la verdad de Dios? (2:7)
  • ¿Y por qué no decir: “Hagamos lo malo para que venga lo bueno”? (2:8)

El evangelio revela la condenación de los religiosos delante de Dios.

search previous next tag category expand menu location phone mail time cart zoom edit close