Dios, que te adoremos en amor fraternal
El Salmo 133 es un salmo de sabiduría que se enfoca en el temor de Jehová y la vida de los justos. La sabiduría consiste en entender cómo Dios ha creado su universo y vivir según esos principios. Este salmo alaba lo bueno que es el amor fraternal.
Debemos pensar en el contexto del salmo, uno de los cánticos graduales (120–134), una colección de salmos que cantaban habitualmente los israelitas en sus peregrinajes a Jerusalén tres veces al año. Los cánticos graduales preparaban sus corazones para adorar a Dios.
No sabemos mucho de los tres peregrinajes anuales de los judíos al altar central, pero dos historias del Antiguo Testamento nos dan un vistazo del viaje. Sabemos la historia triste de Ana, afligida por no tener hijos, orando a Dios durante uno de esos viajes al tabernáculo en Silo (1º Samuel 1:2–19). También podemos recordar la historia de Jesús mismo, viajando a Jerusalén cuando tenía doce años, quedándose en el templo mientras sus padres viajaban tres días sin saber que no acompañaba al grupo (Lucas 2:41–46). Estos viajes eran tiempos de alegría y emoción, pero también de mucho estrés y afán al coordinar la llegada de mucha gente a Jerusalén. Podemos imaginarnos fácilmente que estas tres semanas del año, viviendo con todos los varones de la nación y muchos de sus familiares en la ciudad de Jerusalén, provocaron algunos conflictos.
En este escenario aparece el Salmo 133, recordándonos que, pese a las dificultades de todos los israelitas conviviendo en estrecha proximidad, siempre es lindo cuando los hermanos pueden habitar juntos en armonía. El salmo nos enseña la sabiduría sencilla en el versículo uno, y después, muy parecido a un proverbio, el salmista nos da dos ejemplos de lo bueno que es congregarse en amor fraternal en el lugar donde Jehová puso su nombre.
Es lindo que los hermanos habiten juntos en armonía (v. 1)
1 ¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es
Habitar los hermanos juntos en armonía!
La poesía siempre expresa verdades sencillas en un lenguaje hermoso. Siempre es bueno y grato cuando hermanos conviven en armonía. Podemos ver que, en todo el mundo hay conflictos y peleas, pero entre hermanos, debemos encontrar un refugio. El hogar y la familia debe ser un lugar seguro donde se disfruta el amor fraternal. Por otro lado, es muy triste cuando los hermanos ni siquiera pueden habitar juntos, cuando el hogar es un campo de batalla y la familia se convierte en enemigos. Es bueno y agradable que los hermanos habiten juntos en armonía.
Es fragrante como la unción del sumo sacerdote (v. 2)
El salmista nos da dos ejemplos de cuán bueno y delicioso es cuando los hermanos habiten juntos en armonía en los versículos 2 y 3.
2 Es como el buen óleo sobre la cabeza,
El cual desciende sobre la barba,
La barba de Aarón,
Y baja hasta el borde de sus vestiduras;
El primer ejemplo es el aceite de la santa unción con que se ungía al sumo sacerdote en los tiempos del Antiguo Testamento. Dios mandó a Moisés que ungiera a su hermano Aarón como sumo sacerdote en Éxodo 29:7. “Luego tomarás el aceite de la unción, y lo derramarás sobre su cabeza, y le ungirás.” El olor fragrante del aceite de la santa unción recordaba al salmista de lo grato que es el amor fraternal. Este aceite fue confeccionado específicamente para la ceremonia de la unción del sumo sacerdote, de las especies de mirra, canela, cálamo y casia en una base de aceite de olivo (Éxodo 30:22–25). Por eso, fue algo muy fragrante derramado sobre la cabeza del sumo sacerdote, en su cabello y goteando en su barba, llegando hasta sus vestiduras. Incluso Moisés derramó el mismo aceite sobre todo el tabernáculo (Levítico 8:10–12). Podemos imaginarnos el olor que llenó todo el lugar—una fragancia que siempre recordaba a los israelitas de cuando se acercaban a Dios en el altar central.
Es refrescante como el rocío que riega los alrededores de Jerusalén (v. 3)
El segundo ejemplo también tiene que ver con algo que desciende, en este caso, con el rocío que desciende de los montes del norte, corriendo hacia el mar de Galilea, el río Jordán, y después regando la Sefela, o sea las estribaciones de Judea alrededor de Jerusalén. Todo el clima de Jerusalén (o Sion) depende de las montañas del norte como Hermón y el agua que corre hacia el sur del país.
3 Como el rocío de Hermón,
Que desciende sobre los montes de Sion;
Porque allí envía Jehová bendición,
Y vida eterna.
En definitiva, algo trivial como el rocío en el monte Hermón, a casi 200 kilómetros de Jerusalén, refresca y da vida a la ciudad que Dios escogió para poner su nombre. Las aguas del norte daban vida cada año a las plantas y frutas de Jerusalén, pero Dios bendice eternamente a Israel desde Jerusalén.
Este salmo nos recuerda de una verdad bien sencilla. El amor fraternal es bueno y fundamental. Es fragrante y grato como la unción del sumo sacerdote. Es refrescante como el rocío que riega los alrededores de Jerusalén. De esta verdad importante los peregrinos se recordaban a sí mismos al viajar a Jerusalén, cantando este salmo. Podemos resumir el Salmo 133 con esta oración sencilla, “Dios, que te adoremos en amor fraternal”.

¿Cómo podemos aplicar el tema principal de este salmo a nuestras vidas?
Hoy en día, no viajamos a Jerusalén con miles de otros peregrinos tres veces al año, pero nosotros también vivimos cerca de muchos hermanos, y de vez en cuando, podemos estar molestos con ellos. Debemos recordarnos de lo bueno, lo grato, lo refrescante que es el amor fraternal. El Nuevo Testamento está repleto con recordatorios de la importancia del amor fraternal entre los creyentes.
- El autor de la epístola a los Hebreos les dice que el amor fraternal permanezca entre ellos (Hebreos 13:1).
- Pablo recuerda a los hermanos en la iglesia en Roma que se amen los unos a los otros. “El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros” (Romanos 12:9–10).
- Pablo alaba a la iglesia en Tesalónica por su amor fraternal, diciendo que es Dios mismo que ha enseñado a sus hijos a amar. “Pero acerca del amor fraternal no tenéis necesidad de que os escriba, porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis unos a otros; y también lo hacéis así con todos los hermanos que están por toda Macedonia. Pero os rogamos, hermanos, que abundéis en ello más y más…” (1ª Tesalonicenses 4:9–10).
- Pedro llama a sus hermanos a amarse los unos a los otros como una evidencia de su regeneración. “Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1ª Pedro 1:22–23).
- Pedro plantea que la vida cristiana fructífera es abundante en amor fraternal. “Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo” (2ª Pedro 1:5–8).
Nosotros los discípulos de Jesús debemos ser ejemplos del amor de Jesús. Él nos amó, y debemos amarnos los unos a los otros. “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:34–35). Dios, ¡que te adoremos en amor fraternal!
