La esposa cristiana sigue a su esposo en sumisión respetuosa
Sométete a tu esposo como te sometes al Señor (Efesios 5:21–23)
La primera responsabilidad de una discípula de Jesús es someterse al Señor (Lucas 6:46). Por eso, cuando la Biblia dice que se someta al liderazgo de su esposo como al Señor, ella reconoce que su autoridad es establecida por Dios (Romanos 13:1). Los discípulos de Cristo que quieren ser como Él se someten a Dios y también a las autoridades que Él ha ordenado (1ª Pedro 5:5). Es inconcebible que una discípula de Jesucristo esté dispuesta a someterse al Señor y a la vez se niegue someterse al esposo que Dios le ha dado (cp. Mateo 19:6).
Sométete a tu esposo como la iglesia se somete a Jesucristo (Efesios 5:24)
Un esposo cristiano refleja el amor de Jesús para su iglesia; una esposa cristiana refleja la sumisión obediente de la iglesia a su Señor (5:23–24). La iglesia se somete a Cristo porque Él es la Cabeza del cuerpo, y la esposa cristiana se somete a su esposo, quien es la cabeza que Dios le dio. El alcance de la sumisión de una esposa cristiana es en todo (5:24). La Biblia no da una ruta de escape para una esposa cristiana que no quiere someterse a su esposo. Por supuesto, no puede desobedecer a Dios para someterse a su esposo (Hechos 5:29), pero en todo lo que no esté en contra de los mandatos de Dios, una esposa cristiana se somete a su esposo.
Sométete a tu esposo como Jesús se sometió al Padre (1ª Pedro 2:21–3:1)
La voluntad de Dios para una esposa cristiana es que se someta a su esposo, no solamente como la iglesia se somete a Jesucristo, sino también como Jesús mismo se sometió a la voluntad del Padre cuando murió por nosotros (2:21–25). Así ella predica el evangelio a su esposo y al mundo alrededor. Esta sumisión no significa que la esposa es inferior; en ninguna manera, pues los dos son “coherederos de la gracia de la vida” (3:7). Jesucristo se sometió al Padre, aunque es eternamente igual a Dios en su esencia (Filipenses 2:5–8).
Sométete a tu esposo como una mujer santa (1ª Pedro 3:1–6)
Este pasaje manda a las mujeres cristianas que sean santas, y la primera responsabilidad que les da es someterse a sus esposos (3:1). Deben ser santas en su conducta (3:2). Aunque nuestro mundo está obsesionado con la apariencia física de las mujeres, Dios manda que las mujeres cristianas se enfoquen en el corazón (3:3–4). Así siempre han vivido las mujeres de la fe, sometiéndose a sus esposos (3:5). Por ejemplo, Sara respetaba a su esposo hasta en la forma en que se refería a él (3:6; cp. Génesis 18:12). Las mujeres de Dios siempre seguían a sus esposos en sumisión respetuosa, reconociendo que la sumisión a su esposo es obediencia a Dios.
Mi hermana en Cristo, tienes la bendición inestimable de no solamente conocer el evangelio, sino de predicar el mismo evangelio a tu esposo cada día. Al seguir a tu esposo en sumisión respetuosa como Jesús se sometió al Padre, te recuerdas a ti misma, a tu esposo y a todos los que te ven, como Jesús tomó forma de siervo y obedeció hasta la muerte de cruz.
¿Qué tal si mi esposo no responde?
El mandato de Dios a someterte a tu esposo es absoluto. No depende de que él te ama o te dé consideración. Incluso si tu esposo es un inconverso, tu sumisión respetuosa debe ser un testimonio llamativo de tu fe en el soberano Dios (1ª Pedro 3:1–2).
La sumisión
Dios nos llama a todos los cristianos a someternos (1ª Pedro 5:5). La sumisión siempre nos cuesta porque amenaza nuestra autonomía. Fácilmente podemos identificar a alguien que contravenga a la autoridad como insumiso, pero la insumisión puede manifestarse de muchas otras formas.

