Pedro escribe esta carta pastoral para animar a los hermanos en las regiones de Asia Menor, quienes sufrían persecución. Pretende ayudarles a responder la duda, ¿Cómo viven los cristianos cuando se prueba su fe? Son tres conceptos fundamentales que se entrelazan en el libro: santidad, sumisión y sufrimiento. Estas ideas forman las tres secciones mayores del libro.

Vivamos en santidad como los que esperan a Jesús (1:1–2:10)
Las bendiciones de la salvación (1:1–12)
Como elegidos expatriados (1:1), Dios nos elegió a la salvación según su presciencia, en la santificación del Espíritu y para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo (1:2). Esta elección nos brinda una nueva vida de esperanza:
- la esperanza de vida eterna ya que Jesús resucitó de los muertos (1:3)
- la esperanza de una herencia incorruptible en los cielos (1:4)
- la esperanza de la protección de Dios de nuestra salvación (1:5)
Es necesario que ahora pasemos pruebas (1:6), por las cuales Dios quiere perfeccionar nuestra fe (1:7). Ahora sufrimos, pero después esperamos estar en la gloria con Jesucristo (1:8–9).

Así seguimos las pisadas de Jesús mismo, quien padeció en su primera venida, pero vendrá a reinar y juzgar después (1:10–12).
El llamamiento a la santidad (1:13–2:3)
Por eso, debemos ser santos en toda nuestra vida (1:13–16). No podemos ser separados de la creación como Dios, pero sí podemos ser puros y libres de corrupción. Al ser santos, cumplimos el propósito por el cual Dios nos salvó.

Debemos ser santos porque Dios juzgará todo pecado (1:17), porque Dios nos rescató de esa vida de pecado (1:18) y porque Jesús murió por nuestro pecado (1:19–21).

