El Reino de Dios: el reino mediador en los evangelios

Mirando todo el panorama de la Biblia, un tema central es el reino de Dios. Hemos identificado dos aspectos del dominio soberano de Dios: el reino universal, la soberanía absoluta de Dios en todo momento sobre todas las cosas y el reino mediador, el reino de Dios en la tierra mediante el hombre escogido por Dios.

El Antiguo Testamento es la historia del reino mediador de Israel. Dios escogió directamente a los líderes: a Moisés, Josué, los jueces y los reyes (hasta Salomón). Después de ese momento, vemos la historia de la nación en declive: la división del reino, la idolatría y desobediencia. El fin del reino mediador en el AT sucedió con la destrucción del reino del norte, la salida de la nube de gloria del templo y el cautiverio del reino del sur. ¿Qué pasó? En palabras sencillas, el pueblo de Israel rechazó a Dios y su reino.

En los días finales del declive del reino histórico de la nación de Israel, Dios hablaba por los profetas, dando a conocer que vendría un nuevo reino. Este reino profético estaría establecido dentro de la historia humana, y su rey también sería relacionado con la historia. Este reino vendría con su Rey, el Mesías escogido de Dios, el cual reinaría sobre toda la tierra desde su trono en Jerusalén. Este reino será un reino completo en todo sentido: espiritual, político, religioso, socioeconómico, físico y moral. Las condiciones para que viniera fueron que el pueblo de Israel se arrepintiera y recibiera al Mesías y su reino

Después de 400 años de silencio profético, Dios empezó a hablar de nuevo. Un ángel apareció a un sacerdote, Zacarías, a una joven, María, y a su novio, José. Estos mensajes sobre la venida de Jesús señalaban que Él era el Rey Mesías del reino profético (Lucas 1:67–70, 31–33; Mateo 1:20–23; Lucas 2:10–11). Tenemos el testimonio de los discípulos de Jesús que Él era el Rey Mesías del reino profético (Mateo 1:1; Juan 1:49; Mateo 16:15–16), y las señales milagrosas de Jesús comprobaron que Él era el Rey Mesías del reino profético (Mateo 4:24; 8:16; 9:35; 15:30; Lucas 7:18–22; cp. Isaías 35:5–6). El mensaje que Juan el bautista, Jesús y sus discípulos predicaban fue el mismo de los profetas, exigiendo el arrepentimiento para recibir el reino (Mateo 3:1–2; 4:17; Marcos 1:14–15; Mateo 10:5–7; Lucas 10:9–11; 11:20; 17:20–21).

Jesús nunca redefinió el reino de Dios que predicaba, sino siempre lo conectaba con el reino profético del Antiguo Testimonio (Lucas 4:18–21; Isaías 61:1–2; Lucas 7:21–22; Isaías 35:5–6). El reino de Dios que Jesús predicaba era:

  • Un reino espiritual, donde la salvación por fe en Jesús es un requisito para entrar al reino de Dios (Marcos 1:15; Juan 3:3; Mateo 5:3)
  • Un reino político, donde Jesús es el Rey con autoridad sobre todo (Lucas 1:32–33; Mateo 5:35; 25:31–32).
  • Un reino religioso, donde Jesús hace cumplir la ley de Dios, pero tiene autoridad para modificarla y adaptarla (Mateo 5:19, 21–22, 27–28, 33–34)
  • Un reino socioeconómico, donde la ley del oro de Jesús motiva hacer lo correcto (Mateo 5:7–9; 25:41–45)
  • Un reino físico, donde Jesús cuida de todas las necesidades de sus súbditos (Mateo 14:14; 9:35; 15:32)
  • Un reino moral, donde Jesús manda que ame a Dios sobre todo y al prójimo como a sí mismo (Marcos 12:29–34)

¿Cuáles fueron las condiciones para que viniera este reino? Jesús siempre requería que el pueblo de Israel se arrepintiera y creyera en Él y su reino. En Mateo 12, vemos que el pueblo de Israel se preguntaba si Jesús fuera el Mesías (vv. 22–23), pero los fariseos respondieron que Jesús echaba fuera demonios porque estaba en complicidad con un demonio más poderoso (v. 24). Este pecado de incredulidad y blasfemia contra el Espíritu Santo no sería perdonado (vv. 31–32). Desde ese momento, Jesús empezó a hablar en parábolas, explicándolas solo a sus discípulos en privado, para esconder la verdad del pueblo (Marcos 4:33–34; Mateo 13:10–13). Por ejemplo, la parábola del trigo y la cizaña (Mateo 13:24–30) reveló que, al fin de la época actual, Jesús volvería a juzgar a los malvados y permitir a los justos a entrar al reino de Dios (Mateo 13:36–43; 25:31–46). La nación de Israel hizo oficial su rechazo delante de Pilato, cuando dijeron, «No tenemos más rey que César» (Juan 19:15). Ahora, ¿en dónde estamos? La condición que dijo Jesús para establecer el reino de Dios es, de nuevo, que Israel se arrepienta y reciba a su Mesías Jesús (Mateo 23:37–39).

Jesús reinará sobre toda la tierra desde su trono en Jerusalén en su segunda venida.

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