A lo largo del libro de Hechos, la presencia del Espíritu es vista como una marca vital del cristianismo. Es lo que hace que una persona sea cristiana. El Espíritu, entonces, no es simplemente un medio por el cual uno obtiene una inyección espiritual después de la conversión. Es por el Espíritu que los creyentes son bautizados en el cuerpo de Cristo, y no tiene nada que ver con que un creyente alcance un plano espiritual más alto en su fe.
La iglesia nació el día de Pentecostés, habiendo sido comprada por Cristo crucificado y resucitado, quien ascendió a la diestra del Padre, quien sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. (Efe 1:22-23)
Esta sección (Hechos 1 y 2) enfatiza que la misión de Jesús debe ser llevada a cabo por sus discípulos o seguidores. No su misión de morir por los pecadores, sino su misión de ministrar la gracia al mundo al compartir el Evangelio hasta los confines de la tierra. No es el poder de la lógica el que lleva a las personas a Cristo, sino el poder del Espíritu Santo. No podemos tener éxito en la misión de Cristo sin su poder. Esta es la lección principal que debemos tomar del texto y que nos ayuda a orar por nuestra iglesia de una manera mejor.