Cuando Pablo escribe esta epístola se encontraba encarcelado en Roma (3:1; 4:1; 6:20). Sin embargo, ni la distancia ni sus prisiones fueron de impedimento para que el Apóstol le recordara a los creyentes en Éfeso la importancia de la unidad en la iglesia.
Recordemos que en los primeros años del cristianismo, todavía habían algunos que insistian en hacer una marcada diferencia entre los creyentes gentiles y los creyentes judíos, situación que provocaba celos y exigencias que atentaban directamente en contra la unidad de la iglesia. Y, por tanto, Pablo, preocupado por esta situación, escribe esta carta recordándoles a los Efesios que todos los creyentes son uno EN Cristo y que todos tienen los mismos privilegios como herederos de la gracia.
Es decir, dentro de la iglesia, no hay barreras sociales ni étnicas, ni hay separación ni jerarquías; no hay creyentes de primero y segunda categoría, no hay diferencias entre judíos y gentiles, ni banderas ni colores; más bien, todos han recibido la salvación por gracias y todos han recibido las mismas bendiciones de Dios al estar en Cristo y, en consecuencia, es deber de todos los creyentes promover la unidad en la congregación.
Ahora, yo les pregunto: ¿qué mejor manera de promover la unidad en la iglesia que recordando cuáles son las inmerecidas bendiciones que todos los creyentes hemos recibido de parte de Dios, al estar en Cristo?
En este audio te invito a considerar los versículos 1:3-14 de la carta de Pablo a los Efesios, y ver allí como las bendiciones que tenemos en Cristo nos animan a orar y agradecer en unidad por lo que Dios ha hecho en nuestras vidas, en Cristo.
