Marcos 10:45
Estamos separados de Dios porque Él es perfecto y somos imperfectos. Entonces, ¿cómo podemos alcanzar a Dios? A través de Jesucristo, quien se hizo hombre y vino a nuestro mundo.
Cuando hablamos de la persona de Jesucristo, debemos afirmar con las Escrituras su humanidad. Tenemos el testimonio de la Biblia (1ª Timoteo 2:5), de Jesús mismo (Juan 8:40) y de la gente alredeor de Jesús (Juan 20:15).
Es necesario entender y creer que Jesús era completamente y perfectamente humano (1ª Juan 4:2–3). Él poseía todos los elementos de una verdadera humanidad: por ejemplo, tenía un cuerpo (Juan 2:21; Mateo 26:26, 28; Lucas 24:39), un alma (Mateo 26:38) y un espíritu (Lucas 23:46). También vivía todas las experiencias de una verdadera humanidad: el nacimiento (Lucas 2:7), el crecimiento (Lucas 2:52), tuvo hambre (Mateo 4:2), tuvo sed (Juan 19:28), se cansó (Juan 4:6), durmió (Mateo 8:24), experimentó la tristeza (Juan 11:35) y murió (Juan 19:30). Jesús era completamente y perfectamente humano.
Como humano, Jesús cerró la brecha entre Dios y nosotros porque se hizo hombre y vino a nuestro mundo para salvar a pecadores (Marcos 10:45). Como humano, es nuestro sacerdote misericordioso, porque él también ha padecido (Hebreos 2:17–18).