Hebreos 13:20–21
20 Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, 21 os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Al fin de la epístola a los hebreos, encontramos esta bendición inspirada. Después de toda la doctrina que el autor de la epístola ha enseñado, termina con una oración a Dios por los destinatarios. Podemos recordar que esta epístola fue escrita a cristianos judíos que enfrentaban la persecución de parte de sus familiares junto con el gobierno romano. Por eso, muchos fueron tentados a volver al judaísmo, pero el autor les anima a seguir creyendo en Jesucristo, perseverando en la fe en Jesús a pesar de las pruebas. Les ha advertido que fuera de la fe en Jesucristo no hay esperanza de la vida ni escape del castigo de Dios.
Ahora en medio de las pruebas y la persecución, el autor ofrece esta bendición para los hermanos, llamando al Dios de paz a consolar los corazones de los hermanos.
Dentro de las pruebas, el autor les ha llamado la atención vez tras vez a Jesucristo: considera a Jesús. Es posible que ellos se sintieran como si Dios no les cuidara, pero de nuevo, el autor dirige sus ojos a Jesús, el Hijo amado de Dios, que también pasó por pruebas aún más profundas que todas nuestras. En la cruz, Jesús clamó, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Marcos 15:34). Dios rescató a su Hijo de esta prueba tan difícil, resucitándolo de los muertos, demostrando al mundo que Jesucristo es el Mesías, el ungido de Dios. En una situación desesperada, Dios triunfó con gran poder y gloria, no solo rescatando a su Hijo, pero haciendo posible nuestra salvación eterna. Jesús salió de su gran prueba como el gran pastor de las ovejas, el pastor que entiende nuestras debilidades y nuestros sufrimientos. Es el sumo sacerdote misericordioso y fiel, quien inauguró el nuevo pacto con su propia muerte. Por medio de este pacto, nos ofrece la salvación eterna y perdón de nuestros pecados.
Este mismo Dios que ha hecho paz con nosotros por la sangre de su Hijo, también tiene el poder de seguir obrando en nosotros. Dice, “El Dios de paz…por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena.” Nuestras buenas obras nunca pudieron agradar a Dios, sino el sacrificio del Cordero pudo satisfacer la ira justa de Dios. Después de salvarnos, Dios sigue obrando en nuestras vidas, haciéndonos aptos en toda obra buena, dándonos el poder de hacer su voluntad, haciendo posible que podamos agradarle a Él.
El mismo Dios que nos salvó también está santificándonos, y fíjense, esta santificación también es por medio de Jesucristo. Somos justificados por medio de Jesucristo, porque su obra en la cruz efectuó nuestra salvación, cancelando el costo de nuestro pecado. Pero también estamos siendo santificados por medio de Jesucristo, porque en Cristo nuevas criaturas somos. Dios está cambiándonos en Cristo, desde adentro hacia afuera, cambiando hasta los deseos y los anhelos del corazón. El mismo poder de Dios que transformó la muerte de Jesús en una gran victoria también está obrando en nosotros, haciéndonos más como Jesucristo, y como dice el autor, “al cual sea la gloria por los siglos de los siglos.”
Entonces, una vez más el autor de Hebreos nos llama a considerar a Jesús, quien también sufrió pero fue rescatado por Dios, y en su muerte y resurrección, no solamente nos salvó sino también empezó el proceso de santificarnos, haciendo posible que podamos agradar a Dios con nuestras vidas. ¡A Jesús sea la gloria por nuestra justificación y nuestra santificación! Consideremos a Él y glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.
Esta bendición es una oración que Dios siga obrando en las vidas de los creyentes, haciéndoles más como Jesucristo para su gloria.
Que Dios obre dentro de las pruebas para hacernos más como Cristo.

Entonces ¿cómo podemos hacer esta oración por nuestros hermanos?
- Tenemos que recordar en todo momento de prueba, que nuestra necesidad más grande es ser más cómo Cristo. De hecho, el propósito de Dios en toda prueba es hacernos más como Cristo. Dentro de las pruebas, nuestra oración por los hermanos debe ser más que todo, por su santificación.
- Jamás debemos olvidar que los discípulos de Jesucristo son llamados a sufrir como nuestro Señor. Pero tampoco debemos olvidar que el mismo Dios que resucitó a su Hijo ha prometido guardarnos también. Dentro de las pruebas, oramos al Dios Todopoderoso.
- Hay que recordar que todo lo que Dios hace, lo hace para su gloria. Debemos estar dispuestos a sufrir si es que lleva más gloria a Jesucristo. Dentro de las pruebas, pedimos que a Él sea la gloria por siempre.