Al músico principal; sobre Neginot, sobre Seminit. Salmo de David.
El título hebreo de este salmo da a entender que este cántico se usaba en los cultos judíos (“al músico principal”), que los instrumentos que servían como acompañamiento eran los de cuerda (“Neginot”) y principalmente en octavas (“Seminit”), y que pertenecía a colección de los salmos de David o de los salmos dedicados a David (“Salmo de David”).
El salmo seis es el primero de los siete salmos de lamentos penitenciales (Sal. 32, 38, 51, 102; 130; 143). Los lamentos penitenciales (como subdivisión de los lamentos individuales) son salmos que combinan los clamores de la aflicción por el pecado, la confesión de las faltas y la súplica por la misericordia de Dios[1].
Este salmo puede ser dividido en cuatro estrofas: (I) Clamor por el castigo (vv. 1-3), (II) Clamor por la muerte (vv. 4,5), (III) Lamento por los angustiadores (vv. 6,7), y (IV) Confianza en Dios (vv. 8-10). En las primeras tres estrofas (vv.1-7) el salmista escribe de manera apasionada y deja ver sus profundos sentimientos por medio de expresiones de clamor y lamento a causa de una serie de aflicciones que le aquejaban (castigo, enfermedad, muerte y angustiadores). Sin embargo, todos ellos son abruptamente interrumpidos por la estrofa final (vv. 8-10), donde sale a relucir la extraordinaria confianza que produjo en él la certeza de que Jehová había oído su oración y aceptado su clamor. En una frase sencilla, este salmo se puede resumir en la siguiente oración: Dios, gracias por oír mi oración.

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(I) Clamor por el castigo (vv. 1-3)
1Jehová, no me reprendas en tu enojo,
Ni me castigues con tu ira.
2Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy enfermo;
Sáname, oh Jehová, porque mis huesos se estremecen.
3Mi alma también está muy turbada;
Y tú, Jehová, ¿hasta cuándo?
El salmista comienza su lamento invocando a Jehová y clamando misericordia debido a su castigo y enfermedad. Esta primera estrofa está llena de recursos literarios (paralelismos) y fuertes expresiones poéticas que dejan ver que el sufrimiento que turbaba al salmista no solo afectaba su cuerpo sino también su alma (v.2, 3) y, por lo mismo, termina esta primera estrofa preguntando “Y tú, Jehová, ¿hasta cuándo?”. Esta pregunta retórica es característica de varios salmos de lamento (cp. 74:10; 80:4) y tiene el propósito de manifestar, con desgarradora inquietud, el tiempo que hace falta para que finalice el castigo, la enfermedad y el dolor.
(II) Clamor por la muerte (vv. 4, 5)
4Vuélvete, oh Jehová, libra mi alma;
Sálvame por tu misericordia.
5Porque en la muerte no hay memoria de ti;
En el Seol, ¿quién te alabará?
El dolor, los lamentos y los clamores van en aumento; y al sentir que su muerte está cercana (v.5), el salmista nuevamente clama a Jehová para que le mire, libre su alma (vida), y por misericordia[2], le salve de la muerte. Los tres imperativos presentes en este ruego (v. 4: “Vuélvete… Libra mi alma… Sálvame”), dejan ver qué tan intenso era el sufrimiento para el salmista y qué tan cercana parecía estar la muerte. Por ello, el dolor (vv.1-3), la proximidad de la muerte (cp. Seol o lugar de los muertos) y su consecuencia natural (e. i. “no poder participar más de los sacrificio de alabanza a Dios”; v.5), eran razones más que suficientes para que el salmista clamara a Jehová y pidiera su salvación.
(III) Lamento por los angustiadores (vv. 6, 7)
6Me he consumido a fuerza de gemir;
Todas las noches inundo de llanto mi lecho,
Riego mi cama con mis lágrimas.
7Mis ojos están gastados de sufrir;
Se han envejecido a causa de todos mis angustiadores.
En esta estrofa el salmista pone en relieve lo angustioso que era pasar por esta prueba siendo asediado por sus enemigos, y con un lenguaje hiperbólico le hace ver a Dios que estaba totalmente debilitado; su salud estaba disminuyendo en agonía (v.6) y sus ojos estaban gastados y envejecido de tanto sufrir (v.7). El salmista está en totalmente devastado por causa de sus angustiadores. Sin embargo, y a pesar de que todo este sufrimiento parecía estar anticipando una victoria para los enemigos (angustiadores), el tenor de este salmo está a punto de cambiar radicalmente.
(IV) Confianza en Dios (vv. 8-10)
8Apartaos de mí, todos los hacedores de iniquidad;
Porque Jehová ha oído la voz de mi lloro.
9Jehová ha oído mi ruego;
Ha recibido Jehová mi oración.
10Se avergonzarán y se turbarán mucho todos mis enemigos;
Se volverán y serán avergonzados de repente.
El salmista comienza su última estrofa diciendo: apártense de mí todo los hacedores de maldad (v.8 cp. Mt. 7:23), lo que es una clara transición entre el clamor de angustia y la confianza en la misericordia de Dios que tanto añoraba; de modo que, este cántico pasa de ser un grito de angustia a un grito de confianza y triunfo en Dios. La razón de este cambio es que el salmista tiene la certeza de que Jehová ha oído su clamor y ha aceptado su ruego (v.9); lo cual, sabe que traerá como respuesta divina el fin de su tormento y, además, el fin de sus enemigos; ya que todos ellos se turbarán al ver nuevamente la gracia de Dios sobre su vida y al recibir avergonzados el mismo mal que ellos hicieron o agravaron (v.10).
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RESUMEN Y APLICACIONES
Las primeras tres estrofas de este salmo (vv. 1-7) nos muestran a un hombre que sin importar qué tan terrible sea su situación, no teme presentarse a Dios para pedir alivio a sus aflicciones, ya que sabe que nadie más podría dar oportuno socorro para su alma ni extender misericordia como la de Jehová. De hecho, este salmo nos habla de la experiencia de un hombre que siendo mortificado por el castigo, buscó a Dios pidiendo Su misericordia (v. 1); siendo consumido por la enfermedad y el dolor, buscó a Dios pidiendo Su misericordia (v. 2); siendo atribulado por la muerte, buscó a Dios pidiendo salvación por Su misericordia (vv. 4, 5); y siendo afligido por sus angustiadores buscó a Dios esperando ser oído; y no por obra de justicias sino por Su misericordia (vv. 6, 7 cp. vv. 8-10).
Hermanos, al igual que el salmista, los creyentes también vamos a pasar por pruebas y profundas aflicciones que afectarán nuestro cuerpo, alma y pensamientos, y hasta desafiarán nuestra confianza y paciencia al punto de llevarnos a exclamar: “¿hasta cuándo, Señor?”. Sin embargo, cuando miramos este salmo aprendemos que sin importar qué tan dolorosa sea la situación o cuán lejano se vea el alivio, no debemos dejar de buscar a Dios y orar a Él y confiar en que Él es misericordioso y compasivo (cp. Stg. 5:11). Y ¡Qué bendición es poder orar a un Dios así de misericordioso! Sabiendo que podemos acercarnos a Él confiadamente para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro (cp. Hb. 4:16; Fil. 2:27; 2Cor. 1:3).
La última estrofa de este salmo (vv. 8-10) nos muestra la confianza de un hombre que sabe que Dios ha escuchado su oración. Y si bien, no vemos en este salmo que Dios haya respondido explícitamente a los clamores del salmista, el hecho de saber que Dios oyó su oración y sus ruegos, fue razón más que suficiente para que el salmista cambiara todo el clamor de su lamento (vv. 1-7) en una declaración de confianza en el Señor (vv. 8-10). Y cuando los creyentes oramos a Dios también podemos tener esa misma confianza porque nuestra unión con Cristo Jesús nos asegura que el Señor escucha nuestras oraciones (cp. Jn. 16:24; Fil. 4:6; 1P. 3:12); y es más, tenemos confianza en que Él nos dará todas las cosas que le pedimos cuando oramos conforme a Su voluntad (cp. 1Jn. 5:14-16).
Así que, este salmo de lamento penitencial no solo nos recuerda que debemos orar a Dios cuando estamos afligidos o a buscar Su misericordia en el tiempo de la prueba, sino que además nos recuerda la confianza que trae a nuestros corazones la verdad de que Dios está atento a los clamores de sus hijos.
Es posible que tú también estés pasando por distintas aflicciones o pruebas que, muy probablemente, ya has presentado a Dios en oración. Sé paciente. Espera en Su misericordia. Descansa en la confianza que trae el hecho de que Dios ya escuchó tu clamor. Y dile hoy mismo: Dios, gracias por oír mi oración.
[1] Si bien en este salmo no hay una confesión explícita por algún un pecado, aun así se ha catalogado como un salmo de lamento penitencial debido a que una lectura detenida y piadosa del salmo junto con las similitudes que tiene con los otros salmos penitenciales (p. ej. 38:1-4), dejan en evidencia un claro mensaje de contrición de parte del salmista por su faltas y por la corrección divina (p. ej. v. 1). El salmo termina con una obvia declaración de confianza en Dios.
[2] Hb. Hesed; amor fiel, amor pactual. El salmista está implorando por el amor que Dios aseguró que iba a mostrar hacia el pueblo de Su pacto.