Orando los Salmos: Salmo 17

El salmo diecisiete es un salmo de lamento individual, donde el salmista, sumido en las angustias de las persecuciones injustas de sus enemigos, busca a Dios y presenta su causa delante de Él para que urgentemente juzgue y le defienda. Sin embargo, el carácter angustioso de este salmo no logra opacar en lo más mínimo la confianza del salmista en que el Señor es su el único juez, abogado y protector; quien además conoce perfectamente su vida y sus circunstancias, y quien finalmente hará justicia y defenderá su causa. En una frase sencilla, el tema de este salmo se puede resumir en la siguiente oración: “Dios, tú eres mi defensor”.

ESTRUCTURA DEL SALMO

El salmo diecisiete puede ser dividido en tres estrofas: (I) Presentación de la causa (vv. 1-5). (II) Oración por defensa (vv. 6-12). Y (III) Petición por justicia (vv. 13-15).

EXPLICACIÓN DEL SALMO

(I) Presentación de la causa (vv. 1-5)

1 Oye, oh Jehová, una causa justa; está atento a mi clamor.
Escucha mi oración hecha de labios sin engaño.
2 De tu presencia proceda mi vindicación;
Vean tus ojos la rectitud.

3 Tú has probado mi corazón, me has visitado de noche;
Me has puesto a prueba, y nada inicuo hallaste;
He resuelto que mi boca no haga transgresión.
4 En cuanto a las obras humanas, por la palabra de tus labios
Yo me he guardado de las sendas de los violentos.
5 Sustenta mis pasos en tus caminos,
Para que mis pies no resbalen.

El salmista comienza esta oración invocando al Señor con un notable tono de urgencia. Con las expresiones “oye, oh Jehová”;está atento a mi clamor”; y “escucha mi oración”, se hace evidente que los asechos y calumnias de sus enemigos (cp. vv. 10-12) le habían llevado al límite de no poder esperar más tiempo sin que Dios le haga justicia. En su defensa, el salmista estaba seguro de su inocencia; y por ello, al momento de presentar su causa delante de Dios, rápidamente apela a su rectitud argumentando contundentemente que no se ha desviado del camino de la integridad, ni pretende hacerlo (cp. v.5). Sin embargo, también quiere dejar en claro que no espera que sea su conducta (o su propio juicio) la que finalmente le defienda y haga justicia, sino el Señor; quien conoce totalmente su vida y quien puede corroborar verdaderamente los hechos (vv.2-5).

(II) Petición por defensa (vv. 6-12)

6 Yo te he invocado, por cuanto tú me oirás, oh Dios;
Inclina a mí tu oído, escucha mi palabra.
7 Muestra tus maravillosas misericordias, tú que salvas a los que se refugian a tu diestra,
De los que se levantan contra ellos.

8 Guárdame como a la niña de tus ojos;
Escóndeme bajo la sombra de tus alas,
9 De la vista de los malos que me oprimen,
De mis enemigos que buscan mi vida.

10 Envueltos están con su grosura;
Con su boca hablan arrogantemente.
11 Han cercado ahora nuestros pasos;
Tienen puestos sus ojos para echarnos por tierra.
12 Son como león que desea hacer presa,
Y como leoncillo que está en su escondite.

En esta estrofa, el salmista invoca nuevamente a Dios y pide que guarde su vida de la mano de sus enemigos; para ello, recuerda en su oración que el Señor ha prometido salvar y amar fielmente a los que buscan Su refugio (v.7). Así que, más allá de las defensas humanas y de la confianza en su propia justicia, el salmista apela al amor fiel de Dios (hb. Hesed) y pide que sea el Señor quien guarde, esconda, proteja y defienda su integridad de los que con arrogancia han puesto trampas y asecho sobre su vida.

(III) Petición por justicia (vv. 13-15)

13 Levántate, oh Jehová;
Sal a su encuentro, póstrales;
Libra mi alma de los malos con tu espada,
14 De los hombres con tu mano, oh Jehová,
De los hombres mundanos, cuya porción la tienen en esta vida,
Y cuyo vientre está lleno de tu tesoro.
Sacian a sus hijos,
Y aun sobra para sus pequeñuelos.

15 En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia;
Estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza.

El salmista comienza esta última estrofa con una nueva invocación. Los imperativos “levántate, oh Jehová”; “sal a su encuentro”; “póstrales”; y “libra mi alma”, nuevamente ponen de manifiesto la urgencia del salmista en ser defendido de sus enemigos; hombres mundanos y materialistas que viven centrados en la realidad de sus propias experiencias, sentimientos, y en las cosas temporales del mundo; hábiles en buscar cómo dejar satisfecho a sus herederos con banalidades (v.14) pero, a la vez,  ignorantes del juicio que se les viene por vivir sin tener en cuenta a Dios. En contraste a todos estos hombres injustos (v.13), el salmista confía (y está satisfecho) en que su causa terminará no como sus enemigos esperan, sino con el Señor defendiendo su integridad y otorgándole las bendiciones de Su presencia (cp. “veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza” v.15).


APLICACIÓN PARA LA IGLESIA

¿Cómo podemos aplicar este salmo a nuestras vidas?

  1. Aumentando nuestro tiempo de oración con Dios. Recordemos que, al estar en Cristo Jesús, Dios está atento a nuestras oraciones, y por tanto, podemos y debemos orar siempre a Dios, y aún más en medio de las dificultades.
  2. Viviendo en integridad en todo tiempo. Recordemos que salmista siempre quería vivir en rectitud para con Dios (vv.1-5), por ello, aún en medio de las acusaciones injustas oró al Señor en el verso 6, diciendo: “sustenta mis pasos en tus caminos, para que mis pies no resbalen”. Hermanos, esta es una muy buena petición para vivir en integridad en tiempos difíciles.  
  3. Descansando en Su defensa. Es posible que, al igual que el salmista, nosotros también seamos acusados injustamente por algo que no hicimos. En tales casos, este salmo nos enseña a buscar al Señor, esperar y confiar en Su defensa por sobre todas las cosas; ya que, si bien los hombres pueden buscar nuestro mal con mentiras y perjuicio, finalmente es Dios quien conoce perfectamente nuestras vidas y el único que puede hacer verdadera justicia. Recuerda las palabras de Pedro, cuando hablando del Señor Jesucristo dijo: “el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente.” (1P. 2:22-23)

            Por tanto, hermano, si estas siendo acosado con mentiras y acusaciones injustas que dañan tu integridad, tú también puedes orar al Señor diciendo, con confianza, “Dios, tú eres mi defensor”.

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