Dios, confío en ti porque eres mi Protector.
Normalmente esperamos que una historia o exposición empiece con las ideas básicas, agregando conceptos, montando argumentos y llegando a una conclusión al final. La mayoría de los salmos que hemos estudiado han seguido este patrón, muchas veces finalizando con una afirmación de confianza en Dios. El Salmo 27 es distinto porque tiene su enfoque en el medio, como la cima del cerro, con ideas paralelas en ambos lados. (Esta estructura se llama quiasmo, porque forma una X.)
Dios, mi corazón no temerá porque me has protegido de mis enemigos (vv. 1–3)
Dios, te buscaré porque me esconderás en tu presencia (vv. 4–6)
Dios, sálvame (v. 7)
Dios, no te escondas de mí cuando te busque (vv. 8–10)
Dios, alienta mi corazón y protégeme de mis enemigos (vv. 11–14)
Así podemos ver que la petición central del Salmo 27 es el versículo 7: “Oye, oh Jehová, mi voz con que a ti clamo; Ten misericordia de mí, y respóndeme”. Si fuese el primer versículo del salmo, lo clasificaríamos como salmo de lamento individual, expresando una petición y clamando a Dios por ayuda en tiempo de peligro. Y es cierto, el salmo finaliza con una afirmación de confianza en Dios en el versículo 14: “Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; Sí, espera a Jehová”.
A la vez, el salmo empieza con afirmaciones de confianza en Dios utilizando varias metáforas: Dios es mi luz, es mi salvación, es mi fortaleza, ¿de quién temeré? Estas características son propias de un salmo de confianza. Podemos decir que el Salmo 27 es un salmo de lamento individual dentro de un salmo de confianza. Sin embargo, no queremos preocuparnos o distraernos por el género del salmo, debemos apreciar la belleza del poema. Así que, el Salmo 27 es un salmo de confianza que expresa la certidumbre de David en la protección de Dios.
1 Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? 2 Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, Para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron. 3 Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; Aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado.
La primera sección del salmo es una conversación que David tiene consigo mismo dentro de su corazón. Se recuerda de la protección que Dios le ha prometido, y compara a Dios con una luz, una salvación y una fortaleza. Las tres metáforas hablan de Dios como protector. Hay muchos lugares que no nos dan miedo durante el día, pero en la noche, las sombras y las tinieblas nos asustan. ¿Qué disipa el miedo más que la luz? La presencia poderosa de Dios en todo momento es una luz brillante que nos ayuda a ver todo como es. Con Dios como mi luz, ¿de quién temeré? También David compara a Dios con una salvación, un rescate. Con Dios todopoderoso a mi lado para salvarme, ¿de quién temeré? David compara a Dios con una fortaleza, un castillo fuerte al cual podemos huir. Con Dios protegiéndome como refugio, ¿de quién temeré? Conversando así consigo mismo en su corazón sobre la protección de Dios, David se calma y está confiado.
4 Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré;
Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida,
Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo.
5 Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal;
Me ocultará en lo reservado de su morada;
Sobre una roca me pondrá en alto.
6 Luego levantará mi cabeza sobre mis enemigos que me rodean,
Y yo sacrificaré en su tabernáculo sacrificios de júbilo;
Cantaré y entonaré alabanzas a Jehová.
Además, David afirma que busca estar en la presencia de Dios, porque allí encontrará la protección. Para David, la presencia de Jehová se ubica en el tabernáculo, el lugar en que Dios hizo que morara su presencia (cp. Deuteronomio 12:11; 14:23; 16:2, 6, 11; 26:2). Allí David quiere quedarse para siempre, adorando a Dios, reflexionando en las glorias de Dios, disfrutando de la protección de Dios y sacrificando ofrendas de gratitud y alabanzas a Dios por su salvación. David considera que la presencia de Dios es como una ciudadela hecha de roca, fuera del alcance de sus enemigos, por eso, siempre busca el rostro de Dios, o sea su presencia.
7 Oye, oh Jehová, mi voz con que a ti clamo;
Ten misericordia de mí, y respóndeme.
En la parte media, el clímax del salmo, encontramos el clamor de David. Él pide que Dios escuche su voz, que tenga misericordia de él y le responda en el momento de prueba. Antes de la prueba, David se ha recordado de su confianza en Dios, su luz, salvación y fortaleza (vv. 1–3). Ha repasado la seguridad y tranquilidad de estar en la presencia de Dios (vv. 4–6). Ahora, los enemigos han llegado y le amenazan entonces David tiene que poner en práctica su canción de confianza. Lo hipotético se ha vuelto práctico.
8 Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro.
Tu rostro buscaré, oh Jehová;
9 No escondas tu rostro de mí.
No apartes con ira a tu siervo; mi ayuda has sido.
No me dejes ni me desampares, Dios de mi salvación.
10 Aunque mi padre y mi madre me dejaran,
Con todo, Jehová me recogerá.
David nos cuenta que siguió el plan, se dio cuenta de que Dios es su protector y huyó a Él buscando su presencia en el momento de dificultad. David había ensayado en su corazón y había dicho a otros que buscaran a Dios, ahora tuvo que practicar lo que predicaba. Pide a Dios que no esconda su rostro de él, no se enoje con él, sea su ayuda, no le deje ni desampare, y le salve. David expresa su confianza en la protección de Dios al decir que confía más en Él que en sus propios padres. Si las personas que esperamos que nos cuiden nos dejan, Dios nos protegerá.
11 Enséñame, oh Jehová, tu camino,
Y guíame por senda de rectitud a causa de mis enemigos.
12 No me entregues a la voluntad de mis enemigos;
Porque se han levantado contra mí testigos falsos, y los que respiran crueldad.
13 Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová
En la tierra de los vivientes.
14 Aguarda a Jehová;
Esfuérzate, y aliéntese tu corazón;
Sí, espera a Jehová.
La sección final refleja la primera sección en que David conversaba una vez más consigo mismo en su corazón. De nuevo está instruyendo a su corazón a aprender el camino de Dios y seguir su senda. Se recuerda a sí mismo que otros le decepcionarán, por eso, debe confiar en la bondad y la soberanía de Dios. Finaliza amonestando a su propio corazón: “Espera a Jehová”.
Dios es el mismo todopoderoso protector hoy día y podemos confiar en su cuidado y su poder. Debemos recordarnos de las promesas de Dios y de su fidelidad en el pasado para que respondamos correctamente en el momento de la prueba. Podemos orar el Salmo 27 con esta frase sencilla, “Dios, confío en ti porque eres mi Protector”.
¿Cómo podemos aplicar el tema principal del Salmo 27 a nuestras vidas?
En primer lugar, debemos recordarnos de la presencia constante de nuestro Señor. En el Salmo 27, David buscaba la presencia de Dios, de hecho, huía a Dios por protección. Nosotros hoy en día no tenemos que buscar la presencia de Dios porque ya nos ha prometido estar siempre con nosotros. Jesucristo mismo dijo a nosotros sus discípulos: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Es fácil olvidar las palabras de Jesús en el momento de prueba, por eso, debemos repasar siempre las promesas de su presencia, recordándonos que no hay nada que “nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:39).
En segundo lugar, debemos confiar en el amparo continuo del Señor. No solo estará con nosotros en todo momento, Dios también estará siempre a nuestro lado; jamás nos dejará o abandonará. El autor de Hebreos nos recuerda que Dios nos ha prometido: “No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre” (Hebreos 13:5–6). Aún en las dificultades, hasta en persecución, Jesús siempre está con nosotros. Cuando Saulo fue a Damasco para detener y perseguir a la iglesia, Jesús mismo le enfrentó en el camino, y “cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues” (Hechos 9:4–5). Debemos destacar que Jesús se identificó como aquel a quien Saulo perseguía. Jesús está con nosotros aún en las pruebas más difíciles.
En tercer lugar, debemos preparar el corazón para las dificultades. Podemos aprender del buen ejemplo de David, quien conversaba con su corazón antes que llegara la prueba. Por eso, nuestros testimonios de la bondad y la gracia de Dios con nosotros son de ánimo para nuestros corazones. Podemos repasar la bondad y protección de Dios en el pasado y animarnos a seguir confiando en Él en el futuro. Debemos predicarnos el evangelio a nosotros mismos, aprendiendo más de la doctrina de la salvación para ver la gracia y el poder de la salvación de Dios en nuestras vidas. Confiemos en la protección de Dios y conversemos unos con otros animándonos acerca de su bondad en nuestras vidas.