Orando los Salmos: Salmo 26

Dios, me encomiendo a tu justicia.

El Salmo 26 es un salmo de lamento individual, en que observamos una conversación entre David y Dios. Es un salmo que expresa el deseo de David que Dios le vindique o defienda. Después de haber recibido duras críticas de sus enemigos o personas en contra de él, David se acerca a Dios en la oración, componiendo este salmo de lamento individual.

Cuando recibimos críticas o alguien habla mal de nosotros, ¿a quién vamos? Tal vez llamamos a un amigo para quejarnos de que no es justo, tal vez publicamos nuestro propio ataque contra ellos en las redes sociales, tal vez tratamos de defendernos en público para que todos entiendan que no tenemos la culpa.

En el Salmo 26, David lleva su carga a Dios, y entrega su defensa a Él en vez de defenderse ante sus enemigos. El salmista llama a Dios a probar su corazón (vv. 1–2), expone su caso a Dios (vv. 3–5) y afirma su compromiso con Dios (vv. 6–8). Los últimos versículos repiten la petición de David por la misericordia de Dios (vv. 9–10) y el salmo finaliza afirmando su confianza en la justicia de Dios (vv. 11–12).

Júzgame, oh Jehová, porque yo en mi integridad he andado;
He confiado asimismo en Jehová sin titubear.
Escudríñame, oh Jehová, y pruébame;
Examina mis íntimos pensamientos y mi corazón.

En la primera sección de este salmo, David llama a Dios para que le examine. Según lo que conoce David, andaba en integridad y confiaba en Dios sin vacilar (v. 1), sin embargo, quiere que Dios le pruebe, porque sólo Dios puede ver el corazón y conocer los pensamientos más íntimos (v. 2). Es decir, David no depende de las críticas de sus enemigos, tampoco confía en su propia estimación de sí mismo, sabe que Dios es el único omnisciente.

Porque tu misericordia está delante de mis ojos,
Y ando en tu verdad.
No me he sentado con hombres hipócritas,
Ni entré con los que andan simuladamente.
Aborrecí la reunión de los malignos,
Y con los impíos nunca me senté.

En esta segunda sección, David expone su integridad a Dios. Ha vivido conforme a las promesas y la Palabra de Dios (v. 3), no ha vivido una doble vida, adorando a Dios en público y conspirando maldad en secreto (vv. 4–5). David puede defenderse y proclamar su integridad, pero finalmente Dios es el único que conoce todos los secretos que se esconden.

Lavaré en inocencia mis manos,
Y así andaré alrededor de tu altar, oh Jehová,
Para exclamar con voz de acción de gracias,
Y para contar todas tus maravillas.
Jehová, la habitación de tu casa he amado,
Y el lugar de la morada de tu gloria.

No sólo ha vivido en integridad en el pasado, David también está comprometido con vivir en el temor de Dios en el futuro, adorándole en el tabernáculo. Se describe un culto en el tabernáculo, en que uno entra y se lava las manos antes de acercarse al altar (v. 6). En el altar se ofrecen sacrificios: por el pecado, para pagar votos, para dar acciones de gracias a Dios, agradeciéndole por todas sus bendiciones (v. 7). Los cultos de adoración a Dios siempre llenan a David con gozo y alegría al entrar en la presencia de Dios (v. 8).

9 No arrebates con los pecadores mi alma,
Ni mi vida con hombres sanguinarios,
10 En cuyas manos está el mal,
Y su diestra está llena de sobornos.
11 Mas yo andaré en mi integridad;
Redímeme, y ten misericordia de mí.
12 Mi pie ha estado en rectitud;
En las congregaciones bendeciré a Jehová.

David finaliza el salmo repitiendo su petición que Dios le rescate de sus enemigos y sus tácticas deshonestas (vv. 9–10), repitiendo su compromiso de vivir con integridad y bendecir a Dios (vv. 11–12). Si pensamos en el lamento de este salmo, empieza con las duras críticas y acusaciones de sus enemigos, pero en vez de enfocarse en sí mismo, David se encomienda a la justicia de Dios, y finaliza afirmando su confianza que Dios siempre es justo. Demostramos que creemos que Dios es soberano y justo cuando estamos dispuestos a encomendar nuestras vidas y reputaciones a Dios. Hoy día podemos orar el Salmo 26 con esta frase sencilla, “Dios, me encomiendo a tu justicia”.

¿Cómo podemos aplicar el tema principal del Salmo 26 a nuestras vidas?

Es normal que queramos defendernos cuando recibimos críticas, en especial si las acusaciones son falsas. Es fácil creer que debemos tomar el asunto en nuestras propias manos, arreglar la situación y dejar las cosas claras. Ya que creemos que Dios es completamente justo y soberano, podemos encomendarnos a su justicia.

Como discípulos de Jesucristo, también seguimos el ejemplo que nuestro Señor nos dejó. Nunca cometió ningún pecado, sino siempre andaba en integridad. Cuando sus enemigos le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa a Dios que juzga justamente (1ª Pedro 2:23). Cuando sufrimos los ataques y críticas de otros, debemos seguir el ejemplo de Jesús.

El apóstol Pedro medita en el tema de sufrir como cristiano y llega a esta conclusión: “De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien” (1ª Pedro 4:19). Sus consejos reflejan este salmo de David. Primero, nuestro sufrimiento es la voluntad de Dios. La voluntad de nuestro Dios soberano es su propia gloria, no es nuestra comodidad. Segundo, nuestra necesidad más grande en los sufrimientos es confiar en el Dios soberano. El mismo Dios que creó todo el universo y lo mantiene para su gloria es capaz de cuidarnos a pesar de las dificultades. Tercero, nuestra responsabilidad en los sufrimientos es obedecer la Palabra de Dios. Mientras confiamos en nuestro Dios soberano, debemos seguir “haciendo el bien”. Debemos transitar nuestras vidas en santidad (1ª Pedro 1:13–16; 2:11–12), obedeciendo las autoridades (2:13–3:6), y amándonos unos a otros (3:8; 4:8–11). Cuando sufrimos los ataques y críticas de otros, debemos encomendar nuestras vidas al Dios justo.

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