Continuando con nuestra breve serie de la doctrina de la salvación, esta semana aprenderemos un poco más sobre:
LA ADOPCIÓN
Antes de comenzar el estudio de este tema, me gustaría que recordemos algunas cosas que hemos estado aprendiendo. (1) En primer lugar, recordemos que Dios es el Creador Santo y el Juez de toda la creación, y ha determinado que el castigo por el pecado es la muerte eterna (Ez. 18:4; Mt. 10:28; Ap. 20:11-15). (2) En segundo lugar, recordemos que después de la desobediencia de Adán, el pecado pasó a toda la humanidad, dejando a cada uno de los Hombres lejos de la gloria de Dios, espiritualmente muertos, completamente injustos e incapaces de buscar a Dios, arrepentirse y dejar de pecar contra Él (Ro. 5:12 cp. Ecl. 7:20, 29); lo que, a su vez, los vuelve irremediablemente merecedores del castigo infinito del Dios infinito. (3) Y, en tercer lugar, recordemos que Dios, antes de los siglos, escogió libre y soberanamente a pecadores condenados para salvarlos en Cristo Jesús y traerlo a la comunión y vida eterna (Ef. 1:3-14); a quienes también, a su debido tiempo, llama a través de la predicación del evangelio, les imparte vida espiritual (regenera) para que, instantánea y simultáneamente se arrepientan y crean en Jesucristo como la única esperanza para su condición de pecado y justa condenación; y les libra de la pena de muerte a razón de la justificación por la Fe en Jesucristo.
En resumen, todos los Hombres, por cuanto son pecadores injustos delante de la presencia de Dios, están separados de Dios, son hijos de ira y merecen sufrir el justo e inevitable juicio por sus pecados siendo arrojados para siempre a la muerte eterna. Sin embargo, Dios, quiso hacer notorias las riquezas de Su gran misericordia, amor y bondad para con ellos; escogiendo, llamando, regenerando y justificando a pecadores bajo sentencia de muerte para salvarlos por gracia por medio del Arrepentimiento y Fe en Jesucristo. ¡Bendito sea Dios!
Y, hermanos, aunque parezca imposible añadir algo más a la ya inmensa obra del Dios de toda gracia, la verdad es que su inconmensurable amor una vez más se hace evidente cuando el Señor, además de escoger, llamar, regenerar y justificar al que era hijo de ira y desobediencia, lo toma y lo hace miembro de Su familia divina, otorgándole todos los derechos y privilegios como hijo, por medio de la Adopción.
I. Adopción
La Adopción es la doctrina bíblica que enseña que Dios Padre declara al creyente como su hijo, con todos los derechos y privilegios. En otras palabras:
(1) Que Dios Padre “declare al creyente como su hijo”, significa que el Señor no solo justifica (declara justo y libre de condenación) a los que creen en Jesucristo sino que además les confiere la gloriosa posición de hijos e hijas del Dios Todopoderoso. En este sentido, la adopción es la declaración legal del Juez divino de que aquel que es justificado por la fe en Jesucristo ha sido hecho miembro de Su familia y ha recibido una posición que antes no tenía, ni podía tener; ya que, es solo por la Fe que el creyentes es declarado hijo de Dios. Y en cuanto a esto, el Apóstol Juan escribió: “más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre[Jesucristo], les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Jn. 1:12). Así mismo, Pablo escribió a los creyentes de Galacia diciendo: “pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús” (Gá. 3:26). Así que, no es por obras, ni por derecho natural, sino que es solo por la Fe en Jesucristo que un Hombre puede ser declarado “hijo de Dios” y experimentar una relación única y familiar con Él. Y por el contrario, el que no cree en Jesucristo, simplemente no tiene, y no puede experimentar ese tipo de relación filial con Dios; y no importa cuántas cosas haga, ni cuantas mandas cumpla, ni cuantas velas prenda, ni cuan digno crea que se sienta; si alguien no cree en Jesucristo con fe salvadora no es, ni puede ser un hijo de Dios; puesto que su incredulidad es una clara evidencia de que aún no ha sido regenerado por el Espíritu, ni ha sido justificado por el Juez justo, ni ha sido salvado de sus pecados, ni ha sido adoptado como hijo de Dios por la Fe en Cristo Jesús.
Ahora, ¿qué hay de la enseñanza popular que dice que “todos los hombres son hijos de Dios por defecto”? Ciertamente, hay quienes argumentan diciendo que “Dios es Padre de todos” y, en consecuencia, “todos son hijos de Dios”; sin necesidad de hablar de nuevo nacimiento, ni justificación, ni adopción, ni evangelio, ni fe, ni arrepentimiento, ni nada; sin embargo, hermanos, ese es un error. Nadie es “hijo de Dios por defecto”. Y es más, en el sentido que la doctrina de la adopción enseña, Dios no es el Padre de todos, ni todos los hombres son hijos de Dios. Ahora bien, es cierto que la Biblia habla de un tipo de “paternidad” que el Dios tiene con toda su creación (véase Is. 64:8; Mal. 2:10; Hch. 17:24-29; He. 12:9), no obstante, ésta solo reconoce que Dios es el Creador de la humanidad y, en consecuencia, el “Padre creativo” de los Hombres. Algo completamente distinto a lo establecido en la adopción divina donde Dios no solo es el Creador sino que además viene a ser el Padre Redentor de todos los que son justificados y declarados hijo de Dios por la fe en Jesucristo. Por tanto, que Dios sea el creador común de todos los seres humanos no significa que todos sean sus hijos en el sentido espiritual indicado en esta doctrina. Y es más, Jesús, hablando con los religiosos de su época, dice esto mismo (y con mayor severidad) cuando señala que todos los incrédulos son espiritualmente hijos de Satanás y no de Dios. En la conversación, Jesús hace una clara distinción entre su Padre celestial y el padre de los incrédulos (Jn. 8.38), niega que Dios sea Padre de ellos (Jn. 8:42), y declara de forma explícita: “vosotros sois de vuestro padre el diablo” (Jn. 8:44). Así mismo, el apóstol Juan comentando sobre la distinción espiritual entre los “hijos de Dios” y los “hijos del diablo” observa que estos últimos son aquellos que están esclavizados al pecado y no practican la justicia (1 Jn. 3:10). Por otro lado, la Biblia también hace claras distinciones entre los “hijos de la carne” y los “hijos de Dios” (Ro. 9:8), y entre los “hijos de luz” y los “hijos de oscuridad” (Ef. 5:8), etc. Hermanos, todos estos pasajes se oponen a cualquier entendimiento de una “adopción universal por defecto” o una relación filia (o paternidad redentora) fuera de la Fe en Jesucristo. Y de hecho, en lugar de ser hijos de Dios, los Hombres incrédulos y sin Cristo se les describe como “hijos de desobediencia” (Ef. 2:2; 5:6). Y lejos de relacionarse con Dios como “hijos amados” (Ef. 5:1), todos los Hombres muertos espiritualmente son “por naturaleza hijos de ira” (ef. 2:3); a menos que, oigan el llamado de Dios por el evangelio, sean vivificados por el Espíritu Santo, se arrepientan de sus pecados, se vuelvan al Señor, y crean en Jesucristo para salvación. Solo aquellos que confían en Jesucristo y creen en Su nombre reciben la potestad de ser “hechos hijos de Dios” (Jn. 1:12).
(2) Que el creyente sea declarado hijo de Dios con “todos los derechos y privilegios” significa que al momento de ser recibido miembro de la familia de Dios, inmediatamente el Padre Celestial le brinda al creyente todos los beneficios de hijo y heredero. Como por ejemplo: (a) La residencia permanente del Espíritu Santo y el privilegio de llamar al Creador del universo: “Padre”. Hablando de esto, Pablo escribió a los creyentes de Galacia diciendo que, por cuanto son hijos, Dios envió a sus corazones el Espíritu Santo (Gá. 4:6-7); y luego, a los creyentes de Roma les dice que han recibido el espíritu de adopción por el cual pueden clamar “Abba, Padre” (Ro. 8:15-16 cp. Mr. 14:36); que es una expresión cercana, familiar, tierna e íntima para referirse al Dios Soberano. (b) El cuidado paternal del Padre celestial. Ya que, debido a la relación familiar que el creyente tiene con Dios, el Padre puso a su disposición toda la riqueza de su amorosa compasión, protección, provisión y beneficencia. La disposición de Dios hacia el creyente es la del padre con sus hijos, ávido por manifestar bondad. Algo que el salmista describió muy bien cuando dijo: “Como el padre se compadece de los hijos, se compadece el Señor de los que le temen” (Sal. 103:13). Por otra parte, Jesús mismo ilustró los cuidados paternales de Dios con sus hijos cuando dijo: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá… ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” (Mt. 7:7-11). (c) El amoroso entrenamiento del Padre celestial para el crecimiento de la santidad. El autor de Hebreos, exhortando a los creyentes a permanecer en la Fe, anima a sus hermanos a recordar que Dios permite las dificultades de la vida para que puedan crecer en santidad siendo más como Jesús. (He. 12:5-10). Algo que también Pablo le recordó a los Romanos cuando dijo: “Y sabemos que a los que aman a Dios [sus hijos] todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció también los predestinó para que fuese hechos conforme a la imagen de su Hijo [Jesucristo]” (Ro. 8:28-29). (d) La unidad que disfruta junto a sus hermanos y hermanas en Cristo. Cuando Dios adopta al creyente, no solo lo declara hijo suyo sino que, además, lo hace miembro de su enorme familia espiritual (nótese el uso de “hermano” en Ro. 1:13; 8:12; 12:1; 1Co. 1:10; 6:8, Fil. 4:1; 1Ti. 5:1-2, et al.). Una verdad que el apóstol Pablo quiso destacar en su cartas a los Efesios, cuando dijo: “porque por medio de él [Jesucristo] los unos y los otros tenemos entrada por un mismos Espíritu al Padre. Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios.” (Ef. 2:19-20), y un poco más adelante, dice: “os ruego que andéis como es digno… solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu… un Señor, una fe… un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.” (Ef. 4:1-5). (e) La desvinculación total de su relación anterior. La adopción, como lo implica claramente el término, es un acto de transferencia desde una familia ajena a la familia de Dios. Por ende, el que es adoptado hijo de Dios es libre de toda relación espiritual con su antiguo padre, el diablo. Es decir, el que es miembro de la familia de Dios ya no está bajo la esclavitud del pecado ni los deseos de Satanás (cp. Jn. 8:44; 1Jn. 3:8). Ya no es más un “hijo del diablo” (1Jn. 3:10), ni “hijo de ira y desobediencia” (Ef. 2:3). Ahora es hijo de Dios por la Fe en Jesucristo, y su Padre es Dios, el Rey Altísimo. (f) La garantía de una herencia incorruptible: la vida eterna. La Biblia dice que cuando el creyente es adoptado, ya no es esclavo, sino hijo, “y si hijo, también heredero” (Gá. 4:7); y heredero de una herencia “incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos” (1P. 1:4), la cual está asegurada por la unión que tiene el creyente con Jesucristo (“coherederos con Cristo” Ro. 8:17); es decir, todo lo que Jesucristo recibirá por derecho divino como Hijo natural (y eterno) de Dios, los creyentes lo recibirán por la gracia divina como hijos adoptivos de Dios. Porque Jesucristo es el Hijo de Dios, todo lo que posee el Padre le pertenece a Él. Y porque el creyente está en Jesucristo y es hijo de Dios por la fe en Él, todo lo que es de Jesucristo es suyo, siendo la principal de estas bendiciones celestiales, es la promesa de un una vida eterna en cuerpo glorificado a semejanza del cuerpo resucitado de Jesucristo, libre de pecado, corrupción, enfermedades, y muerte (1Co. 15:23, 42:44; Fil. 3:20-21). (g) El ser llamado hijo de Dios. Como ya se ha dicho, la adopción divina no se puede obtener por obra ni mérito; no es un derecho natural ni una transferencia familiar ni una decisión del Hombre (“nadie viene al Padre…” Jn. 14:6). Dios es quien adopta y quien otorga el derecho de ser llamado hijo de Dios a todo aquel que cree en Jesucristo. En este sentido, el único requerimiento divino para ser hijo de Dios es creer en la persona y en la obra de Jesucristo para salvación (Gl. 4:5). Ese era el plan de Dios desde el principio: “ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo” (Ef. 1:5); el eterno Hijo de Dios, quien recorrió la infinita distancia entre el cielo y la tierra, unió la naturaleza de Dios y la del Hombre en su propia persona, vivió una vida perfecta de obediencia a Dios, ofreció su vida en favor de pecadores y fue abandonado por su Padre en la cruz para que todo aquel que cree en Él pueda ser absuelto de la culpa legal del pecado y ser acogido legalmente como miembro de su familia y portador del nombre de su Padre celestial. Pues, como escribió el apóstol Juan, “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios” (1Jn. 3:1)
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En resumen, la Adopción es una demostración única y gloriosa del superabundante amor de Dios y Su gracia infinita, puesto que en ella aprendemos que Dios Padre declara como hijos suyos a pecadores, quienes habiendo sido regenerados y justificados por la Fe en Jesucristo, son recibidos como miembros de Su familia divina con todos los derechos y privilegios de hijos, herederos y coherederos juntamente con Cristo.
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II. Aplicaciones prácticas de la Adopción
Ahora bien, ¿cómo podemos aplicar esta doctrina a nuestras vidas?
(1) La doctrina de la adopción nos recuerda que solo hay dos tipos de personas en el mundo: Los hijos de Dios y los hijos del diablo. Como ya se ha mencionado, no es bíblicamente correcto decir que “todos los hombres son hijos de Dios por defecto”. Ser hijos de Dios no es una condición que se adquiere por nacimiento natural ni por linaje familiar – Y es más, Dios no es abuelo de nadie –. Ser miembro de la familia de Dios es un don divino que se recibe por creer en Jesucristo. Por tanto, la cuestión es simple: si no crees en Jesús, no eres hijo de Dios; aún eres hijo del diablo, todavía estás bajo esclavitud del pecado, todavía eres hijo de ira.
Por tanto, no está demás considerar nuevamente las palabras de Jesús, cuando dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al Padre sino por mí” (Jn. 14:6). Dicho de otro modo, nadie entra a la familia de Dios y le llama “Abba, Padre” si antes no cree en Jesucristo (Jn. 3:35-36). Por tanto, la pregunta para ti el día de hoy es: ¿crees en Jesucristo, el Hijo de Dios, el único mediador entre Dios y lo Hombres, y el único y suficiente salvador de tu alma?
(2) La doctrina de la adopción nos recuerda la superabundancia del amor de Dios, nuestro Padre. Hermano, piensa en lo siguiente: Que Dios nos haya llamado a la Salvación por medio del ofrecimiento de su propio Hijo en la cruz, ya es una obra de gracia asombrosa – ¿No es así? –. Que Dios nos haya impartido nueva vida espiritual en la regeneración, ya es una bendición indecible – ¿Estás de acuerdo? –. Que Dios nos haya liberados de la pena del pecado y la condenación, y declarado justos en Cristo, ya es, de por sí, un privilegio extraordinario – ¿No lo crees? –. Y si el otorgamiento de la gracia de Dios en la salvación se hubiera detenido en el llamamiento, la regeneración y la justificación, de seguro que, ninguno de nosotros hubiera cuestionado su bondad, ni su misericordia, ni hubiera considerado que Su gracia sea deficiente – ¡Por el contrario! –. Sin embargo, hermanos, el plan eterno de Dios para la salvación del Hombre no solo consistió en lo que ya hemos mencionado, sino que, además de estas cosas, el Señor quiso hacernos ver la superabundancia de Su inagotable amor e infinita gracia al adoptarnos hijos suyos para que no solo podamos relacionarnos con Él como el Salvador, el Dador de la vida espiritual y el Proveedor de la justicia, sino también como nuestro Padre amoroso ¡Que verdad tan gloriosa! ¿Cómo no admirar y gozarse en el amor infinito de Dios? “Mirad cuán gran amor nos ha otorgado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; y, hermanos, eso somos…” (1Jn. 3:1 LBLA).
(3) La doctrina de la adopción nos recuerda el privilegio de orar a Dios, nuestro Padre. Un cristiano llamado James Packer en su libro “El conocimiento de Dios” escribió los siguiente: “Si queremos juzgar qué tan bien comprende alguien el cristianismo, averigüemos cuánto valor le da el pensamiento de ser hijo de Dios, y tener a Dios como su Padre. Si este pensamiento no es el que impulsa y rige su adoración y sus oraciones y toda su percepción de la vida, significa que no entiende nada bien lo que es el cristianismo” (p. 201). Hermanos, uno de los más grandes privilegios de nuestra adopción es ser capaces de hablar con Dios y relacionarnos con Él como un Padre bueno y amoroso: aprovechémosla. Por la Fe fuimos adoptados miembros de su familia. Somos hijos de Dios. Dios es nuestro Padre. En Jesucristo podemos orar a Dios llamándole “Padre nuestro” (Mt. 6:9). Y en el Espíritu Santo podemos clamar a Él diciendo: “¡Abba Padre!” (Ro. 8:15-16).
(4) La doctrina de la adopción nos recuerda nuestra herencia celestial. Hermano, ¿Estás afligido? ¿Estás triste? ¿Perdiste bienes en este mundo? ¿Estás atribulado por las circunstancias que vives? Recuerda que tenemos herencia en los cielos; una vida eterna junto a Dios, sin pecado, ni aflicciones y llantos. Anímate con estas verdades. Anímate con las palabras del apóstol Pedro, cuando dijo: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su gran misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para [nosotros], que [somos] guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.” (1P. 1:3 cp. Ef. 1:11-14)
(5) La doctrina de la adopción nos recuerda que debemos de vivir en santidad como hijos del Dios Santo. Hermanos vivir una vida santa (1P. 1:14-16) no conformándose a los deseos de este mundo sino a los deseos de Dios, siendo irreprensibles y sin manchas en medio de una generación maligna y perversa (Fil. 2:15), debe ser la conclusión lógica a la doctrina de la Adopción. Recordemos que Dios es nuestro Padre, y nosotros somos hijos e hijas del Dios Santo (2Co. 6.18). Y si disfrutamos de tan exaltada posición como hijos adoptados en la familia de Dios, y gozamos de todos los derechos y privilegios como hijos e hijas del Todopoderoso, entonces debemos responder tal como escribió el apóstol Pablo a los creyentes de Éfeso, diciendo: “Sean, pues, imitadores de Dios como hijos amados… fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre ustedes, como conviene a santos; ni palabra deshonesta, ni necedades ni truhanerías [engaños/estafas], que no convienen, sino antes bien acciones de gracias… nadie los engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. No sean, pues, partícipes con ellos. Porque en otro tiempo eran tinieblas, mas ahora son luz en el Señor, vivan como hijos de luz… comprobando lo que es agradable al Señor. Y no participen en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien repréndanlas… Examinen, con diligencia como están viviendo, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto no sean insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor… sean llenos del Espíritu, hablando entre ustedes con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones, dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo”. (Ef. 5:1-20).
PREGUNTAS DE REPASO
Verdadero o Falso (justifique su respuesta)
- Dios es el Creador y el Juez Santo___
- Después del pecado de Adán, solo algunas razas de los Hombres quedaron bajo condenación y muerte eterna____
- No hay ninguna forma que el Hombre sea declarado justo delante de Dios, ni siquiera por medio de la Fe en Jesucristo___
- Dios quiso hacer notorias las riquezas de su gran amor, salvando a pecadores por gracia por medio del arrepentimiento y fe en Jesucristo____
- La Adopción divina es una muestra del superabundante amor e infinita gracia de Dios___
- Ser adoptado “hijo de Dios” tiene bendiciones presentes y eternas___
Preguntas de estudio
- ¿Qué enseña la doctrina bíblica de la Adopción?
- En sus palabras ¿en qué consiste la Adopción?
- ¿Qué significa que Dios Padre “declare al creyente como su hijo”?
- ¿Es bíblicamente correcto decir “todos los hombres son hijos de Dios por defecto” (sin hablar del evangelio ni la fe en Cristo)? ¿Por qué?
- ¿Qué significa que el creyente sea declarado hijo de Dios con “todos los derechos y privilegios”? ¿Puedes mencionar algunos de esos derechos y privilegios?
Preguntas de aplicación y reflexión
- ¿Habías pensado en los derechos y privilegios que tienes al ser adoptado hijo de Dios?
- ¿Puedes describir cómo sería nuestra vida eterna si hubiéramos tenido la regeneración y la justificación y los otros privilegios de la salvación, pero no la adopción en la familia de Dios? ¿Qué sientes cuando piensas en que Dios te haya adoptado Su hijo?
- ¿Cuál de las aplicaciones propuestas en el estudio te llamó más la atención? ¿por qué? ¿cómo la aplicarás de manera práctica en tu vida?
- ¿Cómo te ayuda la doctrina de la Adopción para predicar el evangelio?