Dios, tú estás conmigo, no temeré
El salmo 56 es un lamento individual, y como todos los salmos que pertenecen a este género, el salmista comienza clamando a Dios por una situación angustiosa, pero termina declarando confianza en Él y en la obra que realizará a su favor. En particular, David, el autor de este salmo, comienza su oración pidiendo misericordia a Dios por causa de la constante opresión de sus enemigos (vv.1-2). Luego, continúa pidiendo al Señor que frustre los planes de sus perseguidores y le pague conforme a la maldad de sus corazones (vv. 5-9). Finalmente, el salmista termina su oración con expresiones de esperanza y confianza en Dios, acompañadas con promesas de alabanza que reconocen el poder liberador del Señor (vv. 10-13). La idea central de este salmo es la confianza en Dios a pesar de las amenazas de los hombres y el temor de las circunstancias; lo que, en una frase sencilla, se puede resumir en la siguiente oración: “Dios, tú estás conmigo, no temeré”.
EXPLICACIÓN DEL SALMO
El título del salmo 56, que dice: “Al músico principal; sobre La paloma silenciosa en paraje muy distante. Mictam de David, cuando los filisteos le prendieron en Gat”, contiene una referencia histórica que nos ayuda a ubicar este salmo dentro de un contexto real en la vida de David. La última parte del título (“cuando los filisteos le prendieron en Gat”), posiblemente se está refiriendo a aquel momento registrado en el primer libro de Samuel capítulo 21, cuando David, siendo injustamente perseguido por Saúl a causa de su buena fama, huye de su presencia, entra a la ciudad de Gat y finge estar loco delante de los filisteos porque tuvo gran temor de Aquis, rey de Gat (vv. 10-15). Y, de ser así, esta parte del título nos ayuda a tener presente que David ora a Dios hallándose dentro de un escenario donde hay persecución, peligro inminente, y temor real; y es inmerso en ese contexto que el salmista clama, diciendo:
1Ten misericordia de mí, oh Dios, porque me devoraría el hombre;
Me oprime combatiéndome cada día.
2Todo el día mis enemigos me pisotean;
Porque muchos son los que pelean contra mí con soberbia.
3En el día que temo,
Yo en ti confío.
4En Dios alabaré su palabra;
En Dios he confiado; no temeré;
¿Qué puede hacerme el hombre?
El salmo 56 comienza con David suplicando por la misericordia de Dios a causa de la constante opresión de sus enemigos. De hecho, tanto era el acoso de sus perseguidores que el salmista los describe como hombres soberbios y voraces, que todo el día están asechando, y como animales de caza se esconden, vigilan, y esperan el momento adecuado para salir de sus escondites y devorar a su presa (véase vv.1-2; 5-6). Sin embargo, aún en medio de estas circunstancias hostiles, David declara confianza y seguridad en Dios (vv. 3-4). El salmista conoce el poder de Dios, confía en Su palabra, y ha decidido esperar en Él. David sabe que el Dios todo poderoso está de su lado (v.9), por lo que reflexiona, y dice: “En Dios he confiado; no temeré; ¿qué puede hacerme el hombre?”.
5Todos los días ellos pervierten mi causa;
Contra mí son todos sus pensamientos para mal.
6Se reúnen, se esconden,
Miran atentamente mis pasos,
Como quienes acechan a mi alma.
7Pésalos según su iniquidad, oh Dios,
Y derriba en tu furor a los pueblos.
8Mis huidas tú has contado;
Pon mis lágrimas en tu redoma;
¿No están ellas en tu libro?
9Serán luego vueltos atrás mis enemigos, el día en que yo clamare;
Esto sé, que Dios está por mí.
El salmo 56 continua con una nueva descripción de los sigilosos acosadores del salmista (vv. 5-6). David los identifica como hombres que persistentemente le acusan sin causa y desean su mal (v.5), hombres que a escondidas le asechan atentamente intentando alcanzar su alma (v.6). Sin embargo, David sabe que, con todo, sus asechadores no se pueden ocultar de Dios. Él conoce todas las iniquidades de sus enemigos y los sufrimientos por los cuales ellos le han hecho pasar (vv.7-8). Por lo que, David pide a Dios que no los deje escapar y que, al tomar en cuenta todos sus males (v.8), en Su enojo los derribe (v.7). David confía en que Dios hará justicia, oirá su oración y atenderá su causa porque, como dice al final del verso, Dios está de su lado (v.9).
10En Dios alabaré su palabra;
En Jehová su palabra alabaré.
11En Dios he confiado; no temeré;
¿Qué puede hacerme el hombre?
En estos versos, nuevamente David repita las palabras del versículo 4 a fin de reitera que su confianza está “en Dios” (cp. Sal. 56:4, 10-11 NVI). Y, a la verdad, el salmista no solo reconoce que el Señor es su seguridad y su refugio, sino que, además, la base de su confianza está en lo que Jehová ha dicho, Sus palabras, las cuales se ha propuesto alabar. David concluye esta sección de su oración con una pregunta (retórica) que exige una respuesta de seguridad y confianza. De modo que, cuando plantea el asunto de: “¿Qué puede hacerme el hombre?”, la única respuesta es: ¡Nada!
Ahora bien, no está demás decir que, con estas palabras, David no está diciendo que se ha convertido en un intrépido siervo de Dios. Es más, en ningún momento el salmista ha ocultado sus temores en el pasado o en el presente (cp. v. 3). Así mismo, el salmista no está diciendo que sus perseguidores sean incapaces de herirle, capturarle y hacerle algún mal. Por el contrario, las amenazas de sus enemigos son reales y David ha tenido que sufrir mucho por causa de ellos; e inclusive, huyendo en incontables ocasiones (v. 8). Por tanto, la base de la confianza del salmista no tiene (tanta) relación con lo que los hombres puedan, o no, hacer en su contra, sino que se funda sobre la verdad (comprobada por la Palabra de Dios) de que sus enemigos no pueden hacer nada en contra de la voluntad de Dios para su vida. Es decir, David está confiado en que el hombre no podrá dañarle si Dios no quiere que sea dañado, el hombre no podrá mantenerle cautivo si Dios ha determinado darle libertad, el hombre no podrá encontrarle si Dios no quiere que sea alcanzado, el hombre no podrá vencerle si Dios ha decidido librarle de sus angustias, y el hombre no podrá huir de la retribución de sus propios actos si el poderoso brazo de Dios ha determinado hacer juicio y dar pago a sus maldades. David sabe que el poder y las acciones de los hombres no son comparables con el poder y las acciones de Dios. Por lo que la pregunta retórica al final del verso “¿qué puede hacerme el hombre?” toma aún más fuerza, ya que David está seguro de que la maldad de sus enemigos no es más grande que la misericordia de Dios, ni sus acciones más fuertes que el brazo de Dios, por lo que, ya no tiene nada que temer, sino solo confiar que el Señor le dará descanso de sus perseguidores, guardará su vida, atenderá su causa, y juzgará a sus enemigos.
12Sobre mí, oh Dios, están tus votos;
Te tributaré alabanzas.
13Porque has librado mi alma de la muerte,
Y mis pies de caída,
Para que ande delante de Dios
En la luz de los que viven.
El salmo 56 finaliza con David expresando su gratitud a Dios porque sabe que Él escucha sus oraciones, lo que le impulsa a ofrecer voto de sacrificios y alabanzas, ya que puede estar confiado que el Señor le librará de la muerte y le dará descanso sus aflicciones, sin que sus enemigos puedan oponerse.

APLICACIÓN DEL SALMO
Ahora, ¿Cómo podemos aplicar este salmo a nuestras vidas?
En primer lugar, el salmo 56 nos recuerda que, mientras estemos en este mundo habrá dificultades, temores y amenazas paralizantes, sin embargo, el antídoto a todo ello es la viva confianza en Dios.
Como hemos visto en este estudio, la vida de David es un ejemplo claro de que habrá injusticias, persecuciones y temores en la vida de los que quieren agradar a Dios (cp. 2Ti. 3:12). Lo cual, no es (ni debe ser) un razón para que los creyentes caigamos en el fatalismo, la depresión, el egoísmo, o el aislamiento; por el contrario, las aflicciones de la vida son excelentes oportunidades para demostrar que confiamos en Dios no solo de palabras, sino también de hechos.
Hermanos, hermanas, ¿de qué manera estás demostrando que confías en Dios en medio de las circunstancias que vives? ¿Tienes temor de los hombres? ¿Tienes temor de algo creado? ¿Tienes temor de la muerte o la enfermedad? ¿Te aflige tanto una situación que te paralizas y no haces lo que Dios quiere que hagas? Si nos fijamos bien, la oración de David en este salmo también nos enseña que no debemos dejar de hacer lo que debemos hacer cuando estábamos bajo la mirada de los pecadores. Aún con sus enemigos al asecho, David siguió confiando en Dios, orando a Dios, esperando en Él, y ofreciendo sacrificios al Señor y alabanzas a Su palabra. De igual manera, los creyentes debemos demostrar nuestra confianza en Dios de manera práctica, a pesar de las circunstancias. Y de esto, el autor de la carta a los Hebreos, tiene mucho que decir porque él mismo exhortó a sus hermanos en el capítulo 13:1-6 que padecían persecución a NO caer en la tentación del paralizante egoísmo de la comodidad y el bien personal, sino permanecer en el amor fraternal, la hospitalidad, la empatía con los necesitados, la consideración de los otros, la santidad del matrimonio, la generosidad, y la gratitud a Dios, siendo la base de su exhortación las siguientes palabras: “…porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre.” (v. 5b-6). Hermanos, el temor al hombre nos puede paralizar, eso es un hecho; pero el antídoto es la confianza en Dios, ésta nos impulsa a serle obediente y hacer Su voluntad, a pesar de las circunstancias.
En segundo lugar, el salmo 56 nos recuerda que nuestra confianza en Dios es segura porque la Palabra de Dios es segura. Tal como leemos en los versos 4, 10 y 11 de esta oración, el salmista entremezcla su confianza en Dios con la promesa de alabar Su palabra. Lo cual resulta obvio, ya que David había leído la Ley de Dios, y hasta meditaba día y noche en lo que Dios había dicho a Su pueblo años antes (en la ley) en cuanto a que Él es Jehová su Dios y que ellos no debían temer de sus enemigos porque Él los destruirá (Dt. 7:17-26), Dios destruiría las naciones de Canaán por la impiedad de ellas (Dt. 9:1-5), y, a la vez, Jehová estará con Su pueblo, no los dejará, ni los desamparará (Dt. 31:6). Algo que David también pudo experimentar en su propia vida cuando Dios le habló por medio del profeta Natán, y le dijo: “te daré descanso de todos tus enemigos” (2S. 7:4, 8, 9, 11). Por lo que, teniendo en cuenta todas estas cosas y todo lo que Dios había dicho, David pudo decir con toda confianza: “Esto sé, Dios está por mí” (Sal. 56:6), y un poco más adelante, reflexiona, y dice: “En Dios he confiado, no temeré; ¿Qué puede hacerme el hombre?”.
Hermano amado, ¿confías en Dios?; o, tal vez, puedo decir: ¿confías en las palabras de Dios? ¿Sabes lo que Dios ha dicho a la iglesia para que ella esté confiada y segura en Él, aún en los tiempos difíciles? Hermano, hermana, es posible que nuestra confianza en Dios se debilite porque no estamos recordando, o meditando en sus promesas y verdades. Por lo que, te animo a considera las siguientes preguntas:
- ¿Te aflige tu batalla contra el pecado, el mundo y la carne? Si es así, considera que Jesús dijo: “Yo he vencido al mundo” (Jn. 16:33). En 1 Jn. 5:8 dice: “para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo”. Y en He. 9:26-28 se dice de Jesucristo que: “… se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado”, y “…fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.”
- ¿Te aflige la muerte? Si es así, considera que Jesús dijo: “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá, y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” (Jn. 11:17-27)
- ¿Tienes miedo del hombre que puede matar el cuerpo? Si es así, considera las palabras de Jesús, cuando dijo: “Temed a Aquel [Dios] que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno” (Lc. 12:4-5). Y, más adelante argumenta que, los discípulos de Jesús no deben temor porque valiosos para Dios, y Él no nos ha olvidado (vv. 6-7)
- ¿Tienes temor a la vida, o a la muerte, o a la enfermedad, o a la persecución? Pablo escribe a los creyentes de Roma inspirado por el Espíritu Santo, diciendo: “… en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.” (Ro. 8:37-39).
- ¿Estás afligido? Si es así, considera que el Espíritu Santo inspiró a Pablo para que dijera a los creyentes: “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Ro. 8:31 cp. Sal. 56: 4, 11)
Permíteme hacer una aplicación especial pensando la obra de Jesucristo en la cruz y la posibilidad que tendremos de recordar su muerte por medio de la celebración de La Cena.
Como ya se ha mencionado, el salmo 56 finaliza con palabras de esperanza porque David confiaba que el Señor le libraría de sus aflicciones, le daría descanso de sus perseguidores y guardaría su vida de la muerte; y, junto a ello, el salmista también promete ofrecer sacrificio y alabanzas a Dios recordando su misericordioso poder libertador (vv. 12-13).
Hermanos, si bien los cristianos no debemos ofrecer sacrificios a Dios, porque Jesucristo ya se ofreció a sí mismo una y vez para siempre, sí podemos decir, al igual que David, que EN Dios está nuestra confianza y que En Él está nuestra esperanza, porque fue a través del sacrificio perfecto de Jesucristo y Su perfecta entrega al Padre en nuestro favor, que hoy podemos disfrutar la bendición de que nuestro salvador nos ha librado de muerte eterna, y un día, cuando Él regrese, nos librará para siempre de toda aflicción, y del pecado, y de la muerte (1Co. 15:51-57; Ap. 21:3-4). Y si bien, habrá momentos difíciles que nos tienten a desmayar y dejar de esperar en Él ¡Gloria a Dios! que Jesucristo nos dejó una ordenanza que nos ayuda a recordar que Su sacrificio perfecto en la cruz, nos da dado perdón de todos nuestros pecados y esperanza de vida eterna; y esto, solo por gracia, por medio de la Fe en Jesús.
Por tanto, hermanos, si por diversas circunstancias has sentido temor a los hombres o vergüenza o miedo o desánimo, y has dudado de participar de la Cena que se realizará al aire libre en uno días más, no dejes que estos sentimientos debiliten tu fe ni la confianza que los creyentes podemos tener en Jesús, en Su obra y en Sus Palabras. Por el contrario, te animo a que, guardando todas las medidas que nuestras autoridades sanitarias nos han impuesto, te reúnas con tus hermanos a celebrar el memorial que nos recuerda que Jesucristo se entregó enteramente para que nosotros, los que creemos en Él, estemos seguros, confiados, esperanzados, y completos en Él. Hermano mío, te animo a recordar las promesas y las verdades de Dios en Su palabra, y a reunirte con tu iglesia para anunciar la muerte de nuestro Señor Jesucristo, y las implicaciones que tuvo en nuestras vidas, hasta que Él venga.
Amén, tengámonos un momento de oración:
Padre, nos acercamos a ti por medio de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, para alabarte, para ensalzar tu Nombre en alto y reconocer tú poder, tu amor, tu bondad, tu soberanía, tu santidad y tu justicia. Oh, Padre, reconocemos que tú y solo tú eres Dios, nuestro Salvador, nuestro Padre y Padre de nuestro señor Jesucristo.
Gracias te damos, oh, bendito Dios por la bendición que nos has concedido en este día de escuchar nuevamente tu palabra y ser animados a no dejar de confiar en ti, cualquiera que sea la circunstancia.
Padre, gracias porque al estar en Jesucristo podemos decir: “Dios, tú estás conmigo. Tú, que nos has dado de tu Espíritu para que podamos llamarte Padre. Tú, que has entregado a tu propio Hijo Unigénito para darnos perdón y vida. Oh, Dios, Tú están con nosotros. ¡Confiamos en ti, Señor! ¡Estamos seguros en ti, oh Padre! ¡Esperamos en ti! ¡No temeremos!, porque, si tú eres por nosotros, ¡nadie contra nosotros! Nadie puede ir contra de tu voluntad y poder, nadie nos podrá separa de tu amor que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
Oh, Señor, este día te queremos dar especiales gracias porque nos has dejado una ordenanza para que podemos recordar que nuestra seguridad y salvación no es vana, ni ilusoria, ni temporal, ni productor de nuestra imaginación; y no lo es, porque nuestra confianza no se basa en nosotros mismos o en algo que nosotros hayamos hecho, sino que se basa en la obra que Jesucristo hizo en la cruz al morir en nuestro lugar. Oh, gloriosa sangre que fue derramada por nosotros y por nuestros pecados. Oh, glorioso cuerpo que fue molido por nuestras transgresiones (Is. 53:4-12). Oh, preciosa mesa, que nos recuerda las palabras de nuestro Señor Jesucristo, quién dijo: “Tomad, comed, esto es mi cuerpo que por vosotros es partido, haced esto en memoria de mí”… Y, otra vez, dijo: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, haced esto todas las veces que la bebieres, en memoria de mí” (1 Cor 11:23-26).
Esa es, oh, Padre Santo, la razón de nuestra confianza. Es el sacrificio de Jesús el que logró nuestro perdón y nuestra total confianza en que, a pesar de todo, no habrá condenación, sino que nos espera una vida eterna en los cielos, sin relación con el pecado, o las aflicciones, o la muerte.
Alabamos en esta hora el Nombre de Jesús, porque de Él, y por Él y para Él son todas las cosas. A ti sea la gloria, el imperio, por los siglos de los siglos, Amén.
PREGUNTAS DE REPASO
- Niños, juveniles y jóvenes: ¿Qué evidencias dentro del texto nos confirman que el salmo 56 es un lamento individual?
- Hombres: ¿De qué trata el salmo? ¿Cuál es la frase sencilla que resumen el tema del salmo en una oración?
- Según lo estudiado, explique en sus palabras a qué refiere David con la frase: «En Dios he confiado, no temeré ¿qué puede hacerme el hombre?»
- Mujeres: Mencione, en sus palabras, las dos primeras aplicaciones propuestas en el estudio.
- ¿De qué manera las palabras y la obra de Jesucristo te dan confianza en medio de la dificultad?
- ¿Qué versículos bíblicos del NT te recuerdan que Dios está contigo? ¿Qué provoca en ti esas palabras de Dios?