¿Quién es mi prójimo? ¿A quién debo amar?

Primero abordamos el tema del amor—¿a quién debemos amar? Los fariseos le hicieron una pregunta a Jesús para atraparlo, Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús respondió y resumió todo el AT en dos frases: amemos a Dios sobre todo y amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Amar a Dios sobre todo

Jesús resumió todo el AT cuando dijo que debemos amar al Señor nuestro Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, y con toda nuestra mente (Mateo 22:37). De hecho, su respuesta hace eco al resumen de Moisés de toda la ley: «Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, de toda tu alma, y con todas tus fuerzas» (Deuteronomio 6:5). Jesús conectaba todos los mandamientos de la ley con el amor hacia Dios (cp. Deut 6:2), como lo hizo con sus discípulos: «Si me amáis, guardad mis mandamientos (Juan 14:15; cp. 2ª Juan 6; 1ª Juan 2:4–5; 5:3). Por eso, podemos decir que el amor para Dios se manifiesta en obedecer a Dios. Si amamos a Dios, lo obedecemos.

Amar a su prójimo como a sí mismo

El segundo mandamiento, continuó Jesús, es amar a los demás como a sí mismo (Mateo 22:39). Jesús resumió este mandamiento en lo que llama «la ley de oro» (Mateo 7:12), diciendo que sus discípulos deben amarse los unos a los otros (Juan 15:12–13) e incluso a sus enemigos (Lucas 6:27).

¿Qué quiere decir amar?

Para definir el amor, tenemos que aclarar lo que no es. El amor no es meramente una emoción que fluctúa, sino una decisión intencional. Lo sabemos porque el amar es un mandamiento, algo que decidimos hacer (Juan 13:34–35; 15:12–13; Lucas 6:27). El centro del amor radica en entregarse a sí mismo por el beneficio de otro. El amor siempre está dispuesto a sacrificarse a sí mismo, a preferir a otros, a edificar a otros, a servir a otros (1ª Corintios 13:6–7; 1ª Juan 3:16; Romanos 12:10; 1ª Corintios 8:1; Gálatas 5:13). El ejemplo perfecto del amor es Dios mismo, en la persona y la obra de Jesucristo (Efesios 5:1–2a; 5:25; Romanos 5:8; 1ª Juan 3:1a; 1ª Juan 4:7–8). El amor entonces es entregarse por el bien de otro.

¿De dónde procede el amor?

El amor verdadero procede de Dios mismo, porque Él es amor (1ª Juan 4:7–8). El amor es un fruto que el Espíritu Santo produce en la vida de los creyentes en Jesucristo (Gálatas 5:22). Los cristianos siempre se aman los unos a los otros, porque Dios mismo les ha enseñado a amar (1ª Tesalonicenses 4:9).

¿Cómo podemos manifestar el amor?

Podemos demostrar el amor hacia Dios al obedecerle y guardar sus mandamientos. Nuestro amor hacia los demás se manifiesta en la hospitalidad (Hebreos 13:1–2a), en perdonar los errores de otros (1ª Pedro 4:8) y en considerar cómo servir a los demás cuando nos congregamos (Hebreos 10:24–25).

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