En la primera sección de su epístola a los Romanos (1:1–4:25), Pablo expone las buenas noticias del evangelio. En primer lugar, toda la gente, judíos y gentiles por igual, están bajo la condenación de Dios por su pecado, pero todos pueden ser justificados por la fe en Cristo Jesús. La base de esta justificación es la redención de Jesucristo, su sacrificio propiciatorio en la cruz. La única manera para ser justo delante de Dios es por medio de la fe en Jesús, no por las obras, destacando la gracia de Dios.
En la segunda sección de la epístola (5:1–8:39), Pablo expone las bendiciones para los que creen en Jesús. En primer lugar, los justificados por la fe en Jesús tienen paz con Dios por medio de Jesucristo (5:1–21). Después, los que creen en Jesús tienen una nueva vida en Cristo (6:1–23). Porque han muerto con Cristo, los justificados no están bajo la ley, sino bajo la dirección del Espíritu Santo (7:1–25). Unidos con Cristo y bajo la dirección del Espíritu Santo, los que creen en Jesús tienen una esperanza segura que se extiende desde el momento de la justificación hasta la eternidad (8:1–39).
La tercera sección de Romanos (9:1–11:36) responde a dudas sobre Pablo y su ministerio a los gentiles. Pablo no ha abandonado a los judíos (9:1–5) para predicar el evangelio. A pesar de todas sus bendiciones, Israel rechazó a su Mesías porque Dios no los eligió (9:6–29). Sin embargo, los israelitas son responsables delante de Dios porque no creyeron en Jesucristo (9:30–10:21). Pablo responde las dudas sobre el futuro de la nación de Israel (11:1–36), afirmando que Dios volverá a salvar a Israel.
La cuarta sección de Romanos (12:1–16:27) es la aplicación práctica de la enseñanza doctrinal de las primeras secciones. En base del evangelio, debemos vivir la koinonía en el evangelio. Pues tenemos en común nuestra relación con Dios a través de Jesucristo y también el Espíritu Santo que mora en todos nosotros, estamos dispuestos a compartir lo que tenemos con nuestros hermanos y trabajamos en equipo, predicando el evangelio y haciendo discípulos de Jesucristo.
Pablo ruega a los hermanos en Roma “por las misericordias de Dios”, o sea, todas las bendiciones expuestas en los primeros once capítulos, que “presenten sus cuerpos en sacrificio vivo” (12:1; cp. 6:13). Todo lo que sigue en la epístola es en base de la exposición de las bendiciones que nosotros los gentiles ahora disfrutamos en Cristo.

¿Cómo podemos presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo? En vez de conformarnos a este siglo, debemos transformarnos por la renovación de nuestro pensamiento (12:2). Esa transformación radical de pensar destaca la diferencia entre “el mundo” y sus prioridades y el que hace la voluntad de Dios (1ª Juan 2:17). Al pensar en esta nueva manera, comprobamos que la voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta.

La transformación de nuestros pensamientos se evidencia en dos maneras: el amor y la humildad. El amor es distinto del mundo porque piensa en otros más que en sí mismo. La humildad es distinta del mundo porque piensa de sí mismo correctamente.

En el capítulo 12, vemos la evidencia de la transformación radical del evangelio en el amor dentro del cuerpo de Cristo. Primero, el evangelio produce una transformación completa de vida (12:1–2). Después vemos el amor por medio del servicio humilde (12:3–8), el amor de los unos por los otros (12:9–13) y el amor por todos, incluso nuestros enemigos (12:14–21).
El amor por medio del servicio humilde (12:3–8)
El servicio dentro de la iglesia debe ser motivado por el amor y la humildad, pensando de sí con cordura, recordando que Dios ha repartido su gracia a cada uno (12:3). Por eso, pensemos correctamente de nosotros mismos, recordando que todos los miembros tienen distintas funciones (12:4), pero somos todos miembros de un solo cuerpo (12:5). Por eso, debemos servirnos los unos a los otros según tengamos oportunidad (12:6) y dedicarnos a servir lo mejor posible (12:7–8). En todo momento, el amor es la motivación (12:9). Los dones que Dios da en su gracia son oportunidades para servirnos los unos a otros, por eso, cuando tengamos oportunidad, debemos aprovechar la oportunidad para servir.

El amor de los unos por los otros (12:9–13)
La segunda evidencia de la transformación de nuestros pensamientos es el amor los unos por los otros. Los miembros del cuerpo de Cristo deben amar a sus hermanos genuinamente (12:9), según lo que es bueno (12:9), como hermanos en Cristo (12:10), sin egoísmo (12:10), intencionalmente (12:11), con fervor (12:11) y gozo (12:12), pese a las dificultades (12:12), en oración constante (12:12) y en maneras prácticas (12:13).

El amor por todos (12:14–21)
El amor que nuestra transformación de pensamientos produce no se limita a los hermanos, sino es por todos, incluso nuestros enemigos. Como los que han recibido las misericordias de Dios, debemos amar a todos bendiciendo incluso a los perseguidores (12:14), con compasión y empatía (12:15), sin orgullo ni clasismo (12:16), haciendo lo mejor posible para el otro (12:17), manteniendo la paz según podamos (12:18), sin buscar venganza (12:19), sin buscar nada a cambio (12:20) y confiando en la justicia de Dios (12:21). En vez de conformarnos a la forma de pensar del mundo debemos transformarnos en el pensamiento, así venciendo el mal con el bien (12:21). por siempre.


