Romanos 15:8–33: La koinonía al predicar el evangelio a los gentiles

En la primera sección de su epístola a los Romanos (1:1–4:25), Pablo expone las buenas noticias del evangelio. En primer lugar, toda la gente, judíos y gentiles por igual, están bajo la condenación de Dios por su pecado, pero todos pueden ser justificados por la fe en Cristo Jesús. La base de esta justificación es la redención de Jesucristo, su sacrificio propiciatorio en la cruz. La única manera para ser justo delante de Dios es por medio de la fe en Jesús, no por las obras, destacando la gracia de Dios.

En la segunda sección de la epístola (5:1–8:39), Pablo expone las bendiciones para los que creen en Jesús. En primer lugar, los justificados por la fe en Jesús tienen paz con Dios por medio de Jesucristo (5:1–21). Después, los que creen en Jesús tienen una nueva vida en Cristo (6:1–23). Porque han muerto con Cristo, los justificados no están bajo la ley, sino bajo la dirección del Espíritu Santo (7:1–25). Unidos con Cristo y bajo la dirección del Espíritu Santo, los que creen en Jesús tienen una esperanza segura que se extiende desde el momento de la justificación hasta la eternidad (8:1–39).

La tercera sección de Romanos (9:1–11:36) responde a dudas sobre Pablo y su ministerio a los gentiles. Pablo no ha abandonado a los judíos (9:1–5) para predicar el evangelio. A pesar de todas sus bendiciones, Israel rechazó a su Mesías porque Dios no los eligió (9:6–29). Sin embargo, los israelitas son responsables delante de Dios porque no creyeron en Jesucristo (9:30–10:21). Pablo responde las dudas sobre el futuro de la nación de Israel (11:1–36), afirmando que Dios volverá a salvar a Israel.

La cuarta sección de Romanos (12:1–16:27) es la aplicación práctica de la enseñanza doctrinal de las primeras secciones. En base del evangelio, debemos vivir la koinonía en el evangelio. Pablo ruega a los hermanos en Roma en base de las misericordias de Dios que los creyentes presenten sus cuerpos a Dios en sacrificio vivo (12:1; cp. 6:13). En vez de conformarnos a este siglo, debemos transformarnos por la renovación de nuestro pensamiento (12:2), lo cual se evidencia en el amor y la humildad. El amor es distinto del mundo porque piensa en otros más que en sí mismo. La humildad es distinta del mundo porque piensa de sí mismo correctamente. El evangelio produce el amor y la humildad en el cuerpo de Cristo, incluso entre los gentiles y los judíos en la iglesia. Ahora Pablo llama a los romanos a colaborar con él en el avance del evangelio.

Es posible que surja la duda, Pablo, ¿por qué es necesario que te vayas a España para predicar el evangelio? ¿Por qué insistes en ir a los gentiles? ¿No puedes quedarte en Corinto y servir en la iglesia allá?

El propósito de Pablo al predicar a Jesús el Cristo a los gentiles (15:7–14)
Pablo responde que Jesucristo vino a vivir y morir para demostrar que Dios es verdadero en dos maneras (15:8). Primero, Jesús vino como el Mesías (el Cristo) de los judíos, cumpliendo las muchas promesas que Dios hizo con su pueblo, la nación de Israel. Segundo, Jesús vino para que los gentiles también puedan recibir la misericordia de Dios y glorificarle por ella (15:9).

Para respaldar su punto, Pablo plantea varios pasajes veterotestamentarios. David dijo que alabaría el nombre Dios por la venida del Mesías entre los gentiles (15:9; Salmo 18:49–50). Moisés mandó a los gentiles que se regocijaran en el juicio justo de Dios (15:10; Deuteronomio 32:43). El salmista llama a todos los gentiles a alabar al Señor (15:11; Salmo 117:1). Isaías, profetizando del hijo mayor de David que venía, dijo que el Mesías reinaría sobre los gentiles y que ellos esperarían en él (15:12; Isaías 11:10).

Los creyentes en la iglesia en Roma eran gentiles que habían creído en Jesús el Cristo y disfrutaban esa esperanza abundante por medio del Espíritu Santo (15:13; cp. 8:20–25). Por eso, Pablo tenía toda la confianza de que Dios les había llenado de bondad y conocimiento para que pudieran edificarse mutuamente (15:14).

El ministerio sacerdotal de Pablo al predicar el evangelio a los gentiles (15:15–29)
La segunda respuesta de Pablo en cuanto a su deseo de ir a España para predicar el evangelio es que él mismo había recibido una comisión específica de Dios (15:15), “una gracia” para ser un representante de Jesucristo ante los gentiles (15:16). En este pasaje, Pablo ocupa el lenguaje de un sacerdote que representa a Dios al pueblo y ofrece sus sacrificios a Dios. Por medio de su ministerio del evangelio Pablo estaba ofreciendo a los creyentes gentiles como sacrificio a Dios. Tuvo toda la confianza de que por medio del Espíritu Santo esta ofrenda sería agradable a Dios. Por eso, es verdad que Pablo se gloriaba en este servicio sacerdotal de Jesucristo (15:17), pero no se jactaba de sí mismo, sino de lo que hizo Cristo (15:18). Como resultado, Pablo había completado su ministerio, predicando desde Jerusalén hasta Ilírico, llenando todas estas regiones del evangelio (15:19).

Por eso, Pablo quería ir dónde nunca se hubiera escuchado de Cristo (15:20–21). En vista de esta meta, uno puede entender por qué Pablo nunca había llegado a Roma (15:22), pero ahora, habiendo cumplido su responsabilidad en las otras regiones, se va para España y quiere pasar por Roma (15:23). Su deseo fue que la iglesia de Roma le recibiera y le apoyara económicamente en su proyecto misionero (15:24).

Mientras tanto, Pablo tenía planes para llevar la ofrenda para los creyentes judíos a Jerusalén (15:25–26). Esta ofrenda fue una manifestación tangible de la koinonía entre los judíos y los gentiles en la iglesia (15:27). Así que, Pablo planificaba salir de Jerusalén, pasar por Roma y después ir a España para predicar el evangelio (15:28–29).

Tres peticiones de oración por Pablo en sus esfuerzos misioneros (15:30–34)
El capítulo finaliza con algunas peticiones de oración de parte de Pablo para que la iglesia en Roma pueda colaborar con él en la oración (15:30). Son tres peticiones: que Dios le rescate de sus enemigos en Jerusalén, que Dios bendiga la recepción de la ofrenda para los hermanos en Jerusalén (15:31) y que Dios permita que Pablo llegue a la iglesia en Roma para disfrutar su koinonía en el evangelio (15:32–33).

Es interesante ver cómo Dios respondió estas oraciones. En cuanto a la segunda petición, leemos en Hechos 21:17 que “Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con gozo”. Sin embargo, aunque Dios protegió la vida de Pablo, los últimos capítulos de Hechos nos cuentan que Pablo fue detenido en Jerusalén y traslado hacia Roma (Hechos 21:27–28:14). Pablo llegó a Roma como prisionero, pero los hermanos le recibieron (Hechos 28:15).

Podemos participar en la koinonía al predicar el evangelio a los inconversos.

search previous next tag category expand menu location phone mail time cart zoom edit close