Orando los salmos: Salmo 10

Es posible que el salmo diez haya sido un solo cántico con el salmo nueve[1]; de ser así, ambos comparten el mismo título hebreo. Sin embargo, en este estudio, los salmos nueve y diez se van a considerar como poemas independientes, a fin de resaltar el tema y el género particular de ellos. (Ir al salmo nueve)

El salmo diez es un lamento individual caracterizado por el clamor de un hombre que, afligido por la impunidad de los malvados y su triunfo sobre los indefensos, clama a Jehová para que se manifieste y haga justicia. En una frase sencilla, el tema de este salmo se puede resumir en la siguiente oración: “Dios, tuya es la justicia”.   

Este salmo puede ser dividido en cuatro partes (tres clamores y un grito de confianza): (I) Clamor por la inacción de Jehová (v. 1). (II) Clamor por la maldad de los inicuos (vv. 2-11). (III) Clamor por justicia divina  (vv. 12-15). Y (IV) Confianza en la justicia del Rey eterno (vv. 16-18).  A continuación analizaremos el salmo  diez con más detalles.

EXPLICACIÓN DEL SALMO

(I) Clamor por la inacción de Jehová (v. 1).

1¿Por qué estás lejos, oh Jehová,
Y te escondes en el tiempo de la tribulación?

Como es común en un salmo de lamento, el salmista comienza su clamor con una clara expresión que deja ver la crisis por la que está pasando. El salmista confía en Jehová y sabe que Él es el Juez de toda la tierra (cp. 9:7-8; 10:16) pero aun así, le aflige no ver obrando Su justicia divina en contra de la evidente maldad y prosperidad del impío (vv. 2-11). La pregunta retórica “¿Por qué estás lejos y te escondes en el tiempo de la tribulación?” tiene el objetivo de mostrar la desesperación que siente el salmista por la aparente inactividad del Señor en el momento de la tribulación y la injusticia[2].

(II) Clamor por la maldad de los inicuos (vv. 2-11).

2Con arrogancia el malo persigue al pobre;
Será atrapado en los artificios que ha ideado.

3Porque el malo se jacta del deseo de su alma,
Bendice al codicioso, y desprecia a Jehová.
4El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios;
No hay Dios en ninguno de sus pensamientos.

5Sus caminos son torcidos en todo tiempo;
Tus juicios los tiene muy lejos de su vista;
A todos sus adversarios desprecia.
6Dice en su corazón: No seré movido jamás;
Nunca me alcanzará el infortunio.
7Llena está su boca de maldición, y de engaños y fraude;
Debajo de su lengua hay vejación y maldad.
8Se sienta en acecho cerca de las aldeas;
En escondrijos mata al inocente.
Sus ojos están acechando al desvalido;
9Acecha en oculto, como el león desde su cueva;
Acecha para arrebatar al pobre;
Arrebata al pobre trayéndolo a su red.
10Se encoge, se agacha,
Y caen en sus fuertes garras muchos desdichados.
11Dice en su corazón: Dios ha olvidado;
Ha encubierto su rostro; nunca lo verá.

La crisis del salmista aumenta en la medida que la maldad e impunidad del inicuo permanece. En esta sección del salmo el autor mira a la gente malvada que está a su alrededor y hace tres descripciones: (A) Respecto a ellos, dice que son arrogantes e inventores de males (vv.2, 6), jactanciosos (v.3), altivos (v.4), que sus caminos están torcidos (v.5), que son maldicientes (v.7), engañadores, codiciosos, fraudulentos y acechadores (vv.9-10). (B) En cuanto a sus acciones hacia los hombres, dice que persiguen y atrapan al pobre (v.2), bendicen al codicioso (v.3), desprecian a todos sus adversarios (v.5), acechan, matan al inocente y hostigan a los desvalidos (v.8). (C) Y en cuando a su postura hacia Dios, dice que le desprecian (v.3), que no buscan a Dios ni su consentimiento (v.4), que actúan sin reconocer sus principios ni aceptar su voluntad y que, además, afirman que Dios se esconde, y se olvida, y nunca ve nada (v.11) y, por lo mismo, nunca les alcanzará el infortunio (cp. v.6).  

(III) Clamor por justicia divina  (vv. 12-15)

12Levántate, oh Jehová Dios, alza tu mano;
No te olvides de los pobres.
13¿Por qué desprecia el malo a Dios?
En su corazón ha dicho: Tú no lo inquirirás.
14Tú lo has visto; porque miras el trabajo y la vejación, para dar la recompensa con tu mano;
A ti se acoge el desvalido;
Tú eres el amparo del huérfano.
15Quebranta tú el brazo del inicuo,
Y persigue la maldad del malo hasta que no halles ninguna.

Luego de expresar su aflicción por la aparente inacción de Dios (v.1) y la ofensiva impunidad de los malvados (vv. 2-11), el salmista pone su vista en Jehová y clama al Señor por justicia. Con los imperativos “levántate”, “alza tu mano” y “quebranta” el autor suplica a Dios manifestarse con poder, juicio y misericordia (“no te olvides de los pobres”) en los asuntos de este mundo porque, al contrario de la opinión de los malos y necios (vv. 6, 11, 13), sabe que el Señor ha visto todo lo que ellos han hecho, sabe que les dará su recompensa (o castigo) sin dejarles escapatoria (v. 15), y sabe que ayudará al huérfano y el desvalido. Y ya que sabe que el Señor es el protector de los débiles y el juez de los malos (Dt. 10:17-21; Ex. 22:22-24; Sal. 68:5; 146:9) con más ímpetu clama al Señor para que se manifieste y haga justicia.  

(IV) Confianza en la justicia del Rey eterno (vv. 16-18).

16Jehová es Rey eternamente y para siempre;
De su tierra han perecido las naciones.
17El deseo de los humildes oíste, oh Jehová;
Tú dispones su corazón, y haces atento tu oído,
18Para juzgar al huérfano y al oprimido,
A fin de que no vuelva más a hacer violencia el hombre de la tierra.

El salmista finaliza su serie de clamores con un grito de confianza; alabando al Señor por quién es y por lo que ha hecho. La base de su confianza recae sobre la verdad de que Jehová es Rey eternamente y para siempre (v.16); y como tal, nunca ha estado ajeno a lo que pasa en el mundo; por el contrario, naciones que se han revelado contra Dios han sido juzgadas (cp. 9:5, 6, 15) y pobres que se han refugiado en Dios han sido oídos (cp. 9:9-14), por tanto, a pesar de que en ese momento no puede ver con claridad la justicia de Dios obrando, sabe que a su debido tiempo el Rey eterno juzgará y podrá el fin a los hombres impíos y a su violencia (véase Amos 8:4-10).

APLICACIÓN PARA LA IGLESIA

Hermanos, al igual que el salmista, muchas veces cuando miramos el pecado en el mundo, la maldad, la impunidad del impío y su violencia al inocente; es inevitablemente sentirnos afligidos, impacientes y hasta orar a Dios para que haga justicia (cp. vv. 1, 12-15). Ciertamente, orar a Dios y encomendar la causa a Él es algo que los creyentes podemos y debemos hacer (Ro. 12:17-19). Pero, hermanos, debemos tener cuidado con creer que los tiempos de Dios son nuestros tiempos o que nuestra justicia (y juicio) es mejor que la del Señor o que nuestra oración es una especie de “gatillo” que ejecuta el juicio divino; tengamos cuidado con estos pensamientos porque no hemos sido llamados a ser los jueces de los malos (véase Ro. 12:20-21). Está claro que en este salmo vemos a un hombre que se lamenta por las injusticias de su entorno y que en su angustia clama para que se haga justicia. Sin embargo, también está claro que después de todos sus clamores e impaciencias, ese hombre afligido por sus circunstancias termina confiando y descansando en la verdad que solo Dios es el Juez eterno y el Rey de toda la tierra, y como tal, a su debido tiempo hará justicia en el mundo[3].

            Por tanto, hermano, al mirar nuevamente la realidad de nuestro mundo y la impunidad de los malvados no pienses que el Señor ha estado lejos todo este tiempo y, definitivamente, no pienses que Dios es un anciano amoroso incapaz de traer justicia ni que es un Ser poderoso pero totalmente ajeno a su creación. Mejor descansa en la justicia del Señor, quien es Rey eternamente y para siempre (v. 16), y encomienda la causa el Juez de toda la tierra, diciendo: “Dios, tuya es la justicia”.


[1] En cuanto a esto, varios autores (y versiones bíblicas) concuerdan en que pudieron haber sido un solo poema debido a la técnica que uso su autor para componer estos salmos; a saber, un acróstico progresivo que comienza en el salmo nueve y termina en el diez.

[2] Este tipo de preguntas que hablan de un tipo de “abandono o inactividad” de parte de Dios en el tiempo de crisis, son bastante recurrente en los salmos (véase Sal. 13:1; 22:1-2; 35:22; 38:21; 42:9-10; 43:2; 71:12; 88:14) y las razones de los salmistas para utilizarlas pueden ser variadas; entre ellas, perdida de comunión y/o confianza por causa del pecado (Sal. 38), temor por la muerte o el abandono (Sal. 13, 22), deseo de justicia (Sal. 10; 35), et al.      

[3] Nótese que el salmo termina con las expectativas de que Dios hará justicia ya que ha oído el clamor de los inocentes y ha visto el mal de los inicuos.

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