Durante las próximas cinco semanas haremos un alto en el estudio de primera a los corintios para estudiar una breve serie de las doctrinas del Hombre y el Pecado. En esta serie estaremos estudiando los siguientes temas: (I) Origen y Naturaleza del Hombre, (II) Imagen de Dios en el Hombre, (III) Estado original y Caída del Hombre, (IV) Origen y Naturaleza del Pecado, y (V) Consecuencias y Castigo del Pecado. Esta semana comenzaremos con el primer tema de esta serie que dice:
ORIGEN Y NATURALEZA DEL HOMBRE
I. El Origen del Hombre
En cuanto al tema del origen del Hombre, mucho se ha dicho y escrito a lo largo de la historia de la humanidad, y por tanto, no es difícil encontrar una vasta serie de opiniones, teorías y libros respecto a cuál podría ser el origen del hombre. Sin embargo, más allá de todo lo que el hombre ha dicho y se ha inventado, sabemos y creemos que la verdad sobre el origen del hombre y la humanidad es una sola y que está determinada por quien es el creador del Hombre y por lo que Él ha dejado revelado en Su Palabra. Así que, dejando de lado la “sabiduría” de este mundo, vayamos a las Escrituras y aprendamos un poco más respecto a la verdad sobre nuestro origen y nuestra naturaleza según lo que Dios ha revelado. Y, para ello, comencemos hablando de la creación del primer hombre y la primera mujer.
A. El primer hombre y la primera mujer.
En Génesis capítulo 1 y 2 encontramos el relato real de cómo fue que Dios creó, en seis días, todo el universo existente (visible e invisible). Y dentro de este relato vemos que el primer hombre y la primera mujer fueron creados en el sexto día de la creación (1:26-31), y que fueron creados por Dios de manera sobrenatural, directa e inmediata. Dice la palabra de Dios en Génesis capítulo 1 versículo 27, lo siguiente: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (cp. Mt. 19:4). Luego, un poco más adelante, hablando de la creación del primer hombre, dice la Biblia en el versículo 7 del capítulo 2 de Génesis: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”. Y, finalmente, hablando de la creación de la primera mujer, los versículos 21 y 22 del mismos capítulo, dicen lo siguiente: “21Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. 22Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre”.
Por tanto, con estos versículos vemos que: (1) Dios creó de manera sobrenatural, directa e inmediata al primer hombre y la primera mujer, lo que nos lleva a rechazar toda clase de teorías que sugieran un tipo de “procesos evolutivo[1], ya sea, a partir de un elemento orgánico o de una forma bruta sub-humana”; esta sea con participación divina o sin ella. (2) El hombre fue creado literalmente a partir del polvo de la tierra e inmediatamente recibió la vida por el aliento de Dios. Y (3) la mujer fue creada a partir de la costilla del hombre e inmediatamente recibió vida.
B. La raza humana en su totalidad
Ahora, ¿Qué del resto de la humanidad? Dios, el Creador, determinó que la totalidad de la raza humana descendiera de Adán (el primer hombre) y de Eva (la primera mujer) a través de la procreación. Dice la Biblia en Génesis 1:27 y 28 lo siguiente: “27Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. 28Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra…”. Y luego, a partir de los capítulos 4 y 5 del mismo libro, vemos que Adán y Eva comenzaron a multiplicarse y poblar la tierra con hijos, nietos, bisnietos, etc., siendo todo ellos de un mismo linaje y raza (véase Gn 3:20: “madre de todos los vivientes” y cp. Hch. 17:26; Lc. 1:23-38).
II. La Naturaleza del Hombre
Entonces, hasta el momento hemos visto que el primer hombre y la primera mujer fueron creados por Dios de manera sobrenatural, directa e inmediata. El varón a partir del polvo de la tierra, la mujer a partir de la costilla del varón, y la humanidad en su totalidad por medio de la procreación. Ahora, cuando pensamos en los elementos que Dios utilizó para crear al hombre podemos llegar a cuestionarnos si verdaderamente el hombre es algo más que tierra y hueso; ¿hay otros elementos componen al Hombre?, o dicho de otro modo, ¿en qué cosiste la naturaleza humana?
En primer lugar, la Biblia reconoce que la raza humana fue creada con una parte material y otra inmaterial; la parte material del ser del Hombre es el Cuerpo físico y corresponde a todos los elementos que fueron tomados de la creación (como el polvo de la tierra Gn. 2:7a), y la parte inmaterial son el Espíritu y el Alma, y corresponden a todos los aspectos intangibles que Dios les otorgó (Gn. 2:7b) y que le dieron vida al cuerpo que había creado a partir de la tierra. En segundo lugar, si bien la Biblia reconoce esta diferencia esencial entre lo material y lo espiritual, cabe señalar que la biblia también destaca que ambas partes están fundamentalmente unidas y relacionadas entre sí, de modo que si una de estas partes no existiera o dejara de convivir con la otra, el Hombre dejaría de ser humano por naturaleza.
Hablando de esta unidad, en el libro de los salmos encontramos canciones que expresan (de forma poética) el deseo del salmista de alabar a Dios con su ser, y para ello, incluye tanto lo material como lo inmaterial para hablar de toda su esencia humana; por ejemplo, “Dios, Dios mío eres tú; De madrugada te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, En tierra seca y árida donde no hay aguas.” (Sal. 63:1), “1¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos! 2Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo” (Sal. 84:1-2). En este mismo libro también vemos salmos que hablan de cómo el pecado ha afectado todo el ser del hombre; tanto lo material como lo espiritual (véase Sal. 32 cp. Stg. 5:13-15). Por otra parte, en el Nuevo Testamento, Pablo, hablando de la santificación del creyente señala la importancia de guardar en santidad el cuerpo y el espíritu, y glorificar de esta manera al Señor, dice el apóstol: “20Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.” (1Cor. 6:20). Y en otro lugar, hablando la obra de Dios en todo el ser del creyente dice: “23Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.” (1Ts. 5:23).
Por tanto, cuando Dios habla de la naturaleza del Hombre, Él mismo distingue en su Palabra la existencia y diferencia esencial de los componentes materiales e inmateriales del hombre pero, a la vez, resalta la unidad entre estos componentes señalados que ambos viven, actúan juntos y se ven mutuamente afectados, lo cual indica que es imposible que el hombre exista independiente de estos elementos o que exista verdadera humanidad sin esta unión fundamental.
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III. Conclusión
¿De qué nos sirve saber todo esto?
Se ha dicho que algunas de las preguntas esenciales de la vida son: ¿de dónde venimos? y ¿para qué estamos? Claramente, estas preguntas han sido tema de discusión para los filósofos de todas las épocas y un “rompecabezas” que la humanidad no ha podido completar con unanimidad. Sin embargo, esta falta de acuerdo no se debe a falta de información sino a falta de Fe en Dios porque cuando vemos en las Escrituras que Dios es el creador del universo y del hombre; y que Él nos hizo y nos dio vida, ya no debería existir una discusión al momento preguntarnos acerca de nuestro origen, porque la verdad es que Dios nos formó y nos dio vida (Sal. 139:13); y ya no debería haber un discusión al momento de preguntarnos sobre nuestro propósito en este mundo porque si el hombre cree que Dios es el creador del hombre, entonces debería aceptar también el hecho de que Dios, como Creador, determinó cuál es el propósito de su existencia Y, por tanto, la pregunta esencial ya no debería ser: ¿de dónde venimos o para qué estamos? sino ¿Señor, qué quieres que haga? (véase Sal. 119:73). No obstante, la realidad es que el Hombre natural no cambiará ni la pregunta ni la perspectiva que tiene de su origen y naturaleza, sin que haya antes un cambio espiritual en su vida.
El apóstol Pablo, haciendo una radiografía de la muerte espiritual de la humanidad y su nula relación con Dios (por causa del pecado), dijo: “19porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. 20Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. 21Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. 22Profesando ser sabios, se hicieron necios, 23y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.24Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, 25ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.” (Ro. 1:19-25).
Esta es la triste realidad de la humanidad; la que, a su vez, era también nuestra realidad, hasta que Dios, que es rico en misericordia, nos dio vida juntamente con Cristo (Ef. 2:5) y nos hizo conocer la verdad de que Él es el creador y el bendito por los siglos. Y porque nos ha hecho conocer la verdad, hoy, los que tenemos vida espiritual por medio de la fe en Jesucristo, con gozo podemos agradecer a Dios, nuestro creador, dejar de lado discusiones vanas, armar el “rompecabezas” de nuestro origen y naturaleza, y comenzar a vivir según el propósito por el cual nos creó tal cual somos.
Así que, ante la pregunta, ¿de qué nos sirve saber sobre nuestro origen y naturaleza? En el fondo, saber estas cosas nos pone en la perspectiva correcta respecto a Dios; es decir, meditar sobre olvidar es nuestro origen y naturaleza nos ayuda a recordar que Dios es el creador y nosotros somos sus criaturas creadas para alabanza de su gloria (Is. 43:7). Y, así mismo, en la medida que más admiramos y agradecemos a Dios, quien es el Creador infinitamente perfecto y digno de toda alabanza (Ro. 11:36), menos buscamos agradarnos a nosotros mismos y con más esfuerzo buscaremos glorificar a Dios tal cual como nos hizo; con todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo (1 Co. 6:20).
[1] Ya sea evolución natural o teísta.
1 comentario en “Doctrina del Hombre y el Pecado – Sesión 1”
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