Hasta el momento hemos aprendido que, de entre todas las criaturas que Dios hizo, solo el Hombre fue hecho a Su imagen; lo que en sí, constituye una honra que ningún otro ser viviente tiene ni podrá poseer jamás. Sin embargo, también vimos que en un momento determinado de la historia, la imagen de Dios en el Hombre se corrompió, lo que nos lleva a la pregunta: ¿Cómo sucedió esto?
Siguiendo con nuestro estudio de las doctrinas del Hombre y el Pecado, esta semana abordaremos el siguiente tema:
ESTADO ORIGINAL Y CAÍDA DEL HOMBRE
I. El estado original del Hombre
Cuando Dios creó al primer hombre y la primera mujer los hizo personas totalmente libre de los efectos debilitadores del pecado[1] (“Buenos” Gn. 1:31), moralmente rectos (Ec. 7:29), y espiritualmente aptos para tener comunión directa con Dios y conocer Su voluntad. Es más, leemos en Génesis 1:28 y 29 que Dios habló directamente a Adán y a Eva y los bendijo encomendándoles el cuidado de la creación y la procreación. Luego, en Génesis 2:15 al 17, nuevamente vemos que el Señor, después de haberlo formado y llevado al huerto de Edén para que lo labrara y lo guardase, mandó a Adán, diciendo: “De todo árbol del huerto podrás comer; 17mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”.
En ambos texto queda claro que Dios habló con el Hombre le dio a conocer cuál era Su voluntad. Adán y Eva sabían lo que tenían que hacer y lo que tenían prohibido (v.17). Y ante esta situación nos podemos hacer dos preguntas: (1) ¿Podían Adán y Eva obedecer a Dios? La respuesta es sí. Tal como se ha señalado, Dios creó a Adán y a Eva totalmente libres de los efectos del pecado y con una naturaleza santa[2] que les impulsaba y capacitaba para la obediencia (cp. Ef. 4:24). Por ejemplo, en Génesis 2:18 al 20 leemos que el Señor encargó a Adán el trabajo de nombrar a todos los animales que había creado, y también leemos que Adán cumplió obedientemente ese encargo. (2) ¿Podían Adán y Eva desobedecer a Dios? La respuesta es sí. En el huerto de Edén, Adán y Eva estaban potencialmente expuestos a ser engañados por Satanás[3] y tentados a desobedecer a Dios, lo que les dejaba con la opción de confirmar su naturaleza santa por medio de la obediencia[4], o caer en la tentación y sufrir las consecuencias del caso (Gn. 2:17). Es decir, desobedecer a Dios era una opción que debían rechazar, pero también un realidad que podían consumar.
Entonces, cuando hablamos del estado original del Hombre, la Biblia dice que Dios creó a Adán y a Eva como personas totalmente libres de los efectos del pecado, moralmente rectos, y espiritualmente apto para tener comunión directa con Dios y conocer Su voluntad. Además, por su naturaleza santa, Adán y Eva podían obedecer a Dios y cumplir su voluntad, sin embargo, también podían ser tentados al pecado y a la desobediencia; lo que, según vemos en Génesis capítulo 3, finalmente sucedió.
II. La caída del Hombre
Cuando hablamos de la caída del Hombre, nos referimos al evento donde Adán y Eva, estando en el huerto de Edén y aún antes del nacimiento de su primer hijo, decidieron desobedecer a Dios y violar Su voluntad, lo cual trajo como consecuencia la caída (o pérdida) del estado original en el cual habían sido creados. Ahora, si bien este es buen resumen, hay amenos tres aspectos que deberíamos considerar con un poco más de detalles, y son: (1) la tentación, (2) el pecado, (3) las consecuencias.
1. En cuanto a la tentación, la Biblia dice que ésta provino de Satanás (“la serpiente antigua” Ap. 12:9) quien sabiendo del mandato de Dios, tentó deliberadamente a Eva para engañarla y seducirla a desobedecer. Para ello, a través de la distorsión de la verdad y la adición de mentiras (cp. Gn. 2:16-17), utilizó a una serpiente común y corriente para hacerle dudar respecto a la autoridad y bondad de Dios. Dice Génesis 3:1-6 lo siguiente: “1Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? 2Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; 3pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. 4Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; 5sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. 6Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.”
Con la pregunta ¿conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? con mucha astucia Satanás incita a la mujer a cuestionar la soberanía y la bondad de Dios; ya que, por un lado, suaviza maliciosamente las instrucciones de Dios al nivel de “dichos” siendo que Dios había establecido un “mandato” al respecto (Gn. 2:16 “…mandó Jehová Dios…”), y por otro lado, Satanás pervierte el mandato del Señor al añadir la expresión “no comáis todo árbol del huerto”, cuestionando, de este modo, la provisión generosa de Dios (Gn. 2.16). De igual manera, en la segunda intervención de la serpiente (v.4), nuevamente cuestiona la soberanía de Dios al contradecir Su Palabra respecto a la gravedad de “la muerte” como consecuencia de la desobediencia; “no moriréis” dijo la serpiente (v.4), y así mismo, cuestiona la bondad de Dios al objetar los propósitos de Dios y rebajarlos a una especie de “celos de parte del Creador” (“…sabe Dios que el día que comáis… sereis como Dios” v. 5).
Frente a este engaño, Eva fue seducida por los argumentos y atraída hacia el pecado, lo que le llevó a cambiar su perspectiva de la soberanía del Señor y Su bondad, exagerar el mandato de Dios (v.3), enfocarse en la prohibición de Dios más que en Su generosa provisión y minimizar la advertencia del Señor en cuando a las consecuencias de la desobediencia (a saber, la muerte). Junto a ello, se enfocó en su apetito físico (Gn. 3:6 cp. Mt. 4:3), en la apreciación estética del pecado (cp. 1Jn. 2:16); y en la oportunidad de alcanzar la gloria de la sabiduría divina (cp. Mt. 4:6; 1 Jn. 2:16).
2. En cuanto al pecado, éste no fue haber sido tentados por Satanás, ni por el conocimiento ni por el fruto; sino el haber desobedecido directamente el mandato de Dios. Eva pudo haber resistido la tentación y haber obedecido a Dios pero no lo hizo, “tomo de su fruto y comió”. Luego ofreció a Adán quien también pudo haberse negado a comer pero no lo hizo sino que “comió así como ella” (v.6).
Dios había sido muy claro en cuanto a su voluntad, no obstante, ambos decidieron pecar contra el Señor a pesar de la estrecha relación que tenían con Él; y a pesar de haber conocido Su bondad, Su amor, y Su autoridad como Creador. Con todo, Eva fue la primera en violar la voluntad de Dios, y luego Adán tomó la misma decisión de desobedecer libre y directamente a Dios, comer del fruto; y, por tanto, pecar contra el Creador y su voluntad.
3. En cuanto a las consecuencias, por haber desobedecido a Dios y violado Su voluntad, Adán y Eva experimentaron inmediatamente la corrupción de la imagen de Dios en sus vidas y la depravación total en su naturaleza (originalmente santa) lo que significó la pérdida de comunión con Dios (3:8), condenación (juicio) y esclavitud al pecado, muerte[5] (2:17), e incapacidad total para buscar a Dios por cuenta propia y responder agradablemente a Su voluntad.
Entonces, cuando hablamos de la caída del Hombre nos referimos al evento donde Adán y Eva perdieron el estado original con el cual habían sido creados como consecuencia de su pecado contra Dios. Dentro de este evento identificamos que: (1) Satanás sedujo a Eva a dudar de la soberanía y la bondad de Dios, (2) Eva fue atraída hacia el pecado, perdió de vista la soberanía y bondad de Dios, y finalmente pecó contra Dios; así mismo, Adán decidió desobedecer el mandato explícito del Señor y comer el fruto del “árbol de la ciencia del bien y del mal”, (3) y como consecuencias del pecado, inmediatamente, experimentaron la corrupción de imagen de Dios en sus vida y la depravación total de su naturaleza santa; cayendo de su estado original a una imagen de Dios distorsionada y una naturaleza totalmente depravada y pecaminosa.
III. Conclusión
Cuando estudiamos el tema del estado original, la caída del Hombre y sus consecuencias, naturalmente podríamos llegar a preguntarnos: “Y esto, ¿qué tiene que ver conmigo?”, y sobre todo porque hasta el momento hemos hablado de cómo Adán y Eva fueron creados y de la posibilidades que tenían para obedecer a Dios y de ser expuesto a la tentación y al pecado; hasta el momento hemos hablado de cómo Adán y Eva cayeron del estado original con el cual habían sido creador tras desobedecer a Dios en el huerto del Edén hace miles de años atrás, por lo que, con mayor razón nos podemos preguntar ¿qué relación tiene esto conmigo o con la humanidad? Bueno, hermanos, la verdad es que este tema está vitalmente relacionado con nosotros por al menos tres razones:
1) Por el alcance del pecado. Es decir, no solo Adán y Eva sufrieron las consecuencias por su desobediencia sino que también éstas alcanzaron a toda la humanidad a través de la procreación natural. De modo que, cada hijo de Adán fue heredando la imagen distorsionada de Dios (tal como lo aprendimos la semana pasada), y uno tras otro fuimos recibiendo la naturaleza pecaminosa que, desde nuestra concepción, nos mantuvo espiritualmente alejado de Dios, bajo la esclavitud del pecado y totalmente incapacitado para buscar a Dios por cuenta propia y responder agradablemente a Su voluntad. En otras palabras, el pecado de Adán y sus consecuencias se aplicaron a toda la raza humana[6]. Y hablando de esto mismo, Pablo escribió a las iglesias de roma lo siguiente: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por UN hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a TODOS los hombres, por cuanto todos pecaron… porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación… por la transgresión de UNO vino la condenación a TODOS los hombres… (Y todos) fueron constituidos pecadores…” (Ro. 5:12-18). Y pecadores, no solamente por la práctica del pecado sino que también por propia naturaleza.
Y saber esto, hermanos, es importante porque exhibe la verdadera necesidad que tiene la humanidad de Jesucristo, y que no es el “ser ayudado en la vida” (como proponen ciertos religiosos), sino el ser salvado del pecado que ha sido parte integral de nuestras vidas desde nuestra concepción (Sal. 51:5).
2) Por el método que Satanás utiliza para tentar a los Hombres y las erradas conclusiones que podemos llegar durante la tentación. Jesús dijo que Satanás es padre de mentira y que desde un principio ha sido el enemigo de la voluntad de Dios y de los hombres (Jn. 8:44 cp. 1Jn. 3:8). Y Génesis capítulo 3 vemos esto mismos cuando Satanás, con astucia y malicia, añadió a la Palabra de Dios y tergiversó la verdad para incitar a Eva al pecado y a las dudas respecto a la soberanía y la bondad de Dios (comparece con la tentación a Jesús en Mt. 4:1-11), lo cual sigue haciendo hasta el día de hoy. En cuanto a las erradas conclusiones que podemos llegar en la tentación, vemos que Eva no solo escuchó el engaño Satanás sino que también razonó según sus mentiras y llegó a dudar de la soberanía y bondad de Dios y a desear su hacer su propia voluntad por sobre la del Creador, y decidir según lo que podía ver, sentir o querer (cp. 1Jn. 2:15-16).
Y saber esto, hermanos, es importante porque podemos estar mucho más preparados para ser fieles a Dios si sabemos que nosotros estamos igualmente expuestos a las mismas clases de tentaciones y razonamientos que llevaron a Adán y a Eva a pecar contra el Señor.
3) Por la naturaleza del pecado. En la próxima sesión vamos a hablar mucho más acerca de esto, pero desde ya podemos decir que el pecado; como la desobediencia a la voluntad de Dios, no es una opción viable o una decisión sin repercusiones, eso era lo que Satanás quería hacer creer. Pero la verdad, según vemos en las Escrituras, es que el pecado siempre atenta contra Dios, su voluntad, su bondad y su soberanía; y, por tanto, el pecado siempre es destructivo y nunca es ventajoso para quien lo ejecuta ya que siempre trae consigo castigo y muerte (Gn. 2:17 cp. Ez. 18:4).
Y saber esto, hermanos, es importante porque nos ayuda a mirar al pecado tal como realmente es, y nos mantiene lejos de sus engaños y mentiras.
Hermanos, estudiar más sobre la caída del Hombre debería ayudarnos a estar más alertas en cuanto al pecado; ahora la pregunta es ¿lo estamos?
[1] Como por ejemplo la tendencia inherente hacia el pecado y la atracción por lo pecaminoso, o bien, la lucha entre la carne la carne y el espíritu (Cp. Ro. 7).
[2] Esta naturaleza proviene de haber sido hechos por un Dios santo y es más que simple “inocencia”. McCune explica: “… una naturaleza santa es una tendencia inherente a hacer el bien” (negritas añadidas, 2018:435).
[3] Recordemos que en algún momento después del séptimo día de la creación, Satanás ya había sido arrojado del cielo por su pecado y ya estaba buscando a quien devorar con sus mentiras (Jn. 8:44 cp. 1P. 5:8)
[4] La confirmación de la naturaleza santa por medio del ejercicio de la obediencia se llama “carácter santo”. “El carácter santo es una tendencia adquirida a hacer el bien. Se adquiere a través de la experiencia moral. Adán poseía lo que se ha llamado en su calidad de criatura, una santidad no desarrollada o no confirmada, una pureza y tendencia moral no puesta a prueba” (negritas añadidas, 2018:435). Esta realidad y contraste entre la “naturaleza santa” y el “carácter santo”, hizo aún más necesario que Adán y Eva pasaran por la prueba de obediencia en relación al “árbol de la ciencia del bien y del mal”.
[5] En cuanto a la muerte, debemos hacer una distinción entre la muerte física, espiritual y eterna. La primera comenzó a suceder de inmediato pero no de manera completa, la segunda sucedió de inmediato y de manera total y la tercera es el castigo eterno en el infiero y tiene lugar después del juicio de Dios a los hombre.
[6] E inclusive, sobre la creación y el reino animal (Gn. 3).