Doctrina del Hombre y el Pecado – Sesión 4

En la sesión anterior aprendimos que Adán y Eva, a pesar de haber sido creado a imagen de Dios y con una naturaleza santa, decidieron desobedecer a Dios y comer del fruto del árbol que les había mandado no comer, y en consecuencia ambos perdieron el estado original con el cual habían sido creados y, por la desobediencia de Adán, el pecado se transmitió a toda la humanidad; de modo que, cada hijo de Adán fue heredando la imagen distorsionada de Dios y uno tras otro fue recibiendo la naturaleza pecaminosa que, desde la concepción, ha mantenido al Hombre espiritualmente alejado de Dios, bajo la esclavitud del pecado y totalmente incapacitado para buscar a Dios por cuenta propia y responder agradablemente a Su voluntad.

Continuando con nuestra serie de la doctrina del Hombre y el Pecado, esta semana abordaremos el tema:

NATURALEZA Y ORIGEN DEL PECADO

I. Definición de Pecado

No es muy difícil suponer que la mayoría de nosotros (si no todos) está familiarizado con el término “pecado”. En más de alguna ocasión hemos oído hablar del “pecado” en el mundo o de personas cometiendo “pecados”; y sin ir muy lejos, en varias ocasiones en este estudio hemos hablado de actos “pecaminosos”, de la naturaleza “pecaminosa”, de la esclavitud al “pecado”, y otras ideas afines. Pero, ¿qué es lo que queremos decir cuando usamos estos términos y estas frases? o mejor aún, ¿qué es el pecado?

Seguramente, a través de los años, hemos escuchado distintas definiciones que han contribuido a nuestro entendimiento de lo que es y no es el pecado. Entre ellas: “El pecado es todo lo que Dios no haría, ni pensaría y diría” o “no hacer lo que Dios haría, pensaría o diría”; “el pecado es errar el blanco”; “el pecado es una rebelión contra a la ley de Dios”; “el pecado es cualquier cosa en la criatura que no expresa, o que es contraria, al carácter santo del Creador”; o, en definitiva, “el pecado es la falta de conformidad, en acciones, pensamientos, o estado, a Dios y cualquiera de las normas de Dios”, etc. Ahora bien, participando en esta contribución, en esta serie doctrinal definiremos el pecado como toda acción y disposición que se oponga a Dios como Creador, Soberano y Bueno.

            Como notarán, con esta definición hay dos principios fundamentales que debemos resaltar en cuanto al pecado. En primer lugar, con la frase “toda acción y disposición…”, debemos resaltar que el pecado incluye tanto la acción (acto pecaminoso) como la disposición interna del ser humano hacia el pecado (naturaleza pecaminosa), es decir, el pecado no solo puede ser una acción contraria a Dios sino también una condición inherente con la cual el ser humano nace; y por tanto, el pecado incluye la acción como la omisión respecto a la voluntad de Dios. Y, en segundo lugar, con la frase “… que se oponga a Dios como Creador, Soberano y Bueno”, debemos resaltar que el pecado siempre va dirigido contra Dios. Sin importar cuál sea el objeto o el medio, cuando una criatura peca lo hace en contra del Señor; Su persona, Su soberanía y Su bondad.

            Un claro ejemplo de estos dos principios lo vemos en el Salmo 51:1-5. En este salmo, David oró al Señor, diciendo: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y limpia de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; Para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio. He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre”.

            Como sabrán, el salmo 51 fue escrito después que el profeta Natán confrontara a David por el pecado de haberse involucrado sexualmente con Betsabé (mujer de Urías) y haber atentado en contra de la Soberanía, la Bondad de Dios (véase 2 S. 12:1-15). En esta salmo penitencial, David busca el perdón y la restauración de Dios (vv.1, 10, 14 cp. v.4), reconoce que el haber adulterado[1] fue pecado (v.2, 3) y que el pecado está siempre delante de él por disposición natural (vv. 3b, 5). Así mismo, reconoce que su pecado, si bien fue en perjuicio de su prójimo (Urías y Betsabé), principalmente fue un acto de rebelión contra Dios[2]; en palabras de David: “Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos” (v.4a).

Entonces, sabiendo que a lo largo de nuestras vidas hemos escuchado y seguiremos escuchando varias formas de definir lo que es y no es el pecado, a la hora de hablar (o estudiar) del pecado siempre tengamos presente que éste (1) incluye tanto la acción como la disposición interna del ser humano hacia el pecado, y (2) que siempre va dirigido contra Dios, el Creador, atentando contra su soberanía y bondad.

II. Naturaleza del Pecado

Cuando hablamos de la naturaleza del pecado nos referimos a las características que describen la esencia del pecado. En cuando a esto, ya comenzamos diciendo que, por definición, el pecado es“toda acción y disposición que se oponga a Dios como Creador, Soberano y Bueno”. Pero, hay mucho más que decir.

En primer lugar, el pecado es totalmente contrario a la voluntad de Dios. Fijémonos que cuando Biblia se refiere al pecado usa varios términos que nos ayudan a entender que no hay nada piadoso en el pecado sino que éste siempre está diametralmente opuesto a lo que el Creador ha determinado. Algunos de estos términos son: “errar el blanco” (Sal. 51:5; Ro. 3:23), “traspasar los límites” (Sal. 17:3; Mt. 15:3), “injusticia” (1Jn 5:17), “Desobediencia” (Ro. 5:19), “rebelión” (Is. 1:2; Ez. 2:3), “Ofensa/peso falso” (Ef. 2:1; Prv. 20:10), “infracción” (1Jn. 3:4), “fallo” (1 Co. 6:7), “maldad” (Sal. 1:1; 51:4), et al.

            En esta misma línea, la biblia declara que el Hombre fue creado para dar gloria a su Dios y Creador. Dios mismo dijo respecto a Israel: “Todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice” (Is. 43.7). En cuanto a la iglesia, Pablo dijo: “En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinado conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para la alabanza de su gloria.” (Ef. 1:11-12). Y el salmista, llamado a toda la humanidad, dijo: “Los reyes de la tierra y todos los pueblos, los príncipes y todos los jueces de la tierra; los jóvenes y también las doncellas, los ancianos y los niños. Alaben el nombre de Jehová porque sólo su nombre es enaltecido” (Sal. 148:11-13). El Hombre fue creado para dar gloria a Dios, esa es la voluntad del Creador. Sin embargo, cuando el Hombre hace todo lo contrario al propósito de su creación, comente pecado (Ro. 1:21).

En segundo lugar, el pecado nunca es ventajoso para quien lo ejecuta. A pesar de lo que diga Satanás, el mundo o la carne, las consecuencias que produce el pecado siempre son desfavorables (cp. Gn. 3:6 y 16). Jesús dijo que todo aquel que odia a sus hermanos es culpable de asesinato a la vista de Dios (Mt. 5:21-22). Por su parte, Pablo advierte que todo el que participa de la Cena del Señor indignamente es culpable de profanar el cuerpo y la sangre de Cristo (1Co. 11:27). Así mismo, Isaías dijo que los impíos no estarán en paz (Is. 57:20-21), y finalmente, en Proverbios 22:8, dice que “el que sembrare iniquidad, iniquidad segará”.  

En tercer lugar, el pecado siempre trae consigo juicio divino y muerte. Dios, el Creador del Hombre, es muy claro respecto las consecuencias finales del pecado cuando dijo: “He aquí que todas las almas son mías… el alma que pecare, esa morirá”   (Ez. 18:4 cp. Ro. 6:23)

En cuarto lugar, el pecado nunca trae gloria a Dios. Cuando profeta Samuel confrontó al rey Saúl por su desobediencia a Dios, le dijo: “¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey.” En otras palabras, el profeta le dice al rey que es imposible glorificar a Dios sin ser obediente a Sus mandatos, y como el pecado es todo lo contrario a la obediencia, éste nunca traerá gloria a Dios.

En quinto lugar, el pecado es totalmente irracional. Es decir, una vez que se entiende cual es su naturaleza y contra quién atenta, entonces éste no tiene sentido; no tiene sentido que la criatura se rebele a su Creador; no tiene sentido la auto-exaltación de la criatura sobre el Creador; no tiene sentido desechar la bondad y la soberanía de Dios oponiéndose a su voluntad. En definitiva, toda acción y disposición pecaminosa es insensata y trae consigo más insensatez (Sal. 10:11; 14:1).

Entonces, algunas de las características que describen la naturaleza del pecado son: (1) el pecado es totalmente contrario a la voluntad de Dios, (2) el pecado nunca es ventajoso para quien lo ejecuta, (3) el pecado siempre trae consigo juicio divino y muerte, (4) el pecado nunca traer gloria a Dios, y (5) el pecado es totalmente irracional.   

III. Origen del Pecado

Hasta este punto hemos dicho que el pecado es “toda acción y disposición que se oponga a Dios como Creador, Soberano y Bueno”. También hemos señalado que algunas de las características que describen la naturaleza del pecado son: (1) el pecado es totalmente contrario a la voluntad de Dios, (2) el pecado nunca es ventajoso para quien lo ejecuta, (3) el pecado siempre trae consigo juicio divino y muerte, (4) el pecado nunca traer gloria a Dios, y (5) el pecado es totalmente irracional. Ahora bien, teniendo en consideración estos antecedentes, resulta imposible que el pecado tenga su origen en Dios o que haya sido introducido por Él, por razones infinitas. Por tanto, cabe preguntar: ¿cuál es el origen del pecado?; o, más específicamente, ¿cómo fue introducido el pecado el universo y la humanidad?

Ante este cuestionamiento, la Biblia dice que, en primer lugar, el pecado ingresó en el universo por medio de Satanás (Gn. 3:1-6; 2Cor. 11:3). Él fue la primera criatura que rechazó a Dios como Creador, Soberano y Bondadoso, y antes de que se hallara maldad en Satanás, no había pecado en el universo/creación, todo era bueno en gran manera (Gn. 1:31). Y, en segundo lugar, la Biblia asegura que el pecado ingresó a la humanidad como consecuencia de la desobediencia de Adán. Él fue el primer hombre en rebelarse contra Dios y rechazarle como Creador, Soberano y Bondadoso, y de allí en adelante, todo ser humano nace pecador y peca contra Dios (Sal. 51:5; Ro. 3:23). Hablando de las consecuencias del pecado Adán en la humanidad, Pablo escribió en Ro. 5:12 lo siguiente: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”.

Entonces, cuando hablamos del origen del pecado (o su introducción en el universo y la humanidad) partimos de la base que el pecado no tuvo su origen ni fue introducido por Dios sino que, fue Satanás quien introdujo el pecado en el universo y fue Adán quien introdujo el pecado a toda la raza humana.

IV. Conclusiones

1. Cuando estudiamos un poco más sobre la Naturaleza y el Origen del pecado, y sobre todo a la hora de definir qué es el pecado, es imprescindible tener un conocimiento verdadero (bíblico) de quién es Dios porque, como habrán notado, nuestro entendimiento de quién es Dios y cómo es Su naturaleza, sí o sí influye en la manera que entendemos el pecado. Es decir, si creemos que Dios es el Creador, Soberano y Bondadoso, entonces la más mínima desviación de lo que Él ha establecido será pecado. Sin embargo, si creemos en un dios imperfecto, amigable e indulgente; parecido a un débil abuelo amoroso con todo el mundo, entonces los estándares de lo que es o no es pecado serán totalmente flexibles e imparciales. Por tanto, hermanos, en un sentido muy real, lo que creemos en cuanto al pecado reflejará lo que creemos en cuanto a Dios y Su naturaleza; y más aún, la manera en que vivimos delante de Dios reflejará si todo eso que decimos creer de Dios, realmente lo creemos.

2. Muy relacionado con lo anterior, el entendimiento que tengamos del origen y propósito del Hombre también influirán en la manera que definamos el pecado. Es decir, si pensamos que el Hombre es una animal, desarrollado naturalmente a través de procesos evolutivos, entonces será lógico pensar también que no exista un Dios ni un Creador ni un Juez que determine (o juzgue) lo que está bien o lo que está mal, fuera del mismo Hombre[3]. Sin embargo, si creemos que el Hombre fue creado por Dios para reflejar la imagen de Dios y glorificarle a Él, entonces los estándares de lo que es y debe hacer el Hombre están determinados por Dios, el Creador, y no por la criatura. Y, así mismo, quien determina lo que es bueno o malo, es Dios y no el Hombre. Por tanto, hermanos, las advertencias del profeta Isaías siguen tan vigente hoy, como el día cuando dijo: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!” (Is. 5:20). Es nuestro deber vivir según los parámetros de Dios revelados en Su palabra, no los nuestros. Dios es quien determina qué es bueno y qué no lo es.

3. Por último, en cuanto a la definición del pecado, en esta sesión dijimos que siempre debemos tener presente que éste (1) incluye tanto la acción como la disposición interna del ser humano y que, además, (2) siempre va dirigido contra Dios, atentando contra su soberanía y bondad. En cuanto a la naturaleza del pecado, recordamos que (1) el pecado es totalmente contrario a la voluntad de Dios, (2) el pecado nunca es ventajoso para quien lo ejecuta, (3) el pecado siempre trae consigo juicio divino y muerte, (4) el pecado nunca traer gloria a Dios, y (5) el pecado es totalmente irracional. Y en cuanto al origen del pecado, recordamos que, después del pecado de Adán, el pecado pasó a ser parte integral del ser humano desde su nacimiento, de modo que, todo hijo de Adán nace pecador y peca contra Dios.

            Hermanos, si después de aprender o recordar todas estas cosas, no te has puesto a pensar aún en el evangelio de Jesucristo y en tu salvación, te ánimo a hacerlo. Te animo a pensar en que, antes de ser salvados por Jesucristo, vivíamos bajo esclavitud, ignorando todas estas cosas. Pero, por la gracia de Dios, el velo que nos cegaba ¡el Señor lo ha quitado! Y hoy, como siervos de Dios y no del pecado (Ro. 6:22), somos transformados de gloria en gloria a la imagen de Jesús (2Cor. 3:18).

            Hermano, si Jesucristo no hubiese descendido del cielo para sufrir todas las consecuencias de nuestro pecado, tú y yo, aún estaríamos viviendo en una continua rebelión contra Dios y contra Su Soberanía y Bondad; totalmente engañados por el pecado; lejos de Su gloria (Ro. 3:23); bajo sentencia de muerte (6:23); y siendo enemigos de Dios. Por tanto, amados hermanos, alabemos al Señor Jesucristo que vino al mundo a quitar nuestros pecados (1Jn. 3:5), cumplir nuestra sentencia por el pecado (Ro. 5:8) y reconciliarnos con Dios, nuestro Creador, por medio de Su muerte en la cruz (Col. 1:20-22).

Finalmente, ahora que hemos aprendido un poco más acerca del pecado, la próxima vez que te veas tentado a pecar ¿lo harás?


[1] No literalmente sino según el contexto.

[2] A esta misma conclusión llegó José cuando la esposa de Potifar se le insinuó inmoralmente. Él dijo: “¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” (Gn. 39:9). José sabía que dormir con la mujer de su jefe sería un acto terrible de deslealtad (v.8), sin embargo, su temor principal fue pecar contra Dios.

[3] Ya que el Hombre de este mundo desechó a Dios, con frecuencia se oye decir que a lo que Dios llama bueno, ellos le dicen malo, y lo que Dios ha dicho que es pecado, ellos le dicen que es normal (véase Is. 5:20).

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