Orando los Salmos: Salmo 14

Dios, esperamos en Ti.

El Salmo 14 es un salmo de lamento nacional, que describe la angustia de la nación de Israel al observar la maldad de los pueblos alrededor. Como todos los lamentos, empieza con un clamor y finaliza con una afirmación de confianza en Dios.

Los que conocen bien el libro de los salmos verán en seguida que el Salmo 14 es muy parecido al Salmo 53, de hecho, es casi igual, menos el versículo 6 (cp. 53:5). Es posible que el mismo salmo fuese modificado para adaptarse a distintas músicas. También las diferencias nos ayudan a enfocar en la expectativa bendita de los justos (Salmo 14:5–6) o el juicio inevitable de los malos (Salmo 53:5). No obstante, hoy día queremos estudiar el Salmo 14 y entender el tema principal para que podamos replicarlo en nuestras propias oraciones.

En los primeros tres versículos, vemos el problema: los gentiles inconversos viven en desobediencia y desorden, haciendo caso omiso a Dios, y encima están devorando a los pobres justos como si fuese nada (vv. 4–5). Pero les falta un detalle importante: Dios está al lado de los suyos (v. 6), y David y los israelitas están confiando en la salvación de Dios (v. 7).

1 Dice el necio en su corazón:
No hay Dios.
Se han corrompido, hacen obras abominables;
No hay quien haga el bien.

2 Jehová miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres,
Para ver si había algún entendido,
Que buscara a Dios.
3 Todos se desviaron, a una se han corrompido;
No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.

En el primer versículo se presenta el necio. En el Antiguo Testamento, el necio no es alguien que carece inteligencia ni educación, es la persona que vive como si Dios no existiera. Es el que vive todos los días sin pensar en Dios, sin tomar en conciencia su Palabra, sin creer en su Hijo Jesucristo. El necio en el AT no es imbécil, de hecho, es posible que sea muy inteligente, pero arregla su vida según sus propios deseos, sentimientos y pensamientos. Resulta que se corrompe y no hace nada bueno delante de Dios. El necio niega la autoridad de Dios en su vida, y por eso, se corrompe, hace la maldad y no el bien (v. 1).

Aunque los necios no se dan cuenta de su necedad, el omnisciente Dios mira y los ve (v. 2). Cuando Dios ve a los inconversos, no hay ningún entendido que busque a Dios. Todos niegan la autoridad de Dios en sus vidas y evitan todo pensamiento de Él. Se han desviado para vivir según sus propias ideas, y no hay quien haga lo bueno (v. 3).

4 ¿No tienen discernimiento todos los que hacen iniquidad,
Que devoran a mi pueblo como si comiesen pan,
Y a Jehová no invocan?
5 Ellos temblaron de espanto;
Porque Dios está con la generación de los justos.

Además de su maldad, los necios, o sea, los hijos de los hombres, los que se han desviado y no hacen lo bueno, oprimen al pueblo de Dios, en este caso, la nación de Israel (v. 4). David ha observado que las naciones que no reconocen a Dios están comiéndose al pueblo de Dios como un pancito. ¿Cómo puede ser que Dios permita que los necios, quienes niegan a Dios y hacen lo malo, opriman a Israel, el pueblo a que Dios escogió para sí mismo? Estas naciones no invocan a Dios, no adoran a Dios, no quieren saber nada de Dios, pero están destruyendo al pueblo de Dios mismo. ¿Cómo es posible que Dios lo permita? ¿No está Dios al lado de su pueblo, la nación de Israel?

6 Del consejo del pobre se han burlado,
Pero Jehová es su esperanza.

Ahora David se da vuelta y se dirige a los necios. El sujeto de la oración en el versículo 6 es ustedes, los necios, los que niegan a Dios y hacen lo que quieren. David dice a los necios: Ustedes están burlándose de las expectativas del pobre justo, esperando destruirlo en absoluto, pero ustedes han olvidado una cosa importante: el pobre justo está confiando en Jehová (v. 6). Aunque es pobre, aunque no tiene mucho poder ni recursos, tiene esperanza en Dios.

7 ¡Oh, que de Sion saliera la salvación de Israel!
Cuando Jehová hiciere volver a los cautivos de su pueblo,
Se gozará Jacob, y se alegrará Israel.

El salmo finaliza con una oración a Dios, esperando que salve a su pueblo Israel (v. 7). Esta salvación que pide David vendría de Sion, o Jerusalén, donde se ubicaba el templo de Dios, la morada de su presencia. David ruega que Dios venga a visitar a su pueblo, rescatándolo de sus enemigos. A través de esa salvación la nación de Israel recobrará su gozo en Él, alabando a Jehová su Salvador y Protector.

Igual como la mayoría de los lamentos, el autor experimenta un cambio de perspectiva entre el principio del salmo y el fin. Al inicio, David estaba desanimado, angustiado y preocupado por el avance de los enemigos de Israel. Aunque no consideran a Dios, ni siquiera admitiendo que Él existe, se comen al pueblo de Dios como pan, pero la actitud de David cambia con la frase, “Pero Jehová es su esperanza.” En este momento David recordó que Israel no estuvo solo, pues Dios siempre estaba a su lado. Al darse cuenta de esta verdad, el lamento de David se convierte en alegría, pidiendo a Dios que obre y esperando su salvación.

Este salmo nos enseña a evaluar nuestra perspectiva de los malvados, los necios que no consideran a Dios. Aunque parece que tengan todas las ventajas, hay que recordar que Dios es nuestra esperanza.

Ahora, ¿cómo podemos aplicar este salmo a nuestras vidas hoy en día?

  1. En primer lugar, debemos recordar que pese los avances de los malvados, los necios que no reconocen a Dios, Dios siempre está al lado de los suyos. Es fácil mirar nuestro mundo y ver que hay pecadores que están contra Dios por todos lados, luchando activamente contra Dios, su soberanía y su autoridad. El corriente de nuestro mundo hoy en día dice “no hay Dios”, se ha corrompido y no hace el bien. Los malos menosprecian a los que creen en Dios y quieren destruirlos. Es fácil sentir pena por nosotros mismos, como si estuviésemos solos y Dios nos hubiese abandonado.
    Hermanos, hay que recordarnos que nuestra esperanza está en Dios. Él está con nosotros, ahora no en un templo en nuestra ciudad, sino con nosotros en todo momento. Jesús nos prometió, “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Dios también nos dice, “No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre” (Hebreos 13:5–6). No estamos solos. Dios está con nosotros hoy día y esperamos en Él.
  2. En segundo lugar, debemos esperar en Dios. La gente de nuestro mundo espera en muchas personas y muchas cosas, pero no reconoce a Dios (“Dice el necio en su corazón: no hay Dios”). Los inconversos esperan en su inteligencia, en su plata, en su trabajo, en su educación, en sus santos, en el gobierno, en sus pitutos, en la suerte, pero rehúsan de creer en Dios. Así esperábamos nosotros también antes que Dios nos salvara (Efesios 2:12). Ahora, a través de la revelación de su Palabra, Dios nos ha abierto los ojos y podemos ver que esas cosas no valen nuestra esperanza y que la única esperanza es Dios en la persona de su Hijo, Jesucristo. Somos los que esperamos en Dios (1ª Timoteo 4:10). Así que, hermanos, no vivamos como los necios que dicen “no hay Dios.” Hagamos caso a la Palabra de Dios, que nos dice que “no pongamos la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo…” (1ª Timoteo 6:17). Hermanos, esperemos en Dios.
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