El salmo dieciséis es un salmo de confianza, que describe la seguridad y gozo que haya el salmista en la fidelidad y bondad de Dios. En este salmo, David celebra con gozo el reconocimiento claro y seguro de que el Señor es su bien y que puede confiar en Él aunque enfrente peligros y muerte. En una frase sencilla, el tema de este salmo se puede resumir en la siguiente oración: “Dios, en ti confío”.
ESTRUCTURA DEL SALMO
El salmo dieciséis comienza con una oración de confianza que da origen a todas las otras afirmaciones. Pensando en ello, este poema puede ser dividido de la siguiente manera (I) Oración de confianza (v. 1) y (II) Declaraciones de confianza (vv. 2-11).
EXPLICACIÓN DEL SALMO
(I) Oración de confianza
1 Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado.
David comienza este salmo con una clara petición: “Señor protégeme porque en ti he confiado”. Esta petición combina el clamor por la salvación y la confianza de que así será. Claramente, la seguridad de David no tiene relación con pensamientos ilusorios ni con una actitud positivista en medio de los problemas de la vida, sino que surge de la confianza que produce una real e íntima comunión con el único Dios verdadero.
(II) Declaraciones de confianza (vv. 2-11)
2 Oh alma mía, dijiste a Jehová:
Tú eres mi Señor;
No hay para mí bien fuera de ti.
3 Para los santos que están en la tierra,
Y para los íntegros, es toda mi complacencia.
4 Se multiplicarán los dolores de aquellos que sirven diligentes a otro dios.
No ofreceré yo sus libaciones de sangre,
Ni en mis labios tomaré sus nombres.
David conoce y confía en Dios, y por ello, anuncia sin tapujos su fe exclusiva en Él, diciendo: “Tú eres mi Dios; ningún bien tengo fuera de ti” (v.2 BLA cp. Sal. 11:1). Basado en esa consagración fiel a Jehová, David añade que su trabajo y dedicación están al servicio de las personas que también buscan al Señor (“los santos… los íntegros” v.3) pero, a la vez, añade que no ayudará ni aprobará ni participará de las acciones y cultos de los que sirven a ídolos muertos (“otro dios”). David es fiel a Dios y sabe que fuera de Él, nada bueno hay.
5 Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa;
Tú sustentas mi suerte.
6 Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos,
Y es hermosa la heredad que me ha tocado.
7 Bendeciré a Jehová que me aconseja;
Aun en las noches me enseña mi conciencia.
8 A Jehová he puesto siempre delante de mí;
Porque está a mi diestra, no seré conmovido.
David no atribuye cosa alguna al azar, sino que sabe que el Señor es quien sustenta y guarda su vida; toda ella está a merced de Su misericordioso control soberano, y tan confiado y agradecido está en la provisión del Señor, que reconoce que todo lo que tiene, al ser muestra de Su bondad soberana, es la mejor heredad que alguien pudiera recibir (v.6). Y por ello, David confiesa que todo lo que necesita en su vida es a Dios, Su misericordia, Su consejo y Su compañía (vv.5, 7); y mientras viva de acuerdo a ese principio, no resbalará ni se apartará del camino de la integridad (v.8)
9 Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma;
Mi carne también reposará confiadamente;
10 Porque no dejarás mi alma en el Seol,
Ni permitirás que tu santo vea corrupción.
11 Me mostrarás la senda de la vida;
En tu presencia hay plenitud de gozo;
Delicias a tu diestra para siempre.
En esta última sección del salmo, David combina su confianza en Dios con claras expresiones de júbilo. Dice el salmista que tan seguro está en los cuidados de Dios, que ni la muerte ni la corrupción del sepulcro podrán disminuir su alegría ni el gozo de su confianza; y aunque la muerte y los peligros sigan siendo una realidad, su corazón y su alma igualmente se gozan en el Señor, y su carne aún reposará confiadamente (v. 9) en los invariables cuidados de Dios, porque sabe que Él es el único que puede ofrecer vida y delicias para siempre (v.11).
Este salmo nos recuerda cómo es una oración de confianza. Es decir, una oración que recuerda la fidelidad y la bondad de Dios; una oración que reconoce que fuera de Dios no hay ningún bien, que Él tiene control soberano y que Él es todo lo que necesitamos en nuestras vidas porque Él es el único que puede ofrecer plenitud de gozo y vida más allá de la muerte. Este salmo nos recuerda cuán importantes es orar, diciendo con frecuencia: “Dios, en ti confío”

¿Cómo podemos aplicar este salmo a nuestras vidas?
1. David escribió: “Tú eres mi Señor, no hay para mí bien fuera de ti” (v.2). Algunos han dicho que esta oración formaba parte de la declaración de lealtad en el día de la consagración o dedicación de algún sacerdote o levita; otro dicen que se utilizaba cuando los israelitas deseaban manifestar públicamente su fidelidad al Señor. Sea cual sea el contexto, quien ora de esta manera busca dejar en claro (para quien sea que escuche) que Dios es su Señor y que no hay nada bueno fuera de Él.
Hermanos, pensando en nuestras circunstancias, las pruebas siempre van a ser buenas oportunidades para dar testimonio a otros de lo que creemos y en quien confiamos. Los creyentes debemos aprovechar esas oportunidades para decir (sin tapujos) que no confiamos en una diversidad de dioses (ni ídolos ni santos ni mandas) sino que confiamos en el único Dios verdadero, Jesucristo (1Jn. 5:20), y fuera de Él nada podemos hacer (Jn. 15:5).
2. Humanamente hablando, la muerte física es el enemigo más temido por la mayoría de los Hombres. Sin embargo, la confianza que tenía David en Dios le llevó a decir, con seguridad, que Dios siempre estaría con él, y le guardaría y aún más allá de la muerte (vv. 10-11).
Hermanos, los creyentes también podemos tener esa misma confianza porque cuando el Señor Jesucristo resucitó de la muerte, no solo la muerte quedó para siempre vencida (véase Hch. 2:24-32); sino que también la promesa de vida eterna quedó establecida (1Co. 15:20); de modo que, todos los que confiamos en Dios, hoy tenemos por cierto que ni la muerte, ni nada, nos podrá separar de Su amor y de sus cuidados (Ro. 8:37-39). Y es más, aunque la muerte nos hiera y nos atemorice su dolor, la resurrección de Jesucristo nos asegura que un día seremos resucitados y estaremos para siempre con el Señor (1Co. 15:51-58; 1Ts. 4:13-18).