En este capítulo, Pablo concluye su respuesta a la pregunta de los corintios sobre la carne ofrecida a ídolos. Hay un peligro en la idolatría, y debemos aprender del ejemplo de los israelitas, que tenían todos muchas bendiciones espirituales, sin embargo, muchos pecaron y murieron en el desierto. Por eso, debemos tomar en serio el peligro del pecado, debemos mirar que no caigamos y debemos huir de la idolatría. Aunque comer la carne no está prohibido, hay que aplicar la sabiduría, y depende de la circunstancia. Debemos hacer todo para la gloria de Dios (v. 31), amar a nuestros hermanos en Cristo (v. 32) y buscar el avance del evangelio (v. 33).