Señor, te encomiendo mi camino.
El Salmo 37 es un salmo de sabiduría. Se acuerdan de que la sabiduría del Antiguo Testamento no es solo inteligencia, sino integridad, una correspondencia entre lo que uno dice y cómo vive (no es por casualidad que la sabiduría de Santiago se puede definir igual). La sabiduría es conocer quién es Dios y responder en la manera que corresponde. Los salmos de sabiduría contrastan el camino de los necios e injustos con la senda de los sabios o justos. El Salmo 37 está lleno de estos contrastes entre los justos y los injustos.
Un tema complicado
En este salmo, David aborda un tema complicado: ¿cómo respondemos frente a los éxitos de los injustos? Nosotros también conocemos este tema difícil. Creemos en Dios, creemos que ha dicho a través de su Palabra, creemos en su Hijo Jesucristo y queremos vivir como discípulos de Jesús, reflejando su vida en la nuestra. Pero a la vez, vemos en nuestro colegio, en nuestro trabajo, en nuestro barrio, aún en nuestras familias, que muchos inconversos que no reconocen a Dios les va muy bien. Y además, vemos que los injustos que mienten, hacen trampa y estafan tienen éxito. Nos preguntamos, ¿cómo es Dios justo sin juzgar a los injustos?
En el Salmo 37, David aplica la sabiduría al problema de los injustos. ¿Cómo debemos responder frente a la injusticia que vemos en nuestro mundo? ¿Qué debemos decir de los injustos? ¿Cómo debemos pensar y sentir?
La forma acróstica
Este salmo también tiene los elementos de un salmo acróstico, en que cada versículo (o en este caso, cada dos versículos) inicia con la siguiente letra del alfabeto hebreo. Obvio que no podemos ver este detalle en nuestras traducciones, pero el acróstico es un toque estético muy hermoso y también hizo que el salmo fuese más memorable para los lectores.
Heredar la tierra
Una nota sobre la frase “heredar la tierra”, que ocurre seis veces en el salmo (vv. 9, 11, 18, 22, 29, 34). La tierra prometida por Dios a Abraham y sus descendientes fue “toda la tierra de Canaán en heredad perpetua” (Génesis 17:8; cp. Éxodo 32:13). Las bendiciones prometidas al pueblo de Israel por guardar la ley de Dios incluyeron la paz de sus enemigos, la prosperidad en sus campos y casas y el privilegio de disfrutar de la bondad de Dios (Deuteronomio 28:7–14; cp. Isaías 65:21). Las maldiciones prometidas por desobedecer la ley de Dios fueron lo opuesto (Deuteronomio 28:15–68). La sabiduría de este salmo recuerda a los lectores de las promesas de Dios y les anima a confiar en Él.
Pasemos juntos por este salmo, haciendo preguntas y escuchando las respuestas de la sabiduría en cuanto a los injustos alrededor de nosotros.
¿Cómo no debo responder cuando veo el éxito de los inconversos y por qué?
1 No te impacientes a causa de los malignos, Ni tengas envidia de los que hacen iniquidad. 2 Porque como hierba serán pronto cortados, Y como la hierba verde se secarán.
¿Qué debo hacer frente al éxito de los inconversos?
3 Confía en Jehová, y haz el bien; Y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad. 4 Deléitate asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón.
Pero ¿quién me defenderá? ¿Cómo me vindicará?
5 Encomienda a Jehová tu camino, Y confía en él; y él hará. 6 Exhibirá tu justicia como la luz, Y tu derecho como el mediodía.
¿Qué debo hacer mientras espero la justicia de Dios?
7 Guarda silencio ante Jehová, y espera en él. No te alteres con motivo del que prospera en su camino, Por el hombre que hace maldades. 8 Deja la ira, y desecha el enojo; No te excites en manera alguna a hacer lo malo. 9 Porque los malignos serán destruidos, Pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra.
¿Cuál es el futuro de los sabios, los que confían en Dios?
10 Pues de aquí a poco no existirá el malo; Observarás su lugar, y no estará allí. 11 Pero los mansos heredarán la tierra, Y se recrearán con abundancia de paz.
¿Se saldrán con la suya los impíos?
12 Maquina el impío contra el justo, Y cruje contra él sus dientes; 13 El Señor se reirá de él; Porque ve que viene su día. 14 Los impíos desenvainan espada y entesan su arco, Para derribar al pobre y al menesteroso, Para matar a los de recto proceder. 15 Su espada entrará en su mismo corazón, Y su arco será quebrado.
Pero hay mucha injusticia. ¿Quién puede hacer la justicia?
16 Mejor es lo poco del justo, Que las riquezas de muchos pecadores. 17 Porque los brazos de los impíos serán quebrados; Mas el que sostiene a los justos es Jehová. 18 Conoce Jehová los días de los perfectos, Y la heredad de ellos será para siempre. 19 No serán avergonzados en el mal tiempo, Y en los días de hambre serán saciados. 20 Mas los impíos perecerán, Y los enemigos de Jehová como la grasa de los carneros Serán consumidos; se disiparán como el humo.
Cuando hago el bien, no resulta. ¿Quién asegurará que el bueno sea recompensado y el malo castigado?
21 El impío toma prestado, y no paga; Mas el justo tiene misericordia, y da. 22 Porque los benditos de él heredarán la tierra; Y los malditos de él serán destruidos. 23 Por Jehová son ordenados los pasos del hombre, Y él aprueba su camino. 24 Cuando el hombre cayere, no quedará postrado, Porque Jehová sostiene su mano. 25 Joven fui, y he envejecido, Y no he visto justo desamparado, Ni su descendencia que mendigue pan. 26 En todo tiempo tiene misericordia, y presta; Y su descendencia es para bendición.
¿Debo participar en la maldad y el engaño en el que muchos están involucrados? ¿Por qué?
27 Apártate del mal, y haz el bien, Y vivirás para siempre. 28 Porque Jehová ama la rectitud, Y no desampara a sus santos. Para siempre serán guardados; Mas la descendencia de los impíos será destruida. 29 Los justos heredarán la tierra, Y vivirán para siempre sobre ella.
¿Qué es lo que lo salva al justo? ¿Dónde está su confianza?
30 La boca del justo habla sabiduría, Y su lengua habla justicia. 31 La ley de su Dios está en su corazón; Por tanto, sus pies no resbalarán.
¿Debo tenerle miedo al injusto? ¿Por qué?
32 Acecha el impío al justo, Y procura matarlo. 33 Jehová no lo dejará en sus manos, Ni lo condenará cuando le juzgaren. 34 Espera en Jehová, y guarda su camino, Y él te exaltará para heredar la tierra; Cuando sean destruidos los pecadores, lo verás.
El éxito que tienen los impíos, ¿permanecerá por siempre?
35 Vi yo al impío sumamente enaltecido, Y que se extendía como laurel verde. 36 Pero él pasó, y he aquí ya no estaba; Lo busqué, y no fue hallado.
¿En quién debo confiar? ¿Cuál es el camino de sabiduría?
37 Considera al íntegro, y mira al justo; Porque hay un final dichoso para el hombre de paz. 38 Mas los transgresores serán todos a una destruidos; La posteridad de los impíos será extinguida. 39 Pero la salvación de los justos es de Jehová, Y él es su fortaleza en el tiempo de la angustia. 40 Jehová los ayudará y los librará; Los libertará de los impíos, y los salvará, Por cuanto en él esperaron.
Nos queda claro que el camino de la sabiduría frente a los impíos es confiar en Dios y encomendarle nuestro camino. Dios es soberano, por eso está en control en todo momento. Dios es justo, por eso pagará a los injustos por su maldad. Dios es bueno, por eso podemos encomendar nuestras vidas a su cuidado. El tema central del salmo es nuestra confianza en Dios. Podemos orar el Salmo 37 con esta frase sencilla, “Señor, te encomiendo mi camino”.
¿Cómo podemos aplicar el tema principal del Salmo 37 a nuestras vidas?
En primer lugar, es posible que leamos este salmo y anticipemos que todo nos salga bien siempre y cuando confiemos en Dios. Debemos recordar que estas promesas son dirigidas a los israelitas viviendo en la teocracia del Antiguo Testamento. Además, debemos recordar que el judío más justo de todo, Jesús, vivió perfectamente, pero murió en una cruz sufriendo la matanza más injusta de toda la historia. Nosotros los discípulos de Jesús no debemos esperar nada distinto. Jesús mismo dijo tanto en Mateo 10:24–25, “El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor. Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa?” Sin embargo, en medio del sufrimiento injusto, Jesús oraba, “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23:46). Jesucristo vivió la oración sencilla del Salmo 37, encomendándose al Padre en todo momento.
En segundo lugar, Jesucristo enseñaba la oración sencilla del Salmo 37, citándolo en el Sermón del Monte en las bienaventuranzas. Dice Mateo 5:5 “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad”. Los discípulos de Jesús también deben aprender a encomendar su camino a Dios.
Debería ser evidente que, al encomendar mi camino a Dios, estoy confiando en Él por los resultados. Estoy poniéndome a su disposición. Estoy entregándome a su voluntad. Una confianza así no es por casualidad, depende del conocimiento que tengo de la persona a quien encomiendo mi vida. La sabiduría del Salmo 37 nos enseña que Dios es fiel, que Dios es justo, que Dios es bueno, que Dios es confiable. Cuando conozcamos bien a Dios, podremos encomendarle nuestras vidas con plena confianza.
Preguntas de repaso
- ¿Qué género es el salmo 37 y cuáles son sus características?
- ¿En qué consisten los acrósticos?
- Los salmos de sabiduría se destacan por los contrastes entre los justos y los malos. ¿Cuántos contrastes entre los dos puedes encontrar en el Salmo 37?
- ¿Cómo no debo responder cuando veo el éxito de los inconversos y por qué? (vv. 1–2)
- ¿Qué debo hacer frente al éxito de los inconversos? (vv. 3–4)
- ¿Debo tenerle miedo al injusto? ¿Por qué? (vv. 32–34)
- ¿En quién debo confiar? ¿Cuál es el camino de sabiduría? (vv. 37–40)
- ¿Cuál es la frase sencilla que resume el tema del salmo?
- ¿Cómo podemos conocer mejor a Dios? ¿Cómo este conocimiento nos ayuda a encomendarle nuestros caminos? ¿Puedes dar un ejemplo de tu vida?