Orando los salmos: Salmo 39

El salmo treinta y nueve es un lamento individual que expresa los clamores de un salmista que busca al Señor para que le conceda alivio de sus aflicciones. En una frase sencilla, el tema de este salmo se puede resumir en la siguiente oración: “Dios, mi esperanza está en ti”.

EXPLICACIÓN DEL SALMO

1Yo dije: Atenderé a mis caminos,
Para no pecar con mi lengua;
Guardaré mi boca con freno,
En tanto que el impío esté delante de mí.
2Enmudecí con silencio, me callé aun respecto de lo bueno;
Y se agravó mi dolor.

3Se enardeció mi corazón dentro de mí;
En mi meditación se encendió fuego,
Y así proferí con mi lengua:

4Hazme saber, Jehová, mi fin,
Y cuánta sea la medida de mis días;
Sepa yo cuán frágil soy.
5He aquí, diste a mis días término corto,
Y mi edad es como nada delante de ti;
Ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive.

                                                                                              Selah

6Ciertamente como una sombra es el hombre;
Ciertamente en vano se afana;
Amontona riquezas, y no sabe quién las recogerá.

El salmo treinta y nueve comienza con un tono solemne, marcado por la firme determinación de un hombre que se ha propuesto guardar completo silencio, enmudecer y no responder palabra alguna a sus adversario mientras dure su aflicción (vv. 1-3). Y si bien el autor no da grandes detalles que expliquen el contexto de tal determinación, rápidamente deja ver que callar no le estaba brindando la paz que esperaba; por el contrario, la angustia permanecía, y crecía, y se agravaba dentro de él. Por lo que, no pudiendo soportar más, rompió su compromiso con el silencio para hablar con Dios (v.3) y reflexionar sobre la brevedad de la vida. Algo que podemos apreciar en los versículos cuatro al seis donde el autor llega a la conclusión de que la vida es demasiado corta (v.5). La vida es transitoria; breve como un suspiro y pasajera como una sombra. Por tanto, está demás el afanarse en amontonar riquezas sabiendo que al final nadie sabe quién las disfrutará (v.6); o, más aún, seguir viendo cómo pasan los días y se acorta la vida, sin buscar socorro en Dios y alivio de sus aflicciones.   

7Y ahora, Señor, ¿qué esperaré?
Mi esperanza está en ti.

Luego de meditar sobre la transitoriedad de la vida, el salmista llega al corazón de su oración (y al meollo de su reflexión). Rodeado de aflicciones, enemigos, ansiedades, dolores, impaciencia y, probablemente, de cara a la muerte, el autor se pregunta: “¿Ahora qué?”, “¿qué esperaré?”, “¿dónde pondré mi esperanza?”. Dicho de otro modo, el autor llega a un punto crucial de su vida donde se pregunta si acaso morir en sus diversas aflicciones es lo único que puede esperar en su vida. El autor sabe que la vida es breve y los días pasan rápidamente; el salmista casi puede ver que se aproxima el día de su muerte y que su dolor no ha cesado. Por tanto, se pregunta: ¿qué esperaré? ¿Qué las riquezas me salven, que los deleites me distraigan, que mis enemigos me ofrezcan paz, que la salud se restaure y mi tiempo tiempo se extienda? Por supuesto que no. En este punto de la reflexión, el autor reconoce que en el Único que puede esperar, es en Dios. “Mi esperanza está en ti” dice el autor en el verso 7. Y, por tanto, en lugar de estar callado esperando el día de su muerte; el salmista, dirige sus palabras a Dios e introduce solemnemente la siguiente petición: Señor, dame libertad de las aflicciones, y descanso del dolor y del castigo.

8Líbrame de todas mis transgresiones;
No me pongas por escarnio del insensato.
9Enmudecí, no abrí mi boca,
Porque tú lo hiciste.
10Quita de sobre mí tu plaga;
Estoy consumido bajo los golpes de tu mano.
11Con castigos por el pecado corriges al hombre,
Y deshaces como polilla lo más estimado de él;
Ciertamente vanidad es todo hombre.

                                                                                             Selah

12Oye mi oración, oh Jehová, y escucha mi clamor.
No calles ante mis lágrimas;
Porque forastero soy para ti,
Y advenedizo, como todos mis padres.

13Déjame, y tomaré fuerzas,
Antes que vaya y perezca.

El salmo treinta y nueve termina con el salmista decidido en pedir ayuda al Señor. El autor ruega para que Dios escuche su clamor, oiga su oración y no sea indiferente a sus lágrimas (v.12). Pero, a la vez, no exige una respuesta como alguien que se siente con el derecho de hacerlo, sino que clama al Señor como uno que humildemente reconoce su condición de fragilidad y dependencia (como un forastero y advenedizo). El salmista sabe que su vida está en las manos de Dios y hasta está dispuesto a aceptar Su voluntad (cualquiera que sea) (v.9). Sin embargo, confía que el Dios de su esperanza aún puede escuchar su oración y librarle de su aflicción. Por lo que, en lugar de permanecer en silencio el resto de tiempo que le quede de vida, una vez más abre sus labios y le pide al Señor que tenga misericordia y le dé alivio mientras viva (v.13).

Salmo treinta y nueve: “Dios, mi esperanza está en ti”

APLICACIONES PARA LA IGLESIA

Hermanos, como habrán notado, durante las últimas semanas un tema recurrente en nuestros estudios ha sido: “la paciencia” o “el esperar en el Señor”. En los estudios anteriores hemos aprendido que debemos encomendar nuestro camino a Dios, confiar en el Señor aunque los malos prosperen y a esperar en el Señor sin dejarse vencer por la espera (Sal. 37, 38; Stgo. 5). Y así debe ser. Sin embargo, debemos reconocer que no siempre salimos victoriosos en la batalla contra la ansiedad, el tiempo y las circunstancias; y es más, muchas veces, cuando la espera se vuelve difícil, y se acaban lo recursos, y nos gana la impaciencia, nos preguntamos: Y ahora, ¿qué puedo esperar?

Hermanos, el salmo treinta y nueve es una invitación a mirar a Dios, hablar con Él y demostrar que en Él está nuestra esperanza. ¿Y de qué manera? Bueno, en primer lugar, orando con fe, sabiendo que Él nos  puede dar alivio en nuestras aflicciones.  Y, en segundo lugar, confiando que solo en Dios tenemos esperanza de vida eterna en Jesucristo.

Como habrás notado en el salmo, el autor contrasta la realidad de la brevedad de la vida y la futilidad de esperar en las riquezas con la gran verdad de que Dios es el único que puede dar alivio a su aflicción. Es decir, el hombre que espera en Dios no debería simplemente sentarse a esperar que pase el tiempo y que las aflicciones le consuman o que éstas lleguen a desaparecer por completo; el hombre no vive lo suficiente para que eso suceda. Así mismo, el hombre que confía en Dios no puede esperar que su trabajo y riquezas acaben con sus aflicciones; porque ni siquiera tiene la garantía de que él mismo podrá disfrutar el fruto de todo su trabajo. Por tanto, no es el tiempo ni el dinero ni la resignación lo que traerá alivio al hombre. Solo Dios puede dar alivio al Hombre. Y por ello, el salmista ora a Él y pide directamente que escuche y atienda su dolor.

            Hermanos, así mismo los creyentes también podemos confiar en el Señor que Él nos puede dar alivio y descanso de nuestras aflicciones. Y, además de esto, también tenemos la gloriosa esperanza de nuestra vida va más allá de la muerte. Porque los que hemos creído en Cristo Jesús tenemos la promesa de la vida eterna. Por tanto, aunque las aflicciones continúen hasta el fin de nuestro tiempo en la tierra, tenemos la confianza de que el Señor puede darnos alivio de nuestras aflicciones. Y, aún más, tenemos la esperanza de nos librará de todos los males y el pecado y de la muerte cuanto estemos en su presencia, para siempre. ¡Dios, mi esperanza está en ti!


PREGUNTAS DE REPASO

  1. ¿Qué tipo de salmo es? ¿Qué evidencias vemos en el texto?
  2. ¿Cuál es la frase sencilla que resume el tema del salmo?
  3. ¿Crees que los creyente debemos aceptar las aflicciones, resignarnos, y no orar a Dios para que nos libre de ellas? ¿Por qué?
  4. ¿Qué aprendiste en este salmo? ¿Cómo lo puedes aplicar a tu vida?
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