¿Cómo podemos cumplir la comisión de Cristo para la iglesia?
En la primera enseñanza definimos qué es la comisión de Cristo para la iglesia, hacer discípulos, y en ésta quiero abordar el tema de cómo podemos cumplir su comisión. Si tomamos a pecho la comisión de Cristo para nuestra iglesia, ¿cómo sabemos cuándo la estamos cumpliendo? ¿Qué resultados veremos en nuestras iglesias cuando estemos cumpliendo la comisión de Cristo y haciendo discípulos? ¿Qué evidencias buscamos para saber que hayamos cumplido la comisión de Cristo?

Examinemos la epístola de Pablo a la iglesia en Éfeso. En ella, les ruega a los hermanos que estén unidos porque Dios ha mostrado Su gracia hacia ellos como individuos (1:3–23) y como gentiles (2:1–22). Esta gracia de Dios incluye ambos judíos y gentiles en un cuerpo nuevo, la iglesia, que es un misterio que Dios ha revelado en estos tiempos (3:1–21). Porque Dios les ha llamado a los creyentes en Éfeso (o en cualquier lugar) a ser un cuerpo, bautizados por un solo Espíritu, anticipando una sola esperanza, y confiando en un solo Señor, Pablo manda que sirvan juntos en unidad (4:1–6).
Sin embargo, es evidente en cada asamblea que todos los miembros son distintos, debido a los dones que Jesucristo ha dado a la iglesia (4:7). Pablo cita del Salmo 68:18 para demostrar que después de su ministerio en la tierra, Jesucristo subió al cielo y dio a individuos a la iglesia (4:8–10): apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros (4:11). Dice Efesios 4:11, “Y él mismo [Jesús] constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros”.
Los primeros tres grupos de individuos fueron enviados directamente por Dios. Los apóstoles fueron enviados personalmente por Jesucristo (Hechos 1:21–22), los profetas recibieron revelación sobrenatural de Dios (2ª Pedro 1:20–21; cp. 1ª Corintios 2:10–13), y los evangelistas fueron mandados con el evangelio a individuos y lugares específicos (por ejemplo, Felipe en Hechos 8:26, 29, 39).
El último grupo fue los pastores y maestros que eran conocidos por la iglesia en Éfeso—los pastores a los que Pablo se refiere como “los ancianos de la iglesia” (Hechos 20:17) y los maestros de la iglesia, un grupo que incluye a los ancianos porque todos deben ser “aptos para enseñar”. Dios ha otorgado a estos hombres para liderar e instruir la iglesia. Los pastores y ancianos no revelaban la verdad de Dios, sino explicaban lo que los apóstoles y profetas ya habían revelado (cp. Efesios 2:20). Ellos no llevaban el evangelio a nuevas regiones, predicando donde Cristo todavía no había sido nombrado (Romanos 15:20), sino que servían en iglesias locales que ya fueron establecidas, edificando sobre el fundamento de Jesucristo (1ª Corintios 3:9–11). Su ministerio es entonces, la enseñanza de la Palabra de Dios. Los pastores y maestros de la iglesia no son llamados a revelar la Palabra de Dios, sino enseñarla, como dijo Jesús, enseñar a los hermanos a obedecer todo lo que Jesús nos ha mandado.

La enseñanza de la Palabra de Dios en la iglesia
¿En qué consiste la enseñanza de la Palabra de Dios en la iglesia? Así de simple, explicar y aplicar la Palabra de Dios. La tarea de los pastores y los otros maestros de la iglesia es enseñar la Palabra, o sea, explicar y aplicar la Palabra. En primer lugar, es necesario que se explique la Biblia. Hay pasajes que son difíciles, otros que quedan muy claros, pero siempre es necesario explicar la Palabra porque la base de la autoridad de un pastor, un anciano o un maestro en la iglesia radica en la Palabra de Dios. Dicho de otra manera, no tiene autoridad fuera de la Palabra de Dios. Los que enseñan la Palabra en la iglesia deben poder respaldar sus enseñanzas en las Escrituras, porque fuera de la Palabra, no tienen autoridad. Lo que enseña un maestro en la iglesia tiene autoridad porque Dios lo ha dicho, no porque el maestro lo dice. Por eso, es necesario que un maestro explique la Palabra.

Pero no es suficiente que solamente la explique, es necesario que también la aplique a nuestras vidas. La primera parte, explicar la Palabra, responde la pregunta, “¿Qué dice la Biblia? ¿Qué quiere decir este pasaje? ¿Qué dijo Dios?” La segunda tarea, aplicar la Palabra, hace la pregunta clave, “¿Qué significa este pasaje para mí hoy en día? ¿Qué quiere Dios que yo haga?” Por eso, la enseñanza de la iglesia no es una clase o charla que solamente imparte información, sino una aplicación práctica de la verdad de las Escrituras en nuestras vidas diarias.

La enseñanza bíblica consiste en explicar y aplicar la Palabra de Dios, y a esta tarea se dedican los pastores y maestros de la iglesia.

El propósito de la enseñanza de la Palabra de Dios en la iglesia (4:12)
Partimos leyendo en el capítulo cuatro de Efesios, el versículo 11 hasta el versículo 16, lo que es una sola oración larga:
Efesios 4:11–16
11 Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, 12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, 13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; 14 para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, 15 sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, 16 de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.
¿Qué propósito tiene la enseñanza de la Palabra de Dios para la iglesia? Pablo nos dice qué es el propósito de los pastores y maestros en el versículo 12: “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”. En el texto original está bien claro que la primera frase (perfeccionar a los santos) es el trabajo de los pastores y maestros, y la meta de este trabajo es que los santos puedan hacer la obra del ministerio, la cual es edificar el cuerpo de Cristo. La enseñanza de la Palabra, entonces, es para perfeccionar a los santos, para hacer la obra del ministerio, la que es edificar el cuerpo de Cristo.

Cuando entendamos bien el propósito de la enseñanza de los pastores y maestros, entenderemos mejor el ministerio de la iglesia misma. No es la responsabilidad de los líderes hacer toda la obra del ministerio, sino perfeccionar o capacitar a los santos para que ellos puedan hacerla. Tal vez nos preguntamos, ¿qué es la obra del ministerio? Está explicada y clarificada en la frase siguiente: edificar el cuerpo de Cristo. La obra de la iglesia es que los miembros se edifiquen los unos a los otros, y esa responsabilidad pertenece a cada individuo que es miembro del cuerpo.
En otras palabras, el ministerio de la Palabra en la iglesia, la enseñanza de las Escrituras tiene como propósito capacitar a los hermanos para que esos mismos hermanos puedan cumplir la obra del ministerio, y aquí Pablo nos dice explícitamente cuál es la meta de la iglesia, es la edificación del cuerpo de Cristo, o sea, el crecimiento espiritual de los hermanos de la iglesia. Es importante que no perdamos este punto: la meta de la iglesia no es que los miembros estén contentos y cómodos, no es que la asistencia esté aumentando, no es que todos ofrenden, no es que se paguen la luz y el agua, la medida del éxito de la iglesia es sí o no los hermanos estén edificándose los unos a los otros.
Para resumir los versículos 11 y 12, Jesús dio a la iglesia apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros para que capaciten y perfeccionen a los hermanos. Esta capacitación tiene como meta que todos los hermanos hagan la obra del ministerio, la cual es edificar el cuerpo de Cristo. Cumplimos la comisión de Cristo a través del ministerio de la Palabra de Dios.

Las evidencias de la enseñanza (4:13–14)
¿Cómo sabemos si el Cuerpo está siendo edificado? Edificar el cuerpo de Cristo no es un trabajo muy definido. Es más fácil contar cuántas personas están sentadas en las sillas o dar un informe de las ofrendas que la iglesia haya recogido, pero la meta de la iglesia es la edificación del cuerpo de Cristo. Pablo nos dice tres evidencias para ayudarnos a saber cómo es nuestro progreso en la edificación del cuerpo (4:13).

La primera evidencia es el crecimiento de la unidad en Jesucristo que el crecimiento de la fe produce. Dice Pablo que el ministerio de la Palabra en la iglesia siga hasta que lleguemos “a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios”. La unidad de la iglesia se basa en el evangelio, a través del cual somos hijos de Dios y hermanos en Cristo, y esta misma unidad crece con el trabajo de los pastores y maestros para perfeccionar a los santos. A través de la enseñanza de la Palabra, los miembros están aprendiendo a vivir como Cristo (cp. 4:20), lo cual resulta en una vida transformada (cp. 4:21–24). Evaluando a nuestros hermanos de la iglesia, ¿están creciendo en su entendimiento doctrinal? ¿Están siendo transformadas sus vidas para que conozcan y vivan a Cristo? Así podemos ver evidencia de que el cuerpo de Cristo está siendo edificado.
La segunda evidencia es el crecimiento de la madurez. Dice Pablo que el ministerio de la Palabra en la iglesia siga hasta que lleguemos “a un varón perfecto” o sea, maduro. Las guagüitas necesitan de cuidado constante, pero los adultos no requieren que otros les cuiden; además, una persona madura puede cuidar de otros. Así es la madurez espiritual en el cuerpo de Cristo: los miembros toman responsabilidad unos de otros, y se dedican a “la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo.” Evaluando a nuestros hermanos de la iglesia, ¿están dando evidencia de madurez espiritual? ¿Están preocupados con el bienestar espiritual de sus hermanos? Así podemos ver evidencia que el cuerpo de Cristo está siendo edificado.
La tercera evidencia es el crecimiento de la semejanza a Jesucristo. Dice Pablo que el ministerio de la Palabra en la iglesia siga hasta que lleguemos “a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. La meta de cada creyente debe ser crecer más como Jesucristo, porque la misma meta tiene Dios mismo. Por eso Dios nos ha salvado (Colosenses 3:9–10; Efesios 5:27) y por eso también permite todo lo que pase en nuestras vidas (Romanos 8:28–29). Evaluando a nuestros hermanos de la iglesia, ¿están creciendo en su semejanza a Jesús? ¿Están viviendo como Cristo vivía? ¿Están hablando como Jesús hablaba? ¿Están pensando y respondiendo como Cristo? Así podemos ver evidencia que el cuerpo de Cristo está siendo edificado.
El crecimiento en la unidad, la madurez y la semejanza a Cristo hace que los hermanos de la iglesia no sean fácilmente estorbados por el engaño, que tengan una resistencia contra la enseñanza falsa (4:14). “Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error”. Dice Pablo que la edificación del Cuerpo y su crecimiento espiritual hace “que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error”. Recibiendo la enseñanza de la Biblia de los pastores y maestros, los miembros del cuerpo no son engañados por el error ni sacudidos por mentiras. El cuerpo, fuerte y maduro, está creciendo cada vez que interactúa entre sí. ¿Vemos una iglesia que es fácilmente engañada por la falsa enseñanza? Si es así, entonces es evidencia que el cuerpo de Cristo no esté siendo edificado.

La edificación de la iglesia (4:15–16)
Así que, Jesús ha dado a la iglesia pastores y maestros para enseñar la Palabra de Dios (es decir, enseñarles que guarden todo lo que Jesús nos ha mandado), y esta enseñanza tiene como meta la capacitación de los hermanos para que puedan hacer la obra del ministerio, la cual es edificar el cuerpo. Podemos ver las evidencias de esta capacitación y edificación en cómo crecen en la unidad, la madurez y la semejanza a Cristo. Si es edificada, la iglesia no es fácilmente engañada por la falsa enseñanza. Por eso, es de suma importancia que la iglesia se edifique.
¿Cómo se edifica el cuerpo de Cristo, la obra del ministerio, la meta de la iglesia? En el versículo 15 dice Pablo que, como iglesia “crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo”. Debemos crecer para que seamos más como Jesús, el cual es siempre el propósito de los discípulos, ser como su maestro. Para crecer, es necesario alimentarse y ejercitarse. Para crecer físicamente, hay que comer y hacer ejercicio. Para crecer en una carrera, hay que aprender la materia necesaria y realizar la práctica. Para avanzar en un deporte, hay que estudiar el juego y desarrollar las habilidades. Así es con el crecimiento espiritual. Para crecer espiritualmente, hay que “seguir la verdad en amor” (4:15). De nuevo, volvemos a la Palabra de Dios, la verdad, y debemos nutrirnos en la Palabra, recibiéndola, aprendiendo la verdad y poniendo en práctica la misma verdad. Entonces, el crecimiento del cuerpo a la semejanza a Cristo, el cumplimiento de la comisión de Cristo en hacer discípulos tiene que ver con el ministerio de la Palabra de Dios.
¿Quién está a cargo del ministerio de la Palabra de Dios? ¿Los pastores y los ancianos y los maestros? Por supuesto. Pero dice Pablo en el versículo 16 que es deber de “todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor” (4:16). La edificación de la iglesia es la responsabilidad de todo miembro de la iglesia. Es decir que cada interacción entre los hermanos, cada conversación entre los miembros, cada instancia de compartir es una oportunidad de hablar la Palabra de Dios en amor, o sea, es una oportunidad de hacer discípulos. Cada miembro tiene un rol importante, porque cada discípulo de Jesucristo debe hacer discípulos en todo momento, como los miembros del cuerpo físico se ayudan mutuamente para que el cuerpo crezca y se fortalezca.

Reflexión y aplicación
¿Cuál es la comisión de Cristo? Hacer discípulos. Jesús ha mandado a sus discípulos que hagan discípulos de cada persona con que se encuentren, predicando el evangelio a los que no son discípulos para que crean en Jesús y se bauticen, y recordando a los otros discípulos de todo lo que Jesús nos ha mandado.
¿Cómo cumplimos la comisión de Cristo? A través de la Palabra de Dios. Jesús ha dado a la iglesia pastores y maestros para capacitar a los hermanos a través de la enseñanza de la Palabra de Dios. La meta de su instrucción es que los hermanos lleven a cabo la obra del ministerio de la iglesia, la cual es edificar el cuerpo de Cristo. En otras palabras, es a través del ministerio de la Palabra de Dios que nos edificamos los unos a los otros, como dijo Jesús, que hagamos discípulos, enseñándoles que guarden todo lo que Él nos ha mandado.

Para los líderes de la iglesia: enseñen la Palabra de Dios
En primer lugar, el cumplir la comisión de Cristo es la primera responsabilidad de los líderes de la iglesia. Por eso, Pablo comienza hablando de la capacitación de los pastores y maestros en la iglesia. Los que están a cargo de la enseñanza regular en la iglesia tienen la primera responsabilidad de cumplir la comisión de Cristo para hacer discípulos. Debemos enseñar la Palabra de Dios, explicando y aplicando la Biblia. Debemos dedicarnos al entender correctamente la Palabra y después al explicarla claramente a nuestros hermanos en la iglesia. Debemos recordar que nuestra única autoridad radica en la Palabra de Dios, por eso, el asunto más importante en el momento de enseñar debe ser, ¿qué ha dicho Dios? y no ¿qué quiero decir yo? Debemos enfocarnos en el trabajo de llegar a unas aplicaciones correctas y concretas de la Palabra, nunca debemos dejar a los hermanos con un discurso del texto sin aplicar la verdad a nuestras vidas diarias, enseñando a nuestros hermanos que guarden todo lo que Jesús nos ha mandado. Debemos responder la pregunta, ¿qué quiere Dios que hagamos? Pastores, ancianos, maestros: enseñemos la Palabra de Dios con diligencia y claridad.

Para todos los miembros de la iglesia: hablemos la Palabra de Dios en todo momento
En segundo lugar, el cumplir la comisión de Cristo es la responsabilidad de todo miembro del cuerpo. Aprendimos que los pastores y maestros nos capacitan para que nosotros hagamos la obra del ministerio, para que nosotros edifiquemos el cuerpo. Así que, nos toca a cada uno de nosotros participar en el ministerio de la Palabra.
Es posible que me digas: “¿cómo puedo hablar la Palabra de Dios en mi iglesia? No he salido del instituto, no llevo muchos años con el Señor o soy joven”. Aprendamos todo lo posible de la capacitación de nuestros pastores y maestros. Debemos ser aprendices de la Palabra, escuchando bien, siguiendo el tema, haciendo preguntas, resolviendo las dudas, estudiando y leyendo la Palabra por nosotros mismos.
Seamos estudiantes de la Palabra de Dios para que podamos conversar la misma Palabra en todo momento. Cuando tengamos instancias para compartir con los hermanos, conversemos de lo que estamos aprendiendo de la Palabra. Hablemos de las aplicaciones de la Palabra en nuestras propias vidas. Animemos a nuestros hermanos a ser estudiantes de la Palabra a través de nuestros ejemplos. Como dice Colosenses 3:16, “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales”. Hermanos, hablemos siempre la Palabra de Dios.

Para la iglesia local: estructure el culto alrededor del ministerio de la Palabra de Dios
En tercer lugar, los cultos de la iglesia deben centrarse en la Palabra de Dios. Debemos predicar y enseñar la Palabra, por supuesto, pero también debemos leer la Palabra en forma pública (1ª Timoteo 4:13). Si la Biblia es la base de nuestra autoridad y lo central de cumplir nuestra comisión, no será nada para nosotros pasar varios minutos leyendo un capítulo o dos de la Palabra en nuestro culto. Ocupémonos en la lectura pública de la Palabra en nuestros cultos.
Debemos cantar la Palabra (Colosenses 3:16), es decir, que las canciones en nuestros cultos deben reflejar la verdad de la Palabra. En ningún momento la iglesia debe cantar algo que contradiga la Palabra de Dios, por supuesto, sino al contrario, las canciones del culto deben proclamar el evangelio, las glorias de la persona de Cristo y la salvación que tenemos en Él. Cantemos la Palabra en nuestros cultos.
Debemos orar la Palabra en nuestros cultos. La oración no es un momento para cambiar escenas ni una formalidad, es una celebración de nuestro acceso a Dios por medio de Jesucristo. Desde los primeros momentos, la iglesia siempre perseveraba en las oraciones (Hechos 2:42). 1ª Juan 5:14 nos dice que tenemos confianza en la oración cuando pidamos conforme a la voluntad de Dios. ¿Cómo sabemos que estamos orando según la voluntad de Dios? Cuando oramos las palabras de las Escrituras. Estudiemos las oraciones inspiradas del Nuevo Testamento, y hacernos la pregunta si nuestras oraciones son parecidas. Oremos la Palabra en nuestros cultos.
Hermanos, Jesucristo tiene autoridad ilimitada y universal y nos manda que hagamos discípulos de toda persona. Para los inconversos, los que no son discípulos de Cristo, proclamemos la soberanía de Jesús, el Hijo de Dios, y les prediquemos el evangelio para que se arrepientan de sus pecados, crean en Jesús y se identifiquen como sus discípulos. Para nuestros hermanos, los que sí son discípulos de Cristo, les enseñemos la Palabra de Dios, animándoles a obedecer todo lo que Jesús nos ha mandado. En nuestras iglesias tenemos la responsabilidad y privilegio de proclamar y enseñar la Palabra de Dios para capacitar a los hermanos para que todos nos edifiquemos los unos a los otros, cumpliendo el propósito de Jesucristo para su iglesia. Sigamos fieles cumpliendo esta comisión hasta que venga nuestro Señor, siempre creciendo en la semejanza a Jesucristo, porque haciendo eso, la iglesia avanza en medio de la adversidad.
Preguntas de reflexión y aplicación
- Pensando en el ministerio de la Palabra de Dios en mi iglesia, ¿capacita a los hermanos para que puedan edificar al Cuerpo? ¿Cómo me ha ayudado la enseñanza en mi iglesia a ser más como Jesucristo? ¿Cómo estoy yo ayudando a mis hermanos a ser más como Jesucristo?
- Si estoy a cargo de una enseñanza en mi iglesia, ¿estoy enfocado en el crecimiento de mis hermanos a la semejanza a Jesús? ¿Estoy explicando y aplicando la Palabra de Dios en mi enseñanza? ¿Me falta el uno o el otro, el explicar o el aplicar? ¿Puedo ver los resultados de la obra de Dios a través de la Palabra en mis hermanos?
- ¿Estoy comprometido en servir a mis hermanos de la iglesia a través de la Palabra? ¿Por qué soy conocido en mi iglesia? ¿por hablar la Palabra de Dios? ¿o por otra cosa?
- ¿Cómo está morando la Palabra de Dios en abundancia en mi vida? ¿Leo la Palabra? ¿Estoy creciendo en mi entendimiento de las Escrituras? ¿Estoy creciendo en mi madurez espiritual, a fin de que cuide de mis hermanos y no solamente demande el cuidado de otros? ¿Estoy creciendo más como Jesucristo en mis hechos? ¿en mis palabras? ¿en mis pensamientos? ¿en mis actitudes?
- ¿Cómo son nuestros cultos? ¿Están llenos de la Palabra de Dios? ¿Leemos la Palabra en nuestros cultos? ¿Cantamos la Palabra? ¿Oramos la Palabra?
- ¿Cómo estoy cumpliendo la comisión de Cristo? ¿En qué áreas no estoy cumpliendo la comisión de Cristo? ¿Qué cambios son necesarios en mi vida? ¿Cómo puedo ayudar a mis hermanos de la iglesia a cumplir la comisión de Cristo?