Dios, a pesar de mi dolor, Tú eres mi confianza
El salmo 109 es un salmo de lamento imprecatorio, es decir un salmo que se caracteriza por comenzar con un clamor a Dios por una situación compleja, pero que a medida que el salmista ora a Dios, esta oración termina con una declaración de confianza en Dios. Además, recordemos que, en el género de los lamentos, existen los lamentos individuales y nacionales. El lamento imprecatorio es un subtipo del lamento donde el autor lamenta la situación de la nación de Israel, y donde le pide a Dios que se vengue de sus enemigos. Dentro del texto apreciamos a un hombre acongojado, afligido y necesitado (v. 22) por las innumerables calumnias y burlas que se dirigen en su contra, las cuales, sin tener fundamento alguno, lo tienen tenue y debilitado a causa del ayuno. Dentro de sus súplicas se encuentran la venganza hacia sus enemigos (v. 20), y por la ayuda que él necesita para poder sobrellevar la situación (v. 26). El salmo lo podemos expresar en una oración sencilla, como: “Dios, a pesar de mi dolor, Tú eres mi confianza”.
El salmo lo podemos bosquejar de la siguiente manera:
- Las calumnias y rencores sin razón (vv. 1-5)
- Los deseos malvados contra David (vv. 6-19)
- La apelación al Juez Supremo (vv. 20-21)
- El dolor por causa de los malvados (vv. 22-25)
- La oración por auxilio (vv. 26-29)
- Confianza y alabanza final a Dios (vv. 30-31)
Las calumnias y rencores sin razón (vv. 1-5)
Oh Dios de mi alabanza, no calles;
2 Porque boca de impío y boca de engañador se han abierto contra mí;
Han hablado de mí con lengua mentirosa;
3 Con palabras de odio me han rodeado,
Y pelearon contra mí sin causa.
4 En pago de mi amor me han sido adversarios;
Mas yo oraba.
5 Me devuelven mal por bien,
Y odio por amor.
En esta primera sección, el salmista abre su oración exponiendo y pidiendo algo muy claro, La primera es que está siendo injustamente calumniado con palabras de odio por personas impías y engañadoras, por las cuales el mismo salmista oraba y a las cuales él mismo amaba. El texto denota una especie de ataque agudo e intenso de estas personas, las cuales convirtiéndose en verdaderos adversarios (v. 4), solo le manifiestan odio y un resentimiento profundo al escritor, el cual señala que estos ataques no tienen un origen por algo malo que él haya hecho contra ellos, sino que son ataques sin ningún tipo de causa (v. 3). La segunda cosa que se presenta en esta sección es que el salmista pide a Dios que, ante esta situación, Dios no sea indiferente ni lejano, sino que responda ante esta afrenta. En otras palabras, que se haga presente. En esta primera sección, es interesante apreciar las oraciones que el escritor hacía por los impíos (v. 4), pero que en vista de la situación que se ha generado ahora le pide a Dios que intervenga. La pregunta que deja esta sección es ¿De qué manera el salmista quiere que Dios intervenga en esta situación? Esta idea se irá desarrollando a lo largo de esta oración. Por último, comentar que la apertura de este salmo es muy importante porque expone una situación pasada (v. 4), eventos presentes (v. 2), y una petición futura (v. 1).
Los deseos malvados contra David (vv. 6–19)
6 Pon sobre él al impío,
Y Satanás esté a su diestra.
7 Cuando fuere juzgado, salga culpable;
Y su oración sea para pecado.
8 Sean sus días pocos;
Tome otro su oficio.
9 Sean sus hijos huérfanos,
Y su mujer viuda.
10 Anden sus hijos vagabundos, y mendiguen;
Y procuren su pan lejos de sus desolados hogares.
11 Que el acreedor se apodere de todo lo que tiene,
Y extraños saqueen su trabajo.
12 No tenga quien le haga misericordia,
Ni haya quien tenga compasión de sus huérfanos.
13 Su posteridad sea destruida;
En la segunda generación sea borrado su nombre.
14 Venga en memoria ante Jehová la maldad de sus padres,
Y el pecado de su madre no sea borrado.
15 Estén siempre delante de Jehová,
Y él corte de la tierra su memoria,
16 Por cuanto no se acordó de hacer misericordia,
Y persiguió al hombre afligido y menesteroso,
Al quebrantado de corazón, para darle muerte.
17 Amó la maldición, y esta le sobrevino;
Y no quiso la bendición, y ella se alejó de él.
18 Se vistió de maldición como de su vestido,
Y entró como agua en sus entrañas,
Y como aceite en sus huesos.
19 Séale como vestido con que se cubra,
Y en lugar de cinto con que se ciña siempre.
Entre los versículos 6 y 19, el salmista expone toda la maldad presente en aquellos que solo deseaban su mal de manera cruel y descomunal. Dentro de estos versículos apreciamos dos secciones generales. La primera incluye principalmente malos deseos, donde se encuentra el deseo de muerte del salmista, la consecuente soledad de su esposa, el desamparo de sus hijos, la pobreza de su familia y el exterminio de su descendencia. En la segunda parte, encontramos acusaciones, es decir calumnias que suponen un comportamiento o accionar del salmista que nunca tomaron lugar. Ambas secciones fueron tan brutales, crueles y despiadadas que desembocaron en un lamento profundo, en una aflicción y tristeza interior que probablemente se debía a los sentimientos que tenía el escritor hacia ellos.
La petición de venganza hacia los enemigos (vv. 20–21)
20 Sea este el pago de parte de Jehová a los que me calumnian,
Y a los que hablan mal contra mi alma.
21 Y tú, Jehová, Señor mío, favoréceme por amor de tu nombre;
Líbrame, porque tu misericordia es buena.
En estos dos versículos, y tras la seguidilla de ataques verbales que el salmista recibió, éste le pide a Dios que les pague a sus adversarios conforme a sus viles deseos y malas acciones, es decir que éstos reciban lo mismo que desearon, no más ni menos, sino que su maldad caiga sobre ellos mismos. David no estaba pidiendo algo injusto, o algo fuera del marco divino, de hecho, él sabía bien que cualquiera que se revelará o efectuará un acto vil contra el ungido de Jehová, era rebelarse contra Dios mismo, y Su Santa voluntad. Esto lo podemos concluir no porque David se encontrará en una posición favorable de acusar simplemente a estos hombres delante de Dios por sus viles actos, sino porque David lo vivió en la sanguinaria persecución que sufrió por parte de Saul, al cual teniéndolo a merced para matarlo, no lo hizo debido a este mismo principio, nadie puede ir en contra del ungido de Jehová, pues es su escogido. Por esto mismo David le pide a Dios Su favor, Su protección divina, y su liberación; David le pide a Dios que muestre quien tiene real y finalmente Su favor, o ellos, o él.
El dolor por causa de los malvados (vv. 22–25)
22 Porque yo estoy afligido y necesitado,
Y mi corazón está herido dentro de mí.
23 Me voy como la sombra cuando declina;
Soy sacudido como langosta.
24 Mis rodillas están debilitadas a causa del ayuno,
Y mi carne desfallece por falta de gordura.
25 Yo he sido para ellos objeto de oprobio;
Me miraban, y burlándose meneaban su cabeza.
Esta sección describe con mayor precisión la profunda aflicción que provocó en David esta serie de mentiras y calumnias, y todo el resto de los ataques que recibió por parte de estas personas. Probablemente la pena que se generó en David debido a este asunto fue mucho más intensa y profunda debido a la cercanía que tenía David con ellas. El texto nos dice que David no solo les amaba, sino que oraba por ellas, que les hacía bien, pero que recibió de ellas el mal. La decepción, el dolor y la angustia hirieron lo profundo del corazón de David (V.22), quien tras este suceso se describe a mí mismo como una sombra que simplemente desaparece, es decir alguien sin fuerzas. Esta idea se complemente con el V24 donde David describe su situación física; Débil por el ayuno y delgado por falta de comida. Finalmente, y con todas las mentiras girando alrededor de David, él señala que las personas no solo se mofan de él, sino que también lo desprecian meneando su cabeza, lo cual revela una especie de señal de desaprobación, de rechazo, y de condena.
La oración por (vv. 26–29)
26 Ayúdame, Jehová Dios mío;
Sálvame conforme a tu misericordia.
27 Y entiendan que esta es tu mano;
Que tú, Jehová, has hecho esto.
28 Maldigan ellos, pero bendice tú;
Levántense, mas sean avergonzados, y regocíjese tu siervo.
29 Sean vestidos de ignominia los que me calumnian;
Sean cubiertos de confusión como con manto.
Esta sección comienza con una palabra formidable “Ayúdame”. Ayúdame es decir “No puedo sin ti”, es decir “Te necesito”, es decir “No me olvides”, es decir “Socórreme”, es decir “ten compasión de mi”. David siendo un hombre de espada, y quien dio muerte a muchas personas defendiendo a Israel, y por lo cual no se le permitió construir el templo (2 Reyes 7) en lugar de tomar la espada y hacer justicia por sus propias manos, deja toda su causa en las manos de Dios, se refugia en Dios, clama a Dios, para que Dios actúe y lo salve de esta situación tan terrible. Lo que ocurre aquí es sencillamente notable, porque el texto no refleja indicio alguno de que David quiera tomar espada, o que venga en súplica a Dios en vista de alguna derrota, él por el contrario deja absolutamente todo en las manos de Dios. Pero la petición de David va más allá, y le pide a Dios no solo que actúe, sino que aquellos que lo atacan, sepan que es Dios quien esta entrometiéndose e interponiéndose. Ahora ¿Con que objetivo? Quizás David tenía en el corazón que estas personas fueran bendecidas y entendieran la voluntad del Señor, pero son solo conjeturas. Posteriormente, David continúa pidiendo protección, y señala que aun cuando lo maldigan, palabras que sin duda lo han herido, Dios lo bendiga. Esta sección se cierra con suplicas para que Dios haga justicia con los adversarios de David.
Confianza y alabanza final a Dios (vv. 30–31)
30 Yo alabaré a Jehová en gran manera con mi boca,
Y en medio de muchos le alabaré.
31 Porque él se pondrá a la diestra del pobre,
Para librar su alma de los que le juzgan.
En esta última sección, vemos claramente la alabanza por la confianza que David tiene de lo que Dios eventualmente hará, es decir por el conocimiento que David tiene del Señor. Respecto a la alabanza que David señala aquí, esta no tiene condiciones, es una alabanza sincera, verdadera y producida por el gozo de saber quién es Dios, y de cómo Éste actuará. Aun cuando la situación actual sea adversa, y David este pasando por todo este tormento, lamento y aflicción, momento que ha sido prolongado, David pasará de este momento a la alabanza, porque sabe cómo Dios actuará, conocimiento que no lo ve tácitamente en el presente, pero lo sabe, porque conoce a su Dios, él cual responderá, y se pondrá del lado del pobre para librarlo de sus angustiadores.
El salmo lo podemos resumir como “Dios, a pesar de mi dolor, Tú eres mi confianza”

¿Cómo podemos aplicar este salmo a nuestras vidas hoy en día?
El no juzgar a otros.
Una aplicación que nos deja este salmo es que aun cuando enfrentemos situaciones difíciles, no podemos juzgar a los demás, no fuimos creados para juzgar a otros, Dios no creó estrados para que nos sentáramos en ellos para delibrar acerca de otros. El libro de Santiago nos dice “Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. 12 Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?” Asimismo, Pablo escribe a los romanos “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Romanos 12:19) y a los tesalonicences “Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan…” (2 Tesalonicences 1:6). Aún con todo esto, muchas veces juzgamos de igual modo, quizás nos sentimos superiores, quizás nos sentimos justos, quizás nos sentimos con el derecho de hacerlo. Como dice Santiago siempre que juzgamos nos sentimos un escalón por arriba de los demás, por ende debemos entender bien el concepto de la gracia, y Pablo expone en la carta a los Romanos lo siguiente: “Porque no hay diferencia, 23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús…” (Romanos 3:22-23). Este texto expone que toda la humanidad está bajo pecado sin distinción alguna, es decir no somos mejores que nadie, somos exactamente todos iguales con la misma condición reprobada ante Dios por nuestros pecados. Sin embargo, Dios en Su soberanía, escogió un grupo para que fuese santo y sin mancha (Efesios 1:4) no por haber sido mejores seres humanos, no por haber cometido menos pecados, no por haber tenido mayor conciencia, no por haber hecho nada bueno en comparación a los demás, sino solamente porque Dios así lo quiso, así lo planeó. Y a este grupo escogido desde la eternidad (Efesios 1:4), lo miró con compasión (Efesios 2:4), lo llamó (Romanos 8:28), los justificó por gracia (Efesios 2:8, Romanos 4:4-8), lo redimió por medio de la obra sustitutoria de Su hijo en la Cruz (Efesios 1:7), y lo salvó (Efesios 2:8) en el tiempo de los hombres. Ahora la pregunta es ¿dónde está el mérito humano en todo esto? La iglesia de Cristo debe entender desde lo más profundo de su corazón que la salvación es del Señor, debe entender desde lo más profundo de su corazón el significado de la gracia de Dios para con nosotros, puesto que esa misma gracia es el motor para mirar las cosas en las dimensiones divinas en el tiempo de los hombres. La gracia es la que, hecha abajo todo nuestro sistema de pensamiento humano, es la gracia la que derrumba nuestras metas, es la gracia la que derrumba la vida antigua que teníamos, y es la gracia la que nos envuelve de la verdad de Dios, y en consecuencia nos lleva a entender la razón de nuestra existencia, el propósito que tenemos, la situación de los hombres perdidos, y la misión que tenemos.
Es mi deseo que se recuerde esto “por gracia somos salvos”, y esto nos llevará a no juzgar a los demás, más bien a seguir las directrices divinas de quien vino a tomar posición de nuestro cuerpo mortal, y quien lo transforma de gloria en gloria hasta que Él venga.
El refugio de David es nuestro refugio el día de hoy.
En el salmo podemos ver como David se refugia en Dios en todo ámbito, no solo le expone su dolor y congoja expresando sus sentimientos más profundos, sino que también le pide que lo defienda, que sea su escudo protector, y que lo salve. David no se ve tomando venganza por sus propias manos, ni maquinando un plan de guerra o matanza, más bien se le ve clamando por ayuda, por salvación, por misericordia, incluso al punto de llegar a la debilidad física de tanto ayunar. Sin lugar a dudas David encuentra su torre fuerte, su esperanza, su castillo y finalmente su refugio en Dios, y en nadie más. De la misma manera, y ante las diferentes circunstancias de la vida, viviendo en un mundo caído caracterizado por días que son malos, nuestro refugio también debe ser Dios y nadie más que Él. Como dice el salmo 103:
Él es quien perdona todas tus iniquidades,
El que sana todas tus dolencias;
4 El que rescata del hoyo tu vida,
El que te corona de favores y misericordias;
5 El que sacia de bien tu boca
Antes vivíamos sin Dios en el mundo, servíamos a los ídolos (1 Tesalonicenses 1:9), pero ahora Dios se hizo presente, y es Su voluntad que nos refugiemos en Él (Salmos 91:15), para que Él nos defienda, y Él muestre quien es.
Las directrices Divinas
En la vida cristiana a la cual somos todos llamados, tenemos claras directrices y ejemplos en el nuevo testamento de cómo debemos responder a situaciones similares a la de David. Jesús nos manda a poner la otra mejilla (Lucas 6:29, Mateo 5:39), a bendecir en lugar de maldecir (Mateo 5:44), a perdonar en lugar de odiar, a orar por quienes persiguen. En la biblia encontramos lo siguiente referente de Cristo, Quién es nuestro Maestro a seguir, si somos verdaderamente sus seguidores:
“….quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” 1 Pedro 2:23
El amor real
Cuando escribía las aplicaciones de este salmo me acorde de Jesús, y me pregunté ¿Le habrá dolido a Jesús la traición de Pedro? ¿Le habrá dolido cada palabra que salía de su boca negándolo? Cada vez que lo negó, Pedro decía en palabras sencillas “Yo nunca he comido con él, yo nunca he tenido una conversación con él, yo nunca me he encontrado con él, yo no tengo nada que ver con él, es decir Pedro negó 3 años del amor real que Jesús había tenido con él, su paciencia, su dedicación, su esfuerzo, sus enseñanzas, etc., la deslealtad de Pedro fue real, sincera, profunda, le dio la espalda al Señor, lo abandonó dejándolo solo en el momento de mayor angustia de Su ministerio, y personalmente, si creo que le afecto a Jesús esa deslealtad, y la razón es porque le amaba. Y lo maravilloso y sorprendente es que ese amor de Cristo por Pedro no se alteró en lo más mínimo, fue bondadoso, fue sufrido, no se irrito ni guardo rencor hacía él, más bien todo lo espero, todo lo soporto. ¿Tenemos este amor en la iglesia? Cuándo alguien nos ofende aún de nuestra propia casa ¿Esta nuestro corazón alineado al corazón de Dios? Porque este amor es el que el Padre quiere que tengamos, y esto no de los que nos hacen aún bien, porque allí hay méritos, el Padre quiere que tengamos amor real, y ese amor real solo Cristo lo puede entregar.