Orando los salmos: Salmo 117

Salmo 117 – Dios, todos te alabamos porque eres misericordioso y fiel.

LECTURA DEL SALMO 117

1 Alabad a Jehová, naciones todas;
Pueblos todos, alabadle.

2 Porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia,
Y la fidelidad de Jehová es para siempre.
Aleluya.

El salmo 117 es una de las canciones más breves del libro de Los Salmos y corresponde al género de los “Salmos de alabanza”. Recordemos que los “Salmos de alabanza” son himnos de adoración a Dios por quién es y por lo que ha hecho. En este salmo en particular, el autor del salmo 117 está dirigiendo una alabanza enfatizando el amor leal (misericordia) y la fidelidad que el Señor ha mostrado a la nación de Israel (v.2), por lo tanto, es natural que los israelitas sean el pueblo de la tierra que ocupe las primeras filas en esta adoración, sin embargo, lejos de ser una canción nacional, su autor también está exhortando intensamente a todas las naciones de la tierra a que se unan al canto que reconoce cómo el Señor ha mostrado bondad continua hacia Su pueblo escogido, sea que hayan estado a favor de él o no. Este hecho hace que la canción del salmo 117 sea un cántico universal, donde todas las naciones son llamadas a reconocer que Jehová es digno de ser exaltado por todos los habitantes de la tierra.

En una frase sencilla, el tema del salmo 117 se puede resumir en la siguiente oración: Dios, todos te alabamos porque eres misericordioso y fiel.  

EXPLICACIÓN DEL SALMOS 117

1 Alabad a Jehová, naciones todas;
Pueblos todos, alabadle.
2 Porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia,
Y la fidelidad de Jehová es para siempre.
Aleluya.

El breve salmo 117 comienza con un intenso llamado del salmista a todas las naciones y pueblos de la tierra a participar de un cántico universal. En el idioma hebreo (que es lengua en la que fue escrito esta canción originalmente) las palabras que el salmista escogió para decir “alabad” y “alabadle” corresponden a dos imperativos en su forma más intensa; por tanto, no debemos leer este primer verso como una invitación o petición gentil ante la cual los pueblos pueden decidir aceptar o no; más bien, esta es una exhortación directa a las naciones, es un llamado irrefutable a renunciar a toda clase de orgullo y obstáculo que les impida reconocer que Jehová es el único digno de adoración universal.

Seguido del llamado a las naciones, en el verso 2 el salmista da a conocer el motivo por el cual Israel y todos pueblos de la tierra deben alabar a Jehová. Dice el texto “porque ha (Jehová) engrandecido sobre nosotros (Israel) su misericordia”. En esta primera oración el autor llama la atención de los pueblo hacia el atributo de la misericordia de Dios y el favor que ha tenido hacia Israel (“sobre nosotros”). Y podemos estar seguros de que el salmista está hablando de la misericordia que Dios ha mostrado a Israel porque la palabra que usa para hablar de ello es la palabra hebrea “Hesed” que es un término que hemos visto muchas veces a lo largo de los estudios del libro de los salmos y que está íntimamente vinculado con las promesas de Dios hechas a Israel. “Hesed” también se puede traducir como “amor leal”, y esta forma de amor (o misericordia) ha jugado un rol muy importante en todo el desarrollo de la historia de Israel ya que es la característica del Señor que pone de manifiesto el extraordinario y leal amor con el Dios ha prometido no destruir a su pueblo ni faltar a sus pactos.

Por ejemplo, hace tan solo unos días pudimos estudiar cómo fue que Judá fue llevado a cautivo por causa de su desobediencia a Dios. Y hablando de ello, a pesar de que el profeta Jeremías describe en el libro de Lamentaciones las atrocidades que sufrió Jerusalén cuando fue llevada cautiva por los babilonios, aun así pudo mirar con esperanza la futura restauración de Israel porque “la misericordia (Hesed) de Dios nunca decayó”. Claramente la ciudad estaba derrumbada y sus edificios quemados por el fuego, pero el pueblo de Dios no había sido consumido del todo, y esto por cuando Dios es misericordioso y leal a su pacto de no abandonar a su gente aún en los momentos más cruentos de su historia.

Ahora, pensando en la bondad de Dios que es constante a través de la historia de Israel, el autor del salmo 117 también destaca el atributo de la fidelidad de Jehová como la segunda causa que impulsa este canto de adoración universal. Dice el texto: “Y la fidelidad de Jehová es para siempre”. Por una lado, con esta declaración el salmista está destacando la confiabilidad de Dios y su gran lealtad que no se detiene ante la infidelidad de su pueblo. Y por otra parte, el autor hace evidente dos cosas que son obvias: (1) en primer lugar, Dios no es hombre como para fallar en sus promesas; Él es Dios misericordioso y fiel. (2) Y en segundo lugar, Dios no es un Ser temporal o impotente sino que Él es eterno y poderoso, por lo que con autoridad y verdad puede asegurar constancia y cumplimiento a todas sus promesas.

Un ejemplo del cumplimento de las promesas del Señor a pesar del tiempo (y las dificultades) es el nacimiento de Jesucristo. Recordemos nuevamente las promesas de Dios ha Israel a través del estudio de los Reyes de Israel, y específicamente cuando el Señor prometió al rey David que Su misericordia (Hesed) no se apartará de él sino que uno de sus descendientes sería rey sobre Israel y que su reino no tendría fin (2 Sam. 7). Sin embargo, desde la promesa que Dios hizo a David hasta el nacimiento de ese rey tuvieron que pasar aproximadamente mil años, y sin importar qué pasó en la historia de la humanidad, o que tan mal lo hizo Israel, o qué tan mal se portaron los reyes de Judá, Jehová fue fiel a su promesa y nació en Belén un descendiente de David llamado Jesús quién es el Rey de reyes y Señor de señores (Mt. 1:1; Lc. 2:10-11). Por lo tanto, Dios es misericordioso y fiel, y lo seguirá siendo porque Él eterno, inmutable, poderoso, y un Dios confiable.   

Pensado en todo ello, el salmista termina este breve salmo diciendo: “Aleluya” que quiere decir “alabanzas sean dadas al Señor”, ante lo cual Israel y todas las naciones debían responder: Aleluya.   


APLICACIONES DEL SALMO 117

Ahora bien, ¿cómo podemos aplicar el salmo 117 a nuestras vidas?

En primer lugar, este salmo es una invitación directa a alabar al Señor por el amor y fidelidad que ha mostrado hacia Israel, y sobre todo porque el Señor no ha dejado de ser fiel a las promesas que le ha dado a la esa nación. Si bien podemos ver que en este tiempo Israel todavía sigue rachando como nación a Jesús, un día, tal como el Señor lo prometió a David, Jesucristo un día regresará por segunda vez a este a mundo con poder y establecerá Su trono sobre Israel y será reconocido por todas las naciones que Él es el Señor y Rey de la tierra. Esto va a suceder, sin duda, porque el Señor es fiel a sus promesas. Por lo tanto, hermanos, oremos esta noche, alabando al Señor por su misericordia y fidelidad que nunca faltan.  

En segundo lugar, este mismo Dios que ha prometido amar fielmente a Israel, ha prometido amar a la Iglesia de Cristo de una manera inquebrantable. Pensando en ello el apóstol Pablo escribió a la iglesia en Roma lo siguiente: “37Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro. 8:37-39). Esta verdad también es una excelente razón para alabar a Dios porque, hermanos, Dios nos asegura en Su Palabra que nada ni nadie nos podrá separa de Su amor que es en Cristo Jesús. Por lo tanto, hermanos, oremos esta noche, alabando al Señor por su amor y fidelidad inquebrantable.

Y, finalmente, este salmo 117 también nos enseña que independiente si crees o no crees en Dios, o si eres parte de la iglesia o no, igualmente tendrás que reconocer un día que Dios es digno de ser exaltado por toda la creación. Y es más, un día todos nosotros estaremos delante de Jesucristo, el rey prometido a Israel y el único salvador del mundo, y cuando estemos delante de Su presencia, todos tendremos que arrodillarnos delante de Él y reconocer que Él es el Señor y Rey. Así dice la palabra de Dios en la carta a los filipenses capítulo 2, hablando de Jesucristo, dice: “9Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 10para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”. Hermanos, visitas, amigos, todos confesaremos un día que Jesús es el Señor. Sin embargo, si alguno de ustedes está esperando que llegue ese día para recién reconocer esta verdad, con toda certeza le puedo asegurar que tu confesión del Señorío de Jesucristo no será para ti una canción de bendición sino será una declaración de la causa de tu juicio y castigo eterno, ya que la Palabra de Dios dice que es hoy el día que debes reconciliarte con Dios por medio de la fe en Jesús y el arrepentimiento de tus pecados.  Así dice la Palabra de Dios: “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempo de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30). Por tanto, como embajadores en el nombre de Cristo te decimos a ti: arrepiéntete de haber negado a Cristo como Salvador y único Señor, y reconcíliate con Dios por medio de Jesucristo, creyendo en Él, y creyendo que Él es el único que puede perdonar tus pecados y ser declarados sin culpa delante de Dios, de tal modo que, cuando llegue el día en que toda la tierra cante al Señor “aleluyas a Jesucristo Rey”, tu no sea llevado a juicio ni seas hallado culpable de pecado sino que puedas disfrutar de las bendiciones de Dios en Cristo Jesús que nos asegura que todos los que hemos sido perdonado por Dios, por gracia, por medio de la Fe en Jesús no iremos a condenación sino que estaremos para siempre con el Señor, sabiendo que Aquel que lo prometió nunca faltará a su promesa porque Él es Misericordioso y Fiel.

Salmo 117, Dios, todos te alabamos porque eres misericordioso y fiel. Y sobre todos nosotros, que disfrutamos de la misericordia y fidelidad de Dios por muestra unión con Cristo. Amén.

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