El pueblo de Israel había cruzado el Jordán, por tanto, estaban ya en la tierra prometida, aquella que Dios le había hablado a Abraham cuatro siglos atrás (Gén 15). Ahora comenzaba una nueva etapa de la historia del pueblo de Dios en Canaán. El primer paso en aquel proceso sería sin armas, comenzando con el cruce del río y culminando con actos establecidos por el Señor que se llevaron a cabo en Gilgal, lugar donde el pueblo había acampado tras el cruce del Jordán (Josué 4:19). La conquista de la tierra era asunto del Señor, que conduciría a los suyos de victoria en victoria. Los dos monumentos, en el Jordán y en Gilgal, señalaban la realidad de la acción divina. El desierto quedaba atrás, más lejos aún Egipto. Dios era digno de honra, había prometido y había cumplido; realmente podían confiar en Él porque era un Dios fiel. Podían estar seguros de que, como había cumplido sus promesas antes, también les daría la tierra, echando de ella a sus habitantes. No obstante, el pueblo debía pasar por una preparación espiritual antes de involucrarse en la conquista. No era suficiente con ser el pueblo de Dios, necesitaban demostrar su identidad como tal y reconocer que el Señor es el que podía conducirlos a la victoria, dependiendo enteramente de Él y obedeciendo sus mandamientos.
El capítulo 5 contiene mucha información importante. Hay cuatro cosas principales en las que nos centraremos hoy para guiarnos a lo largo de este capítulo. La señal de la circuncisión. La celebración de la Pascua. El consumo de los frutos de la tierra. Y finalmente, la espada del Príncipe del ejército de Jehová.
v. 1 nos da el contexto importante del capítulo anterior y los eventos sobre los que leeremos en el capítulo 5. “Cuando todos los reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jordán al occidente, y todos los reyes de los cananeos que estaban cerca del mar, oyeron cómo Jehová había secado las aguas del Jordán delante de los hijos de Israel hasta que hubieron pasado, desfalleció su corazón, y no hubo más aliento en ellos delante de los hijos de Israel.”
Dios actuaba llevando a cabo los preparativos para la conquista de la tierra. Lo hacía de dos maneras: una sobre los enemigos y otra sobre Su pueblo. La actuación divina sobre los enemigos era una acción interna que producía en ellos temor. El miedo en el corazón de los habitantes de las ciudades de Canaán ya había comenzado tiempo atrás, a causa del conocimiento de los hechos ocurridos en Egipto (Éx. 7-14) y del triunfo de Israel sobre los reyes Sehón y Og (Josué 2:9-11). Era evidente que su poder militar no servía ante un Dios que era capaz de secar el río para hacer pasar a Su pueblo en seco. Dios actuaba en favor de Israel, por lo que aquellos reyes sabían íntimamente que su poder había llegado a su fin. Antes habían adorado a sus dioses, en quienes confiaban, pero ahora temblaban ante el Dios de Israel.
v. 2-8 Los preparativos para la conquista victoriosa comienzan por la circuncisión del pueblo. Todos los varones no circuncidados debían circuncidarse. Sin duda, desde el punto de vista humano, esto era contrario a toda lógica. La circuncisión inhabilitaba por un tiempo, hasta que las heridas se sanaran. Sin embargo, Dios considera este acto como fundamental en los preparativos del pueblo para la conquista de la tierra. ¿Por qué?
La circuncisión había sido establecida por Dios como distintivo o una señal externa del pacto con Abraham (Gén. 17:10-12). Era una señal externa de una realidad espiritual y personal, en la que Dios consideraba como suyos a quienes Él mismo había elegido para Sí. Esta señal manifestaba la relación de gracia de Dios con Su pueblo y la consagración de estos para Él. La circuncisión manifestaba un aspecto importante de la consagración a Dios. La señal externa debía corresponder a una realidad interna.
El inicio de la conquista está rodeado de obediencia. Las razones para la circuncisión se definen en los versículos 4-7.
Primeramente, la desobediencia produjo consecuencias para los hombres de guerra que habían salido de Egipto. Todos los mayores de veinte años que se habían rebelado contra el Señor cuando les mandó entrar en la tierra (Núm 14:2), habían muerto como Dios mismo estableció (Núm 14:29). Aquellos que habían salido circuncidados de Egipto, no habían hecho honor al significado de la circuncisión. Eran circuncisos en cuanto a la carne, pero desobedientes a Dios en cuanto al corazón.
No habían circuncidado a los que habían nacido durante el tiempo en el desierto. El pueblo no había cumplido con lo establecido. La nueva generación, que no estaba bajo la disciplina establecida para sus padres, debía ser circuncidada (v. 7). Dios estaba enseñando a Su pueblo que las bendiciones se alcanzan, no por preparativos de guerra, sino por el camino de la obediencia y la lealtad a Él. La circuncisión era una manera de resaltar delante de todo el pueblo la realidad del pacto, que les daba el aliento de las promesas de victoria y bendición que Dios había establecido en Él. La práctica de la circuncisión avivaba la obediencia necesaria a todo lo establecido y ordenado por Dios.
v. 8 “Y cuando acabaron de circuncidar a toda la gente, se quedaron en el mismo lugar en el campamento, hasta que sanaron.” Durante todo ese tiempo el Señor estaba protegiendo a Su pueblo. Dios protegió a Su pueblo cuando su compromiso de fidelidad los hizo vulnerables.
v. 9 “Y Jehová dijo a Josué: Hoy he quitado de vosotros el oprobio de Egipto; por lo cual el nombre de aquel lugar fue llamado Gilgal, hasta hoy.” Gilgal, que significa “círculo” o “rueda”, expresaba el mismo corte circular de la circuncisión en los hombres de Israel; con ello manifestaba la disposición de todo el pueblo de Dios a ser fiel al pacto establecido por el Señor con su antepasado Abraham, que los alcanzaba y comprendía también a ellos.
v. 10 “Y los hijos de Israel acamparon en Gilgal, y celebraron la pascua a los catorce días del mes, por la tarde, en los llanos de Jericó.” A continuación…vemos en el texto la celebración de la Pascua. Esta ordenanza (o feriado) establecida por Dios para Su pueblo, exigía la previa circuncisión de todos los hombres que quisieran participar de ella (Éx. 12:43-49).
La primera Pascua en la historia del pueblo de Israel había sido celebrada en Egipto hace cuarenta años (Éx 12), con motivo de la liberación de la esclavitud; una segunda se celebró en el desierto, un año después de la salida de Egipto (Núm 9); esta, ahora, es la tercera celebración y la primera en la tierra prometida. Esta celebración tuvo lugar en “los llanos de Jericó”, delante de sus enemigos.
La Pascua recordaba la obra hecha por el Señor para liberarlos de la esclavitud, librando a su pueblo de la muerte establecida sobre todos los primogénitos de la tierra, debido a la sangre del cordero aplicada sobre los dinteles y los postes de las puertas en las casas de los israelitas (Éx 12:7).
v. 11 “Al otro día de la pascua comieron del fruto de la tierra, los panes sin levadura, y en el mismo día espigas nuevas tostadas.” La celebración de la Pascua incluía los “panes sin levadura”, que acompañaba a la comida del cordero pascual (Éx 12:8). Durante el tiempo en el desierto, no pudieron hacerlo ya que solo tenían el maná y, sin duda, los recursos de trigo no eran suficientes. Ahora entraban en el lugar de su residencia definitiva, donde el fruto de la tierra proveía de grano de trigo para hacer pan. Aquel trigo no había sido sembrado por los israelitas, sino por los cananeos. Era, por tanto, una nueva provisión de Dios para Su pueblo. Los habitantes de Jericó, ante la llegada de los israelitas, se habían refugiado en la ciudad, abandonando los campos sembrados, llenos ya de espigas nuevas (Josué 3:15).
Todo lo demandado por Dios pudo cumplirse conforme a lo establecido porque Él mismo hizo la provisión necesaria para llevarlo a cabo. Realmente se estaba cumpliendo lo que Moisés había dicho antes. Israel estaba entrando en una tierra donde encontraba casas llenas de bienes que ellos no habían llenado, y cisternas cavadas no por ellos, viñas y olivares que no habían plantado y comida abundante para saciarse (Deut. 6:11). La fidelidad de Dios era evidente en todo, cumpliendo sus promesas mucho más abundantemente de lo que hubieran podido pensar.
v. 12 “Y el maná cesó el día siguiente, desde que comenzaron a comer del fruto de la tierra; y los hijos de Israel nunca más tuvieron maná, sino que comieron de los frutos de la tierra de Canaán aquel año.” Israel estaba ya en la tierra prometida. El maná había sido la provisión de Dios para alimentar a Su pueblo durante los años en el desierto. No había otra provisión ni otro recurso en aquellos días. Ahora estaban ya en un lugar con abundancia de todo lo necesario.
El capítulo cinco concluye con tres versículos cortitos pero importantes. Nos cuentan una conversación de Josué y un varón cerca de la ciudad de Jericó.
vv. 13-14 “Estando Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante de él, el cual tenía una espada desenvainada en su mano. Y Josué, yendo hacia él, le dijo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos? El respondió: No; mas como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora…”
Hay algo asombroso y extraño acerca de la apariencia de este hombre mencionado en el v. 13. Si no era del campamento de Israel, ¿quién era? Josué le pregunta directamente ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos? Este hombre parece un guerrero, con una espada desenvainada en su mano y se identifica como “Príncipe del ejército de Jehová”. La respuesta del varón no dejó dudas. Este Príncipe no parecía encajar en ninguna de las categorías de Josué para la guerra … hasta que se le ordenó a Josué que se quitara las sandalias.
Josué podía estar seguro del éxito de la conquista porque estaba delante de él quien dirigiría la guerra. Las batallas eran de Dios, y Dios mismo estaba allí para conducir sus ejércitos. No hay duda alguna que Josué entendió claramente que estaba en la presencia de Jehová. Ante la presencia de Dios solo cabe la adoración. “Entonces Josué, postrándose sobre su rostro en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a su siervo? Y el Príncipe del ejército de Jehová respondió a Josué: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo. Y Josué así lo hizo.”
Este pasaje presenta una “Teofanía” o, mejor dicho, una “Teoantropofanía”, que es una manifestación visible de Dios en forma humana. ¿Qué persona divina es la manifestada en el Ángel de Jehová? La respuesta es la segunda persona de la Trinidad, Jesucristo, es Dios-Hombre, Emanuel. Las Teofanías son una evidencia de la preexistencia del Señor Jesucristo. El Verbo de Dios, no comenzó su existencia en algún momento antes de toda la creación, nunca fue creado; existe eternamente en forma de Dios.
Al final del capítulo, Josué nos enseña una buena lección de cómo ser un instrumento útil en las manos de Dios. Josué se inclinó delante del Señor reconociendo que era un simple siervo…un siervo humilde. “Entonces Josué, postrándose sobre su rostro en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a su siervo?” v. 14. En segundo lugar, Josué reconoció el señorío del Señor. Una disposición de sumisión a Su voluntad.
Aplicaciones para nuestras vidas
- Es necesario que cada creyente comprenda la seguridad que se encuentra en Cristo. El Señor va delante de los suyos, por tanto, cabe confiar en la victoria que Él mismo da. Las palabras del apóstol Pablo son un resumen admirable de esta lección que debe ser recordada continuamente: “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” Romanos 8:31
- La vida de obediencia es el resultado natural de un cambio operado en el interior del corazón, pasando de una condición de desobedientes en la naturaleza adámica (Ef. 2:2) a “hijos obedientes” (1ª Pedro 1:14) en la nueva naturaleza en Cristo por la regeneración.
- La provisión de Dios para los suyos, conforme a sus promesas de gracia en Cristo Jesús, nunca falla. Col 1:11-14 “fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.”
- En Cristo el creyente puede gozar de la comunión con Dios y ser agradable delante de Él como “aceptos en el Amado” (Ef. 1:6), a la vez que se le capacita para la lucha que debe sostener cada día (Ef. 6:12).
Los preparativos espirituales para la conquista habían terminado. La circuncisión efectuada identificaba al pueblo con Dios en la relación de pacto. La Pascua celebrada recordaba el medio de redención y liberación. Gilgal, el lugar donde el pueblo estaba acampando, era prueba de la fidelidad y la provisión de Dios, que los había conducido al lugar de la promesa. Los enemigos estaban delante de ellos, en Jericó, la primera ciudad fortificada. Josué había recibido promesas del Señor de protección y ayuda. No dudaba que estas se cumplirían oportunamente. Dios le había dicho antes de cruzar el río: “Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé” (1:5).
Preguntas de repaso y aplicación
- Juveniles y Jóvenes: Había cuatro eventos principales en el capítulo cinco de Josué. ¿Cuáles son los cuatro eventos?
- ¿Cuáles son algunos de los nombres o descripciones de la tierra prometida mencionadas en la Biblia? (vea la imagen: Canaán)
- El inicio de la conquista está basada en __________________.
a. preparativos militares b. descanso c. obediencia d. afilar espadas - ¿Cuáles son algunos de los atributos de Dios mencionados en este estudio?
- ¿Dónde en el capítulo 5 puede encontrar conexiones con la promesa de Dios y la tierra (Canaán)?
- ¿Dónde en el capítulo 5 puede encontrar conexiones con el tema de la obediencia?
- ¿Dónde en el capítulo 5 puede encontrar el versículo que menciona el tema de la idolatría o la desobediencia?
- ¿Cuáles son algunas aplicaciones que se mencionaron en el estudio que le llamaron la atención?