Después de varios meses, hoy comenzamos nuevamente nuestra serie en el libro de Josué. El libro de Josué viene después de los primeros cinco libros del AT y comienza una gran sección de libros históricos que continúan compartiendo la historia de la nación de Israel conquistando Canaán y viviendo en la tierra prometida.
En el capítulo uno, la nación de Israel estaba al borde del río Jordán. Josué les recuerda la fidelidad de Dios en el pasado y el énfasis fue alentar a los israelitas a confiar en la Roca (Jehová) y huir de otros dioses. Jehová los liberó de la esclavitud de Egipto, los condujo a lo largo de los cuarenta años en el desierto y los situó en los límites de la frontera con Canaán para darles la heredad que les había prometido. En todo ello, se aprecia la fidelidad de Dios cumpliendo lo prometido a los padres de la nación (Abraham, Isaac y Jacob).
En el capítulo 2, el autor tomó el capítulo entero para contarnos una historia maravillosa de la gracia de Dios (la conversión de Rahab, la mujer pagana y ramera en la ciudad de Jericó).
En Josué 3, el autor vuelve a la historia general de los israelitas al borde del río Jordán preparándose para cruzar a la Tierra Prometida. Un evento que los israelitas han estado esperando durante muchos años. La tensión, el drama y la anticipación han alcanzado su clímax. Josué 3 y 4 contienen y cuentan la historia de la fidelidad de Dios a Israel y el cumplimiento de su promesa y pacto con ellos con respecto a la tierra prometida. Los dos puntos principales eran “Sigamos al Señor y Recordemos al Señor”.
El capítulo 5 comenzaba una nueva etapa de la historia del pueblo de Dios en Canaán. El primer paso en aquel proceso sería sin armas, comenzando con el cruce del río y culminando con actos establecidos por el Señor que se llevaron a cabo en Gilgal, lugar donde el pueblo había acampado tras el cruce del Jordán (Josué 4:19). La conquista de la tierra era asunto del Señor, que conduciría a los suyos de victoria en victoria. Los dos monumentos, en el Jordán y en Gilgal, señalaban la realidad de la acción divina. El desierto quedaba atrás, más lejos aún Egipto. Dios era digno de honra, había prometido y había cumplido; realmente podían confiar en Él porque era un Dios fiel. Podían estar seguros de que, como había cumplido sus promesas antes, también les daría la tierra, echando de ella a sus habitantes. No obstante, el pueblo debía pasar por una preparación espiritual antes de involucrarse en la conquista (La circuncisión. La celebración de la Pascua. Los frutos de la tierra. La espada del Príncipe del ejército de Jehová). No era suficiente ser el pueblo de Dios, necesitaban demostrar su identidad como tal y reconocer que el Señor es el que podía conducirlos a la victoria, dependiendo enteramente de Él y obedeciendo sus mandamientos.

El capítulo 6 empieza una nueva sección del libro de Josué que da los detalles de la conquista de la sección central (cap 6-8), la sección sur (cap. 9-10) y la sección norte (cap 11) de Canaán. Observe cómo el autor se toma mucho tiempo para contar los detalles de la conquista del centro y menos tiempo en el sur y finalmente muy poco de tiempo en la conquista del norte. En el género narrativo histórico, siempre cuando el autor dedica mucho tiempo a un relato, preste atención, porque está tratando de enfatizar la importancia de ese relato. El texto de hoy (Josué 6) y el texto de la próxima semana (Josué 7-8) son ejemplos de este principio hermenéutico.
En un párrafo de resumen, la historia del capítulo 6 es así…El pueblo de Israel aparece aquí como instrumento en las manos de Dios para la ejecución de sus propósitos y como beneficiario de las promesas que Él había hecho siglos antes a su primer antepasado, Abraham. Dios prometió a Josué el éxito de la batalla (vv 1-5) al mismo tiempo que pone a prueba a su pueblo ejercitando su paciencia y obediencia durante una semana para aproximarse a la ciudad y rodearla (vv 6-15). El texto ofrece también la evidencia de la fe y obediencia de los israelitas que proclaman jubilosos la victoria antes de que esta se produjera (v 16). Igualmente se manifiesta la obediencia de quienes ocupaban la ciudad, privándose de tomar alguna cosa del anatema para sí mismos (vv 17-22). Hacia el final, aparece el cumplimiento fiel de las promesas dadas a Rahab (vea 2:17-21) en relación con su vida y la de sus familiares (vv 22-25). Finalmente concluye con la maldición pronunciada sobre quien se atreviera a reedificar la ciudad (vv 26-27).
Dios condujo al pueblo en este primer encuentro con sus enemigos de un modo sobrenatural, mediante un sistema totalmente opuesto a las formas de los hombres, hasta entregar a Su pueblo una ciudad amurallada y bien equipada, sin que este hubiera tenido que hacer nada más que ocuparla, sin ninguna confrontación armada para ello.
Vemos en el primer versículo que la ciudad de Jericó “estaba cerrada, bien cerrada… nadie entraba ni salía.”
El versículo dos declara la promesa de Jehová de que Él dará la victoria. “Mas Jehová dijo a Josué: Mira, yo he entregado en tu mano a Jericó y a su rey, con sus varones de guerra.”
Las instrucciones de Jehová estaban explicadas hasta los más mínimos detalles. Primeramente, a Josué, en los versículos 3-5. Después Josué se lo explicó a los sacerdotes y al pueblo en los vv. 6-7.
¿Cuáles fueron exactamente las instrucciones de Jehová?
Todos los hombres de guerra debían rodear la ciudad. Debían dar la vuelta a la ciudad una vez al día. Debían hacer esto seis días (v 3). Los siete sacerdotes debían llevar siete cuernos de carnero delante del arca. El séptimo día, darían siete vueltas alrededor de la ciudad, y los sacerdotes tocarían sus cuernos (v 4). Y cuando los sacerdotes tocaban el cuerno de carnero por mucho tiempo, todo el pueblo debía gritar a gran voz, y el muro de la ciudad se derrumbaría; luego cada uno debía subir a la ciudad para destruirla (v 5).
¿Por qué un espectáculo tan extraño? ¿Qué lecciones estaba enseñando Dios? ¿A quién le estaba enseñando Dios estas lecciones? Mientras que la gente de Jericó debe haber estado observando y preguntándose qué estaba pasando con este estúpido plan para conquistar su ciudad, la principal razón de Dios para su estrategia fue enseñar lecciones a su propio pueblo.
Una lección fue la obediencia incondicional. Las instrucciones de Dios, dadas a Josué con respecto a esta extraña estrategia para la toma de Jericó, no produjeron preguntas o quejas de parte de Josué. Josué bien podría haberse preguntado: ¿Por qué marchar y no luchar? ¿Por qué prolongar esto durante varios días? ¿Por qué guardar silencio? ¿Por qué gritar el séptimo día?Pero si anhelaba el objetivo dispuesto por Dios, también debía aceptar el método de Dios. Del mismo modo, para Israel sería suficiente oír las instrucciones de Josué para ir a marchar (6:6-11).
Una y otra vez se reitera la lección de la obediencia en todo el pasaje. En el versículo 12 hasta el 21, vemos la obediencia de Josué, la obediencia de los sacerdotes y la obediencia de los hombres armados. Hicieron exactamente lo que Jehová les ordenó que hicieran.
Rodeaban la ciudad una vez al día (v 14a). Hicieron esto durante seis días (v 14b). Los siete sacerdotes llevaron siete cuernos de carnero delante del arca (v 13). El séptimo día, dieron siete vueltas alrededor de la ciudad (v 15) y los sacerdotes tocaron sus cuernos (v. 16). Todo el pueblo gritó a gran voz y el muro de la ciudad se derrumbó (v 20). Luego subieron a la ciudad (v 20b) y la destruyeron toda (vv 20b-21).
Al hablar de la “destrucción de todo”, es importante entender el término “anatema”, no solo en este texto, pero a través del resto del libro de Josué. La palabra griega “anatema” contiene dos palabras; el verbo “tithemi” que significa “poner”, “situar” o “colocar”; y la preposición “ana”, que significa “sobre”. Unidas ambas, “anatema” significa “lo dispuesto”, “lo colocado” o “lo sometido” a algo. El término “anatema” acá en Josué 6 es la palabra hebrea “herem”, que significa “consagrar” o “apartar”.
En el anatema como ofrenda a Dios, se aprecia el derecho divino de posesión de lo ofrendado. Estaba reservado a Dios siendo asunto prohibido para los hombres. Dios mismo, sin embargo, establecía por ley el modo de rescatar lo ofrendado mediante un pago estipulado. Algunas de las valoraciones de rescate eran sumamente complejas, como ocurría con el caso de la tierra dedicada a Jehová (Lev. 27:16).
vv 18-19 “Pero vosotros guardaos del anatema; ni toquéis, ni toméis alguna cosa del anatema, no sea que hagáis anatema el campamento de Israel, y lo turbéis. Mas toda la plata y el oro, y los utensilios de bronce y de hierro, sean consagrados a Jehová, y entren en el tesoro de Jehová.”
Si pueden recordar solo una cosa acerca de esta palabra “anatema” que sea esta…Jehová mandó que ciertas cosas fueran guardadas para Él o consagradas a Él. Todo lo demás debería ser destruido y en el caso de Jericó, quemado. Si no lo hacían, tendrían problemas. Era una simple decisión de obedecer o desobedecer a Jehová.
V 17 dice, “Y será la ciudad anatema a Jehová, con todas las cosas que están en ella; solamente Rahab la ramera vivirá, con todos los que estén en casa con ella, por cuanto escondió a los mensajeros que enviamos…Entonces el pueblo gritó, y los sacerdotes tocaron las bocinas; y aconteció que cuando el pueblo hubo oído el sonido de la bocina, gritó con gran vocerío, y el muro se derrumbó. El pueblo subió luego a la ciudad, cada uno derecho hacia adelante, y la tomaron. Y destruyeron a filo de espada todo lo que en la ciudad había; hombres y mujeres, jóvenes y viejos, hasta los bueyes, las ovejas, y los asnos. Mas Josué dijo a los dos hombres que habían reconocido la tierra: Entrad en casa de la mujer ramera, y haced salir de allí a la mujer y a todo lo que fuere suyo, como lo jurasteis. Y los espías entraron y sacaron a Rahab, a su padre, a su madre, a sus hermanos y todo lo que era suyo; y también sacaron a toda su parentela, y los pusieron fuera del campamento de Israel. Y consumieron con fuego la ciudad, y todo lo que en ella había; solamente pusieron en el tesoro de la casa de Jehová…Mas Josué salvó la vida a Rahab la ramera, y a la casa de su padre, y a todo lo que ella tenía.”
La muralla de Jericó se hundió, salvo una pequeña porción de la misma, la cual estaba la casa de Rahab. Esta es una nueva evidencia de la intervención milagrosa de Dios. Las promesas de Dios son seguras. Lo que se le había prometido a Rahab en el capítulo 2, se estaba cumpliendo ahora en el capítulo 6. La fe hace experimentar la tranquilidad que da la confianza en las promesas de Dios. Jehová salvó a Rahab y su familia de la ciudad anatema de Jericó. Nuevamente una muestra de la gracia de Dios entre las ruinas de la gran ciudad de Jericó. Rahab y su familia pasaron a “habitar entre los israelitas” como uno más del pueblo de Dios. El testimonio bíblico del nuevo testamento confirma la fe de aquella mujer y la razón por la que no pereció juntamente con los habitantes de Jericó. Hebreos 11:31 “Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz.”
El capítulo termina con Josué haciendo un juramento (maldición) acerca de la ciudad destruida de Jericó. v. 26 “En aquel tiempo hizo Josué un juramento, diciendo: Maldito delante de Jehová el hombre que se levantare y reedificare esta ciudad de Jericó. Sobre su primogénito eche los cimientos de ella, y sobre su hijo menor asiente sus puertas.”
El juramento (o la maldición) contenía mucho más que una expresión de ira vengativa frente al lugar que había sido residencia de los enemigos. El cerro (o “Tell”) con las ruinas de la ciudad debía ser ejemplo permanente del juicio de Dios sobre la idolatría y corrupción moral. Aquella ciudad antes muy fuerte, convertida en un montón de ruinas, sería un testigo mudo a las generaciones.
Nadie se atrevió a lo largo de la historia de Israel a desafiar la maldición pronunciada en el juramento. Aunque el declive de la nación fue evidente en muchos momentos, tuvieron que transcurrir más de 500 años hasta que, en la época del idólatra rey Acab, Hiel de Bet-el se atrevió a reedificar la ciudad. Entonces se cumplió la maldición pronunciada en el nombre del Señor, muriendo su hijo mayor al colocar el cimiento y el menor de ellos al cerrar el muro con puertas.
1ª Reyes 16:34 “En su tiempo Hiel de Bet-el reedificó a Jericó. A precio de la vida de Abiram su primogénito echó el cimiento, y a precio de la vida de Segub su hijo menor puso sus puertas, conforme a la palabra que Jehová había hablado por Josué hijo de Nun.”
Pensando en los cuatro puntos principales que establecimos para usar durante nuestro estudio de Josué, podemos hacernos las siguientes preguntas:
¿Qué podemos observar y aprender acerca de Dios en Josué 6?
La batalla de Jericó fue otra oportunidad para que Dios enseñara y demostrara sus numerosos atributos a Israel. Su presencia constante. Su soberanía. Su omnipotencia. La fidelidad de Dios exige el cumplimiento de Su palabra. Él cumple sus promesas. Solo Él es santo. Él provee y protege a su pueblo. Él se ha revelado y ha revelado sus instrucciones. Él exige obediencia. Sus planes son mejores, aunque nosotros no los entendamos. El cristiano puede confiar plenamente en el Señor y decir: “El Señor lo ha prometido y lo hará.” Jesús dijo en Mateo 24:35 “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.”
El tiempo no cambia las advertencias y amonestaciones de Dios. La maldición sobre la desobediencia se cumplió cinco siglos después de haberse pronunciado. La historia de Jericó 6 es un ejemplo del juicio de Dios del pecado en su destrucción, así como un ejemplo de la gracia y misericordia de Dios en la salvación de Rahab.
En el nuevo testamento, el Señor visitó la ciudad de Jericó. Había venido a salvar a los que estaban bajo la maldición, no por vivir en Jericó, sino por el pecado que los afectaba. Fue en esa ciudad, el lugar de la maldición, donde Zaqueo, un publicano, encontró al Salvador (Lucas 19). Dos personas socialmente rechazadas, una ramera y un publicano, se registran en el texto bíblico como ejemplos de fe salvadora. Sus historias nos ayudan a comprender un poco más el alcance de la frase de Pablo en Romanos 5:20 cuando dijo: «cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia.«
¿Qué podemos ver y observar acerca de la importancia de obedecer y amar a Dios en Josué 6?
Vemos la obediencia de Josué al seguir las instrucciones de Dios. Vemos la obediencia de los sacerdotes y los hombres de Israel siguiendo las instrucciones de su líder, Josué. Su fe les condujo a la obediencia.
Hebreos 11:30 dice, “Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días.” V. 6 “Pero sin fe es imposible agradar a Dios…” Israel necesitaba obedecer los mandamientos de Dios. No tenían ninguna fortaleza en la que refugiarse. Vivían en carpas. Confiaban plenamente en Dios. El río Jordán hizo imposible la salida. No tenían ningún lugar adonde huir. Nosotros también tenemos el mismo desafío y oportunidad todos los días … confiar en Dios y sus promesas y las bendiciones espirituales que tenemos en Cristo o seguir nuestro propio camino, pelear nuestras propias batallas con nuestras propias fuerzas de acuerdo a nuestros propios planes. La batalla de Jericó exigió obediencia y nuestra vida cristiana también exige una simple obediencia a la Palabra de Dios, aunque no comprendamos todos los detalles ahora.
La vida cristiana es una continua experiencia de obstáculos, desafíos, y luchas. Las dificultades aparecerán como algo difícil o invencible para los creyentes. En la cruz, Dios estableció la victoria en Cristo Jesús. No es posible que el creyente alcance victoria por sus propias fuerzas…ni siquiera lo necesita…porque ha sido alcanzada para él por Cristo Jesús. La fe acepta la promesa, pero se desenvuelve en la realidad de la dependencia. Cuando la derrota eclipsa la experiencia cristiana se debe a la confianza en el poder del hombre y no en el poder de Dios.
Josué 6 termina diciendo «Estaba, pues, Jehová con Josué, y su nombre se divulgó por toda la tierra.» El contenido del capítulo 6 muestra que Dios estaba con Israel. Él fue fiel. Él proveyó y protegió a su pueblo. Josué, los sacerdotes y los hombres obedecieron el mandato de Dios. La ciudad fue destruida. Rahab y su familia se salvaron. Todo parecía ir bien. Pero como veremos en el capítulo 7, ocurrió un acto de desobediencia que estuvo oculto por un tiempo, pero que finalmente se descubrió debido a la horrible derrota en la siguiente batalla.
Preguntas de repaso y aplicación
- ¿Tenemos que ver y entender evidencia arqueológica para probar que lo que dice la Biblia es verdad? Si o no ¿Por qué?
- Niños: ¿Cuáles son algunas cosas que encontraron los arqueólogos al excavar la ciudad de Jericó?
- Usando una palabra o una frase para cada capítulo, ¿puedes resumir los primeros 6 capítulos de Josué?
Josué 1 _______________
Josué 2 _________
Josué 3 _____________________
Josué 4 _____________________
Josué 5 _______________
Josué 6 _______________ - ¿Qué podemos observar y aprender acerca de los atributos de Dios en Josué 6? ¿Puedes enumerar algunos atributos con un versículo correspondiente?
- Juveniles y Jóvenes: ¿Cuáles fueron las instrucciones exactas de Jehová para la conquista de la ciudad de Jericó?
- ¿Qué podemos ver y observar acerca de la importancia de obedecer y amar a Dios en Josué 6? ¿Puedes dar un ejemplo con un versículo correspondiente?
- ¿Por qué luchamos con obedecer la Palabra de Dios? ¿Qué cosas nos hacen pensar que seguir nuestro propio camino o estrategia es mejor que el de Dios?
- ¿Qué conexiones podríamos hacer con Josué 6 y lo que hemos aprendido recientemente en nuestro estudio de Efesios?
- ¡Conversemos! ¿Hay más aplicaciones que podemos sacar para nuestras vidas hoy del Josué 6?