Josué 7–8: Desobediencia

En el capítulo uno, el énfasis fue alentar a los israelitas a confiar en la Roca (Jehová) y huir de otros dioses. Jehová los liberó y los condujo a lo largo de cuarenta años y los situó en los límites de la frontera con Canaán para darles la heredad que les había prometido. En todo ello, se aprecia la fidelidad de Dios cumpliendo lo prometido a los padres de la nación.

En el capítulo 2, tenemos una historia maravillosa de la gracia de Dios (la conversión de Rahab, la mujer pagana y ramera en la ciudad de Jericó).

Josué 3 y 4 cuentan la historia de la fidelidad de Dios a Israel y el cumplimiento de su promesa y pacto con ellos con respecto a la tierra prometida. Los dos puntos principales eran “Sigamos al Señor y Recordemos al Señor”.

El capítulo 5 comenzaba una nueva etapa en Canaán. Dios había prometido y había cumplido; realmente los israelitas podían confiar en Él porque era un Dios fiel. El pueblo pasó por una preparación espiritual antes de involucrarse en la conquista.

El contenido del capítulo 6 muestra que Dios estaba con Israel. Él fue fiel. Él proveyó y protegió a su pueblo. Josué, los sacerdotes y los hombres obedecieron el mandato de Dios. La ciudad de Jericó fue destruida. Rahab y su familia se salvaron. Todo parecía ir bien.

Observe cómo el autor del libro de Josué utiliza una técnica narrativa para compartir información importante con nosotros (los lectores). Leamos juntos el último versículo del capítulo 6 y el primer versículo del capítulo 7. “Estaba, pues, Jehová con Josué, y su nombre se divulgó por toda la tierra. Pero los hijos de Israel cometieron una prevaricación en cuanto al anatema; porque Acán… tomó del anatema; y la ira de Jehová se encendió contra los hijos de Israel.”

Esta conjunción que aparece varias veces en la Biblia sirve para llamar la atención. Por ejemplo…

  • en el relato de la caída… “Pero la serpiente era astuta…” Gén 3:1
  • cuando se dan las razones que motivaron el fracaso del rey Salomón… “Pero el rey Salomón amó a muchas mujeres extranjeras1 Reyes 11:1
  • en el relato del primer juicio de Dios sobre la iglesia primitiva por el pecado de un matrimonio. “Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira, su mujer…” Hechos 5:1
  • en la carta de Pablo a la iglesia en Éfeso comparando la condición natural del hombre con la obra de Dios. “Pero Dios que es rico en misericordia…” Efe. 2:4

El versículo uno es como “una pista” para que los lectores lo tengan en mente mientras continúan con el drama en el relato. Primero, “los hijos de Israel cometieron una prevaricación en cuanto al anatema”. Algo pasó con “el anatema” allá en Jericó. Había un transgresor del “herem” (anatema). En segundo lugar, el texto nos permite saber específicamente quiénes participaron en el anatema. El pecado había sido cometido por un solo hombre. Fue “Acán, hijo de Carmi, hijo de Zabdi, hijo de Zera, de la tribu de Judá.” Y finalmente, “la ira de Jehová se encendió contra los hijos de Israel.”

Entonces, antes de continuar con el relato, conectemos varias cosas que ya hemos aprendido sobre los pactos de Dios en el antiguo testamento. Podemos asumir en este momento en el versículo 1, que la presencia de Dios no está con Israel. La protección de Dios no está sobre Israel. La ira de Dios se ha encendido contra Israel. Había pecado en Israel, por lo que la bendición de Dios se fue. Nadie en el pueblo se había dado cuenta del pecado cometido y de la situación generada por Acán, pero Dios se lo iba a hacer conocer prontamente. Entonces, con todo esto en mente, continuemos con el relato.

vv. 2-5 Desde Jericó, el lugar de la victoria, Josué planificó un ataque a la cuidad de Hai. Estaba cerca de la cuidad de Jericó. Josué envió algunos espías para obtener más información. Regresaron y dijeron: “No suba todo el pueblo, sino suban como dos mil o tres mil hombres, y tomarán a Hai; no fatigues a todo el pueblo yendo allí, porque son pocos”. V. 3 Vamos a descubrir más adelante que Hai tenía unas 12.000 personas (8:25).

El pequeño grupo de hombres de Israel subió a Hai para pelear y el texto dice breve y simplemente que “los cuales huyeron delante de los de Hai. Y los de Hai mataron de ellos a unos treinta y seis hombres, y los siguieron desde la puerta hasta Sebarim, y los derrotaron en la bajada; por lo cual el corazón del pueblo desfalleció y vino a ser como agua.”

¡Cómo han cambiado las cosas! Antes los corazones del pueblo de Jericó se derritieron por temor a Israel (y a su Dios), pero ahora, el pueblo de Dios temía. V. 5 dice que “el corazón del pueblo desfalleció y vino a ser como agua.”

En vv. 6-9, podemos ver la confusión y la desesperación de Josué. ¡Treinta y seis israelitas han muerto! ¿No se supone que debemos ganar todas las batallas? Debe haber sido una pérdida terrible. Deben haberse preguntado, “oye ¿qué pasó allí en Hai?”

Josué rompió sus vestidos, y se postró en tierra sobre su rostro delante del arca de Jehová hasta caer la tarde, él y los ancianos de Israel; y echaron polvo sobre sus cabezas. (Rasgarse los vestidos era una expresión de dolor intenso en aquellos tiempos. El hecho de poner polvo sobre la cabeza era un tipo de lamento personal por la pérdida de un ser querido. 1 Sam. 4:12; Job 2:12; Lam. 2:10; Neh. 9:1) Josué dijo: ¡Ah, Señor Jehová! ¿Por qué hiciste pasar a este pueblo el Jordán, para entregarnos en las manos de los amorreos, para que nos destruyan? ¡Ojalá nos hubiéramos quedado al otro lado del Jordán! ¡Ay, Señor! ¿qué diré, ya que Israel ha vuelto la espalda delante de sus enemigos? Porque los cananeos y todos los moradores de la tierra oirán, y nos rodearán, y borrarán nuestro nombre de sobre la tierra; y entonces, ¿qué harás tú a tu grande nombre?

Josué oraba sin conocer las razones de la derrota. Josué actuaba confiando en la promesa que Dios le había dado de ayuda en toda la conquista de la tierra (1:9). En su ignorancia está suplicando una respuesta para conocer las razones del actuar de Dios. La fidelidad de Dios está en juego.

Según entiendo el texto y el contexto, Josué estaba muy perplejo y no estaba quejándose del Señor, sino quejándose al Señor. No creo que estas preguntas y exclamaciones de Josué provengan de la incredulidad, sino de una profunda desesperación (un lamento).

Aunque como lectores ya sabemos la razón por la derrota en Hai, por fin en el versículo 10, Jehová va a revelar las razones. Dios revela que había pecado oculto en el pueblo e informa con todo detalle cuál era aquel pecado. La respuesta es clara: “Israel ha pecado.” No había declarado aún quién era el que lo había cometido, pero mantiene la vinculación con TODO ISRAEL. Sin embargo, Jehová expresa la dimensión del pecado.

Primeramente, el pecado consistió en “quebrantar mi pacto que yo les mandé.” El primer pecado es de desobediencia y deslealtad, quebrantando un pacto y rompiendo un compromiso. El pecado adquiere una alta gravedad porque consideraba los mandamientos de Dios como cosa sin importancia. Más todavía: era un pecado de desprecio al tener en mayor estima los intereses personales que los mandamientos de Dios.

En segundo lugar, el pecado de desobediencia condujo al de impiedad. No solo había sido quebrantado el pacto, sino que “habían tomado del anatema.” El honor de Dios había sido despreciado.

Un tercer pecado es señalado por Dios: “y hasta han hurtado.” Era un robo. No había sido un robo con violencia, sino un hurto de cosas santas que habían sido tomadas de Jericó. Aquí, el pecado adquiere una notoria dimensión porque el hurto era cometido contra Dios mismo, que era Padre, Creador y Redentor de Israel (vea el estudio del octavo mandamiento en Ex 20:15). Aquel pecado, aunque individual, afectaba colectivamente a TODA la nación.

Dios revela a Josué el cuarto pecado cometido en Israel: “han mentido”.  ¿En qué habían mentido? La mentira consistió en la entrega hipócrita de “la plata, el oro y el bronce” para el tesoro del Señor. Uno en el pueblo se había reservado algo para sí (6:24). La hipocresía, es una forma perversa de mentira (vea el estudio del noveno mandamiento en Éx 20:16). El pecado había sido hecho ocultamente a los ojos de los hombres, pero nunca pasó desapercibido a la omnisciencia de Dios.

Finalmente, el Señor revela a Josué un quinto pecado cometido contra Él. Era un pecado de profanación: “y aun lo han guardad entre sus enseres”. Eran cosas de propiedad divina y fueron tratadas como algo común poniéndolas entre los enseres cotidianos.

En v.12 llegamos al punto central del capítulo 7 donde Dios explica a Josué las consecuencias del pecado. La hermosa promesa del 1:9 que decía “Jehová tu Dios ESTARÁ contigo dondequiera que vayas”, se ha convertido en “NO ESTARÉ más con vosotros”.  Al retirar el apoyo divino, los hijos de Israel no podían enfrentarse a sus enemigos. Había quebrantado un pacto solemne, había hurtado lo que era de Dios, y había mentido. No importa que el pecado fuese de uno, era el pecado de todos mientras no se hubiera purificado el pueblo. TODA la nación fue maldecida. La protección de Dios se había suspendido y no podían esperar otra cosa que derrota mientras no se destruyera el anatema que había en Israel. 

La instrucción divina para la solución vv. 13-15. En lugar de informar a la gente directamente sobre la identidad del pecador, el Señor elige los medios indirectos de las suertes. Esto fue para despertar en la gente la conciencia de su participación en el pecado cometido y, al mismo tiempo, dejar que toda la luz caiga sobre el individuo que lo cometió.

La gente debía presentarse (o acercarse) en el santuario por sus tribus, clanes y finalmente como familias e individuos. En cada caso, el Señor mismo marcará al culpable. Mediante un proceso lento de eliminación, finalmente aparecerá el culpable. Esa persona, junto con todo lo que le pertenece, será quemada con fuego v. 19-21 “Entonces Josué dijo a Acán: Hijo mío, da gloria a Jehová el Dios de Israel, y dale alabanza, y declárame ahora lo que has hecho; no me lo encubras. Y Acán respondió a Josué diciendo: Verdaderamente yo he pecado contra Jehová el Dios de Israel, y así y así he hecho.”

El transgresor reconoció la transgresión. El pecador confesó el pecado. La confesión se llevó a cabo con todo detalle. Primero, Acán reconoció la condición de su acción: “verdaderamente he pecado contra Jehová el Dios de Israel”. Es una confesión pública de su pecado.

El acto de Acán siguió el proceso natural en la tentación. La confesión de Acán lo evidencia. V. 21 “Pues vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y un lingote de oro de peso de cincuenta siclos, lo cual codicié y tomé; y he aquí que está escondido bajo tierra en medio de mi tienda, y el dinero debajo de ello.” El pecado comienza por la vista, sigue luego el deseo íntimo de poseer lo ilícito y termina por posesionarse de lo que Dios había prohibido. Nada hay que pueda ocultarse del conocimiento de Dios. El pecado podrá pasar desapercibido por los padres, los profesores, los jefes o los vecinos, pero no pasará desapercibido por el Señor. Dios está en TODO lugar. No hay nada oculto que no haya de ser revelado. Lucas 8:17Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz.

vv. 22-23Josué entonces envió mensajeros, los cuales fueron corriendo a la tienda; y he aquí estaba escondido en su tienda, y el dinero debajo de ello. Y tomándolo de en medio de la tienda, lo trajeron a Josué y a todos los hijos de Israel, y lo pusieron delante de Jehová.”

La confesión iba a ser confirmada por la presencia del anatema que estaba enterrado en la tienda de Acán.

vv. 24-25Entonces Josué, y todo Israel con él, tomaron a Acán hijo de Zera, el dinero, el manto, el lingote de oro, sus hijos, sus hijas, sus bueyes, sus asnos, sus ovejas, su tienda y todo cuanto tenía, y lo llevaron todo al valle de Acor. Y le dijo Josué: ¿Por qué nos has turbado? Túrbete Jehová en este día. Y todos los israelitas los apedrearon, y los quemaron después de apedrearlos.”

La misma medida de turbación iba a serle aplicada al turbador. La ley de la siega y la siembra se repite en toda la Biblia. Es la manifestación de la justicia de Dios en respuesta al pecado cometido. Los israelitas que ejecutarían la sentencia de muerte, eran solo instrumentos en manos de Dios.

v. 26Y levantaron sobre él un gran montón de piedras, que permanece hasta hoy. Y Jehová se volvió del ardor de su ira. Y por esto aquel lugar se llama el Valle de Acor, hasta hoy.”

El capítulo comienza con un pecado y termina con la sepultura del pecador. Las piedras sirvieron de sepultura, a la vez que de monumento recordatorio para las generaciones futuras de las consecuencias del pecado en la nación y en el individuo. La ira de Dios fue aplacada, al haber quedado definitivamente resuelto el problema que el pecado había ocasionado. El nombre, “Valle de Acor”, significa “Valle de la turbación”, donde el turbador de la nación fue turbado por Dios. 

El capítulo 7 comenzó con una imagen oscura de la ira del Señor contra su pueblo. Al final del capítulo, vemos la restauración y la esperanza segura de la futura conquista de la tierra.  En cuanto al capítulo 8, Israel volvió a subir a Hai para pelear, pero ahora con la presencia, bendición y protección de Jehová. Dios le aseguró a Israel la victoria sobre Hai. Israel tomó la ciudad de Hai y la destruyó y la quemó completamente. Dios dio la victoria y protegió a su pueblo. (vv. 1-29)

El relato concluye con la reunión solemne de todo el pueblo congregado para la lectura de la ley en el monte Gerizim y el monte Ebal (vv. 30-35).

Podemos sacar tres lecciones rápidas del final del capítulo 8. La lección de la humildad. Israel debía aprender a no sentir orgullo por acciones anteriores. Jehová aseguró la victoria. La lección de la unidad. Josué y el pueblo estaban unidos en su actuar y propósito. Y finalmente, fue una lección de la obediencia, en la que el pueblo entero ejecuta sin reservas todas las instrucciones de Dios para concluir con la enseñanza sobre la adoración y el compromiso de todo un pueblo delante del Señor.

El contraste entre el capítulo 6 y 7 es claro. Obediencia o desobediencia. Bendición o maldición. Victoria o derrota. La presencia y protección de Dios o la falta de la presencia y protección de Dios. Al final del capítulo 8, a la nación de Israel se le recordó una vez más la ley de Dios y las instrucciones de Dios. Al escuchar la ley que se leía de nuevo, todos se pararon debajo de las dos montañas, Gerizim y Ebal. Las montañas de bendición y maldición (vea Deut. 27). Una lección muy visual. Israel, ¿qué iba a hacer? ¿Obedecería a Jehová y tendría la bendición de Dios en su conquista de Canaán? ¿O desobedecería a Jehová y tendría derrota tras derrota y la maldición de Dios? ¿Qué hará Israel? ¿Tomarán la decisión correcta? Bueno, en el capítulo 9, tendrán otra oportunidad de poner en práctica la obediencia.

Preguntas de repaso y aplicación

  1. Niños: Según Josué 7:20, ¿cuáles fueron las tres cosas que robó Acán? ¿Dónde escondió Acán estas cosas?
  2. ¿Cuáles fueron los pecados específicos de Acán (e Israel) que se enumeraron en el capítulo 7?
  3. Juveniles: ¿Hay alguna forma de ocultar el pecado a tus padres, tus profesores, tus pastores o tus vecinos? ¿Puedes esconder el pecado de Dios? ¿Por qué?
  4. Nadie peca aislado de los demás. El pecado de Acán claramente afectó a otros. ¿Puedes enumerar varias cosas en el capítulo 7 que muestran cómo el pecado de Acán afectó a otras personas?
  5. ¿Cómo podría tu pecado afectar a otros? ¿Podrías dar algunos ejemplos?
  6. ¿Qué conexiones podríamos hacer con Josué 7 y lo que hemos aprendido en la serie de la doctrina del pecado?
  7. ¿Qué podemos observar y aprender acerca de los atributos de Dios en Josué 7 y 8? ¿Puedes enumerar algunos atributos con un versículo correspondiente?
  8. Comparando y contrastando los capítulos 6 con el capítulo 7, ¿cuáles son dos o tres cosas que podrías decir?
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